domingo, 23 de junio de 2019

Apasióname


APASIONAME PASIÓN
Arrásame con la fuerza del huracán,
Hazme crepitar en el corazón del volcán
Hazme girar enfebrecido en el torbellino.
Estreméceme como un terremoto.
Desbórdame por todos los cauces.
Resquebraja mis fronteras
Abre los poros de mi piel como bocas anhelantes
Que me impregne del paisaje, que me empape la lluvia, que me abrase el sol.
Que me haga levantar cada mañana ansioso de ver el día,
Que me lleve cantando y bailando por las calles.
Que me vuelva loco.
Que esté obnubilado, poseso, inquieto,
Que me haga llorar y reír a borbotones.
Que me despierte la imaginación.
Que me arrastre a ti, y a ti, y a ti, y al otro y a los otros.
Que me abra a mí
Apasióname, pasión
Pasión es movimiento, es fuego, es lumbre, es ardor…
Pasión es dolor, disfrute, amor, ilusión, imaginación, sueños,
Pasión es vida
Dame pasión y no estaré muerto

domingo, 16 de junio de 2019

EL REGATO LAS ESCUELAS: Cagar




Cagar, en el "regato las escuelas"




En el pueblo no había váteres para hacer esas necesidades tan íntimas que nadie puede hacer por ti, y como es lógico, no se pueden hacer públicamente.

La gente que tenía cuadras –¿cuadras?, si, quizá muchos de vosotros, gente del siglo 21 no sepáis qué son o que eran las cuadras. 

Bien, pues eran los aposentos donde descansaban y comían los animales dedicados a las labores agrícolas: vacas o mulas, algún burro o caballo, como mi padre tenía.

Pues eso, la gente que tenía cuadras iba ahí a satisfacer sus necesidades. Aquellos otros que no tenían cuadra, tan pobres que nada tenían, u otros menos pobres que por otras circunstancias tampoco tenían dentro de su casa ese lugar destinado a los animales, ahora que me doy cuenta, algún sitio tendrían dentro de la casa para hacerlo, si no…, no me imagino cómo lo harían.

Bueno, iba a decir que los que no tenían cuadra, iban al regato a hacer estas necesidades, las más “suaves y ligeras” como mear no, porque se podía hacer contra una pared mismamente, o a pleno aire, apostándose a ver quién llegaba más lejos como hacían los muchachos, pero las más fuertes como cagar, sí.

En el pueblo siempre normalmente se denominaba así. Los más relamidos y las beatas no lo llamaban de esa manera. Decían “hacer de vientre”. Tampoco si se estaba ante alguien de un calado superior o al que se debía algún respeto, como el maestro o el médico pongo por caso.

Como iba diciendo, para hacer de vientre o mejor dicho cagar, los que no tenían cuadra iban al regato. 

Los alrededores del pueblo estaban llenos de regatos. -Eran los wateres públicos- Así que cada uno iba a cagar al regato más cercano de su casa, donde se podía encontrar al vecino haciendo lo mismo, y una vez saludados cada uno se concentraba en lo suyo.

Pero me acabo de dar cuenta que tampoco algunos sepan lo que es un regato. 

La vida ha dado tantos cambios que hemos perdido el conocimiento de muchas cosas que en el pueblo o entonces, habíamos nacido con ellas.

El regato es como un río en chico, en pequeño. 
Cuando llueve, el agua va corriendo por el terreno de forma natural, adaptándose a las variedades de este, siempre deslizándose hacia lo más hondo y cuesta abajo. 
Con el paso del tiempo se va formando un cauce. En los veranos cuando no llueve el cauce está seco, pero en cuanto vuelve a llover con ganas, los regatos vuelven a llenarse y transportar el agua hasta otro regato más grande donde va a dar, y este a su vez a otro más grande, así hasta que el regato llega al río más próximo.

