miércoles, 12 de agosto de 2020

DESABRAZADO

 

Sufrió una gran pena cuando se dio cuenta.

Su madre no le había abrazado.

 

Tardó en aceptarlo.

Al principio ni siquiera quiso darse por enterado.

Le daba miedo saber aquello.

Hay muchas cosas que da miedo saber.

Por eso preferimos sentir miedo de no saber, quedarse en la antesala del saber.

Nos da miedo cruzar la puerta porque al otro lado está la luz.

Preferimos sufrir en la oscuridad tiritando de miedo.

 

Una nube flotando en el aire se lo venía susurrando en la cara.

Pero él solo veía la nube, no oía su susurro no sentía su roce.

 

Los mitos han de revelarse a retazos, poco a poco, desvelando hoy una capa, mañana otra.

Un impacto repentino puede provocar un infarto, o una ceguera.

Las creencias, asentadas allí adentro, en el tejido fibrilar de las entrañas, ¿Cómo dejar de creerlas, si te han creado a ti?

Tú eres un hijo suyo.

 

Trenzado de escalofríos y temores, de sueños y pesadillas, de trozos de trapos.

Uno se va haciendo a ratos y a trozos, sin conocer realmente de qué se va haciendo.

 

Nos enseñan una foto y nos dicen: ese eres tú.

Al principio la imagen de la foto nos sorprende, pero a fuerza de ver la foto, y de oír que somos nosotros, la identificamos como yo, la damos nombre y cuerpo.

Desentrañar esa foto se convierte después en una interminable tarea hasta la muerte.

 

Solo llegamos a conocer trozos de los hilos con que fuimos hilvanados.

Nos reconocemos como trapos deshilachados.

 

Somos lo que no somos.

Somos lo que no fuimos.

Lo que nos define no es lo que tenemos, sino, lo que no nos dieron. 

No lo que tenemos sino lo que echamos en falta.

 

Trashumantes, deambulantes, perseguidores.

 

No somos lo que vivimos sino lo que soñamos.

 

Buscar el abrazo, el calor, la mirada, la escucha, la sonrisa.

Buscar lo no que no tenemos, lo que no tuvimos.

Las carencias han marcado el alma.

No la marcó el dedo que se posó en ella.

La hirió el dedo que nunca la tocó.

 

Buscar a la madre en todas las mujeres.

Buscar el cariño y el sexo sin distinción.

Buscar el pecho del que mamar y el deleite.

Buscar el reconocimiento y el éxtasis. 

Buscar un cuerpo de mujer por el que navegar eternamente.

Un mar que nos arrulle.

Un color del paisaje.

Pasear por el paisaje.


En el que recostarse, en el que beber agua, en el que reír y llorar:

 

Buscar un cuerpo que ría en el nuestro, un cuerpo con el que llorar, estremeciéndonos, palpitándonos, quemándonos, resucitándonos.

 

Buscar un cuerpo compartido.

Un yo en él, un él en mí.

Buscar la calidez escalofriante.

Buscar la protección y el vértigo de la pérdida.

Buscar morir queriendo para nacer resucitado.

 

Demasiado tarde ya para encontrar nada.

Es ya muy noche.

Está excesivamente oscuro.

Extrañamente oscuro el cuerpo.

Sin perfiles.

 

Morir buscando.

Morir sin encontrar.

Morir por no encontrar.

Irse resignadamente, como la madre que no nos dio el abrazo, sin nada que perder porque nada tuvimos.

¡Qué desesperante la espera!

¡Mirando siempre a ver si alguien nos mira!

 

 

 

 

 

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