El regato más cercano a mi casa era el “regato de las escuelas” llamado así porque estaba situado en la parte de atrás de las escuelas. Bueno, justo detrás de las escuelas no, allí había un campo de tierra donde jugábamos en los recreos o cuando salíamos, a partir de las cinco de la tarde. 

Ese campo de juegos estaba delimitado por el regato. Al otro lado estaban ya las eras donde se trillaba en verano.

El regato de las escuelas era muy largo y hondo llegando en algunos tramos hasta un metro de profundidad. El regato estaba rodeado, todos normalmente más o menos, de cardos y zarzas. Estos vegetales, se ve que se alimentan de los detritus de la gente. Y además de cardos y zarzas, había también ortigas, que si te rozaban se te ponía la piel en carne viva, que escocían que no veas.

Las zarzas te podían picar, pero nunca se te erizaba la piel como con las ortigas. Así que ir a cagar, podía ser toda una aventura porque tenías que ir con sumo cuidado para que no te picaran ni las zarzas ni las ortigas.

Sin embargo, lo más duro no era eso. El regato de las escuelas estaba tan lleno de cagaos que era muy difícil encontrar un sitio donde poder pisar sin mancharte. Y encima estaban los olores, era un campo de olores y no precisamente de tomillo. Se decía: qué comerá esta gente para que huela de esta manera. Claro, uno no se olía lo suyo, para él no olía, pero para los demás…, jolín. 

Así que cada uno se tiraba un rato caminando entre cagaos hasta encontrar un cacho donde podía agacharse sin pisar ninguna mierda. 
Imagínate que el sujeto tuviera prisa, que los retortijones de barriga le acuciaran y no le diera tiempo ni a bajarse los pantalones. Y luego, esa era otra, estaba cagando, sujetándose con una mano el pantalón, con la otra tapándose la nariz, y con la cabeza mirando a las nubes para evitar mirar el suelo y contemplar los montículos de mierda que habían ido dejando alrededor los demás, como su firma. Por otro lado, había que silbar para avisar a otro que venía a lo mismo, que aquel sitio estaba ya ocupado.

Los muchachos no teníamos este problema, podíamos cagar varios juntos formando una hilera, apretando y contando chistes o hablando de otra cosa, riéndose a carcajada limpia.

¿Y cómo nos limpiábamos? Papel no había, así que nos limpiábamos con un canto. Mirábamos alrededor a ver si había alguno limpio o ya le llevábamos preparado.

El regato de las escuelas era muy famoso en eso, además de todos los muchachos estaban todos los vecinos de alrededor que iban a visitarlo a menudo para hacer sus necesidades.

Uno de los vecinos que me encontraba muchas veces yendo al regato era Abilio el de tío Medes.

Tio Medes era el zapatero que vivía en la calleja próxima a la escuela. Yo vivía entre la casa de mi abuela y la de mis padres. Para ir de una casa a la otra, cosa que hacía varias veces al día, pasaba junto a la escuela y un poco más arriba, por la calleja de tío Medes. 

Por eso me encontraba a Abilio muchas veces. Los vecinos de mi abuela eran también mis vecinos porque yo nací en casa de mi abuela y hasta los dos años viví allí.

Los zapateros, en el pueblo al menos, pero también en la ciudad, eran normalmente cojos o que tenían alguna otra discapacidad, y quizá por la cojera, para que estuvieran sentados todo el día aprendían el oficio de zapatero.

Yo mismo, tenía un tío cojo, que era zapatero, mi tío Luterio hermano de mi padre, el cojo tío Tarraque, como le llamaban en el pueblo, porque a mi abuelo Faustino, en el pueblo le llamaban tío Tarraque. No sé porque ni de donde le venía ese mote, quizá por la mala leche que tenía mi abuelo.

Eso de los apodos es otra historia que algún día debería de contar. Porque en el pueblo todos tenían apodos, incluso el nombre verdadero no se les conocía. Pero es que los apodos vienen de muy lejos. Por ejemplo, los romanos utilizaban los apodos: El famoso escritor Cicerón se llamaba así por un grano o berruga del tamaño de un garbanzo que tenía en la nariz. Cicerón en latín significa garbanzo.

En el pueblo, recuerdo, aunque la memoria aquí me falla, que había lo menos 4 zapateros, tres de ellos eran cojos y el otro sordo mudo, conocido por el mote a secas de “El Mudo”.

Yo siempre iba a arreglar las sandalias a tío Medes,  decían que era el que mejor las arreglaba y además era vecino de mi abuela que era casi más que ser de la familia.

Tio Medes –hasta ya muy mayor no supe que Medes venía de Nicomedes-, tenía 2 hijos trabajando con él Abilio y Rosindo, aunque el nombre auténtico es Rosendo, allí le llamaban de esa otra manera.

Nombres raros todos y poéticos me parecen, no como ahora que todos los nombres son vulgares. Tenía también una hija –Mari- y la mujer que se llamaba tía Paula.

Pero, me he ido de la cuestión que estaba contando, decía que, a Abilio, cuando iba a casa de mi abuela me lo encontraba que iba al regato, y me decía ¡qué hay Quinito!,  vamos a tirar de correa.

Era otra forma de decir que iba a cagar, sin decir que iba a hacer de vientre. Lo mismo que para ir a mear decían: vamos a quitar el agua a las aceitunas. Y yo no entendía nada, creía de verdad, que tenían un cántaro lleno de agua con aceitunas y se la iban a quitar.

Pero el misterio para mí era: ¿cómo cagaba tío Medes?  Él era cojo, caminaba muy mal arrastrando los pies torcidos, nunca le vi ir al regato de las escuelas como a los hijos, ¿entonces?  

Su casa era muy chica. A la entrada había un patio pequeño, enfrente estaba la cocina también pequeña. A la derecha una escalera estrecha de madera nos conducía al cuarto donde se arreglaban los zapatos. Allí estaba calentito, era un cuarto muy pequeño, sentados los 3 casi en corro, con el brasero en invierno daba gusto.

Mi primo Jose y yo íbamos a menudo porque se estaba caliente y porque tío Medes y los hijos eran muy chistosos. Lo pasábamos muy bien con ellos. Mi primo Jose me agarraba y decía: vente a ver a tío Medes. Y allí íbamos, a reírnos y a estar calientes.

Pero mi intriga era: cómo y dónde cagaba tío Medes. Nunca se me ocurrió preguntarlo, ni a mi primo Jose ni a nadie, me daba vergüenza.

Pero me daba vueltas en la cabeza. ¿Y las mujeres dónde cagaban también? No solo tía Paula, la mujer de tío Medes y su hija, sino, todas las mujeres del pueblo.

Otro gran misterio que tenían oculto. Ellas no iban al regato. En mi familia no las vi nunca entrar en la cuadra. Era como si ellas no lo hicieran, como si en ellas no existiera esa necesidad. Lo tenían bien escondido.

Y ahora me preocupa otra cosa. Dónde y cómo cagaban los viejos. Ellos, lo más probables es que no pudieran ponerse en cuclillas, las rodillas ya, artríticas y artrósicas se lo impedirían. 

¿Lo hacían de pie? ¿Se abrían de piernas para no mancharse agarrados a algún poste? ¡Porca miseria!

Había un cura gordo



Había un cura gordo
Y un maestro flaco.

Al cura le llamaban Don Estanislao
Al maestro, el “Pachurro” de “Espachurrao”.


Más que la barriga abultaba la papada.
Como un pavo encebado.
Sentado en su sillón,
Papada y barriga dos en una son.

Con las manos sobre ellas
agitando los pulgares
hinchadas las narices
caídos los belfos,
babosa la boca,

más que respeto miedo verle daba. 


Daba hostias el cura como panes
en la cara y al suelo te tiraba. 
Daba hostias a espuertas
Con sus manos de bestia.
Manos que después de hostiar
habías de besar.

El maestro Pachurro
Ni a una mosca tocaba.
Los salvajes muchachos que el cura hostiaba
Se burlaban de él en su propia cara.

Ni "pa" comer tenía el maestro
Robaba la leña de la estufa
llevándosela oculta en la raída chaqueta. 

Qué comía nadie sabía.

Al cura le daban pesetas y bodigos
por misas, rosarios, entierros y responsos.

Tantos le sobraban que a la burra se los echaba.

Vivía solo el maestro en una casa del ayuntamiento.

El cura vivía en un palacio con jardín y huerto
también del ayuntamiento.

Con dos sobrinas, decía:
Una, la Peque, chepuda, paticorta y demoníaca.
La otra, Aurea, fina, beatífica y virginal.
Ambas al servicio del cura: su majestad.

Que hijas suyas eran

cotilleaban las malas lenguas
en corrales y tabernas.

El amo del pueblo era.
Más mandaba que otra autoridad.
A todos les tenía como velas.
Recorría los bares sacando a los hombres a la procesión.
Echaba broncas desde el púlpito a
mozas y mujeres por enseñar brazos  y piernas. 

Todos se reían del maestro como el tonto del pueblo.
Él no pintaba nada.

Todos al cura adulaban en su presencia,
Y a escondidas, casi todos en él se ensuciaban.

jueves, 6 de junio de 2019

zapatos de tacón





El ministro de Sanidad, Trabajo y Bienestar japonés, Takumi Nemoto, no apoyará la petición de prohibir que las mujeres tengan que llevar tacones altos en trabajo. En una reunión de la Dieta –el Congreso japonés– este miércoles, el ministro ha defendido que llevar tacones altos "es necesario y razonable en el lugar de trabajo".


Nuestra sociedad se define como machista y capitalista
Ambas característica van unidas y se apoyan una en otra. 
Los rasgos definitorios son múltiples. 
Yacen arraigados en nosotros desde tiempo inmemorial. 
No somos conscientes de ellos. 
Confundimos lo que es impuesto por costumbres y normas no escritas, con aquello otro que podría ser natural y biológico.


En ese contexto machista capitalista están diseñados nuestros comportamientos tanto del hombre como de la mujer.
Las diferencias entre uno y otro, las vemos naturales y biológicos, no sociales, impuestos por la ideología a través de costumbres y tradiciones, ancestrales algunas, otras contemporáneas. Estos rasgos y comportamientos incontables y muy sutiles, además, nos pasan desapercibidos. Creemos equivocadamente, que son naturales y que forman parte de las características humanas.



La definición muy sintética del concepto de capitalismo es considerarlo a todo como una mercancía incluso el ser humano en cuerpo y alma. La definición de machismo es considerar a la mujer inferior y “mercancía” u objeto al servicio del hombre en muchas características. Nuestros rasgos y comportamientos en general manifiestan el sentido capitalista machista de la historia.

Vamos a observar la indumentaria femenina, que como he dicho antes, forma parte de esos comportamientos que creemos naturales. ¿Porqué hombres y mujeres visten de forma tan diferente? ¿Es eso natural o es impuesto por los poderes machistas ocultos de la sociedad?


Lo que voy a exponer a continuación, quizá pueda ofender a algunas personas. Porque hablar de estos temas se considera incluso machista, cuando lo que se hace es criticar al machismo. Y es considerado un poco tabú del que no se puede hablar.
Pido mil perdones por ello. No quiero ofender. Solo mostrar lo que veo. Quizá me equivoque, no lo creo. Pensadlo.

Los zapatos de tacón son uno de los elementos más claros de la imposición machista en los usos y costumbres cotidianos de las mujeres. Se constituye como santo y seña, físico y material, psíquico y social, signo y símbolo del machismo, y la consideración de objeto sexual de la mujer por parte del hombre.
Vamos a exponer dos aspectos. El primero relativo a la consideración de objeto sexual y el segundo, en cuanto a la salud física. Quiero hacer constar que este último es más aceptado que el primero.

En cuanto a la consideración de objeto sexual: los zapatos de tacón provocan una anteroversión de la pelvis -inclinación exagerada de la pelvis hacia adelante- que se refleja y manifiesta por todo el cuerpo hacia arriba y hacia abajo.  En síntesis y sobre todo, resalta los pechos y las nalgas o glúteos. Dicho de forma vulgar y contundente, resalta el culo y las tetas. Además de aumentar la estatura, engrosar las pantorrillas y alargar las piernas.  (Esto lo puede comprobar cualquiera ahora mismo). Primer rasgo material del machismo y de mostrar a la mujer un objeto sexual.
Pero hay más, porque eso produce daños físicos corporales que más tarde serán más peligrosos.

En cuanto a la salud física, llevar tacones produce una serie de malestares y malformaciones en la estructura corporal comprobable a más largo plazo. Por un lado, desequilibra el pie, lo estropea y deforma anatómicamente, desde los dedos al tobillo, alarga el empeine y flexiona y contrae los dedos provocando en ellos múltiples malformaciones. Esto ocurre porque además del tacón estos zapatos suelen ser estrechos en la punta, deformando con ello los dedos. Además de esto, hace cargar todo el peso del cuerpo sobre los metatarsos.
En las piernas, provoca la contracción, el acortamiento y el engrosamiento de los músculos gemelos -las pantorrillas-. La anteroversión pélvica aumenta la lordosis lumbar -hundimiento de las vértebras lumbares y acortamiento de los músculos-cervical que conllevará a medio y largo plazo molestias y dolores más o menos agudos y graves, en la espalda como lumbalgias. Simplificando: desviaciones y deformaciones de los pies, las piernas y la columna.

 Zapatos de tacón, piernas depiladas, pantalones ajustados remarcando bien las nalgas, el pubis y la vagina, tetas levantadas y visibles, axilas depiladas, uñas largas de porcelana y pintadas, cuerpo de muñeca barbi, cara maquillada, labios engruesados bien pintados…



Hay que hacer notar que últimamente los zapatos de tacón se utilizan poco en la vida cotidiana. No es como hace unos años – una y dos generaciones- en que era el calzado habitual de la mujer, estando con ellos la mayor parte del día. Actualmente, más bien parecen restringidos a actos sociales, ya que en la calle se les ve muy poco. Se exhiben sobre todo en los actos oficiales, en los eventos, en las fiestas grandes: bodas, etc., y sobre todo en las televisiones, -todas las presentadoras y casi todas aquellas mujeres que van a una entrevista los llevan- considerados como elementos de elegancia, belleza, riqueza, estatus o poder.





Los zapatos, no obstante, forman parte de toda la indumentaria femenina, pensada para la exhibición de la mujer como objeto sexual, pero considerada por la mujer y por el hombre como una característica femenina, incluso la mujer lo justifica como una elección en su libertad de vestir lo que le venga en gana. 

La costumbre se ha impuesto de tal forma que nadie se plantea que sea un elemento machista. 



La diferencia biológica entre el hombre y la mujer no justifica su diferencia en el vestir. 
La diferencia en el vestir es cultural, no biológica, impuesta desde hace miles de años por la cultura patriarcal machista y capitalista, con diversas variaciones a través del tiempo.
Antes, la mujer estaba tapada de arriba abajo. En la cabeza llevaban velos y pañuelos, en las manos y brazos guantes, los vestidos llegaban hasta los pies -recuerdo cuando era niño, que un señor mayor contaba que de joven iba con otros amigos, a las paredes del tranvía a ver los tobillos a las mujeres cuando subían-, por debajo del vestido llevaban enaguas y corsés. Pero ha habido muchas variaciones a lo largo de los años y dependiendo de las clases sociales.


Hoy en día, tras la liberación sexual los cambios han sido rotundos. Y hay que tener en cuenta que este cambio y diferencia con los hombres, siempre va a resaltar los atributos sexuales de la mujer, e insinuar, mostrar o destapar estos atributos. La mujer se viste para el hombre -macho-, para sentirse admirada por él, y envidiada por otras mujeres, que tienen menos atributos que mostrar. Todo se hace, de una manera encubierta, y con la falsa justificación de la libertad, para admirar al hombre-macho. Sus vestimentas, sus pinturas, sus movimientos, sus comportamientos, de una manera sutil y aparentemente natural, es la seducción. Su identidad, su valor, su empoderamiento, parece estar únicamente en la “belleza” externa, no en su valía interna, propia, independiente de que sea mujer u hombre. 

El hombre -macho- encantado con la vestimenta de la mujer. Pero que la mujer esté también encantada de ello, evidencia su alienación en este aspecto. La mujer se ha convertido así en la máxima transmisora y propagandista de la ideología machista, -aparte de en la vestimenta, en otros mucho aspectos-. Lo único casi que acepta reivindicar es la igualdad de salarios y otros aspectos similares de competencias profesionales. Solo algunas como las mujeres japonesas, o algunas actrices están rechazando el uso del zapato. No hay ninguna entrevista realizada en la televisión a una mujer, más o menos famosa, donde no se vean los zapatos y los escotes, ¿somo signo de femineidad? Y esto es lo que transmiten los medios, la falsa idea de que el valor de la mujer está en cómo viste. Y quien lo ve, copia, imita y acepta esa idea.


Pero ¿qué pasa con el conjunto de la vestimenta?
Yendo de abajo hacia arriba, ya que hemos comenzado por los zapatos, y siguiendo el transcurrir de las modas, a continuación, nos encontramos con los “leguins” -no sé si los llaman así- elementos muy muy superajustados desde los tobillos a la pelvis, de modo que resaltan las nalgas, remarcándolas, además, el pubis y la línea de la vagina. Se puede ver claramente yendo por la calle, no es ningún invento mío. Además de llevarlas claramente por la calle, se utiliza como vestuario para Pilates.
Continuando hacia arriba nos encontraremos con grandes escotes enseñando gran parte de los pechos, los hombros, la espalda, la cintura, las caderas….


 ¿Por qué los hombres no se ponen zapatos de tacón y no enseñan partes desnudas de su cuerpo?

Hemos descrito brevemente la vestimenta, vayamos ahora a otra cuestión: ¿Por qué la mujer ha de pintarse, maquillarse y depilarse -no solo las asilas, sino las piernas, los brazos, la cara…-, como signo femenino de identidad y o de belleza? Ese signo es impuesto por la cultura machista y capitalista. La identidad de la mujer no está en la vestimenta ni en ninguna de esa otra mampostería. Ni tampoco su belleza. Su belleza externa es natural, no hace falta que se la añadan adornos machistas. Y su valía interna depende de lo que hace, lo que dice, lo que piensa, lo que es, como persona y como profesional.


Y de nuevo, ¿por qué el hombre no se maquilla, no se depila, no se pinta, no se pone leguins, etc., etc.?

Se cree que la mujer no ha de tener ningún pelo en el cuerpo, ello es considerado feo o animalesco. Se depilación las piernas, los brazos, las axilas, la cara…. Y luego están los maquillajes, la pintura en los labios, en las uñas…

La consideración de la mujer como objeto sexual se utiliza como señuelo para el macho en anuncios y propagandas de todo tipo.
Y a esto se añade la proliferación de tiendas dirigidas a la “belleza” de la mujer -el 90 % de las tiendas son para la mujer- ropa, vestuario, maquillaje, pintura, cosméticos, cremas, etc., perfumerías, adornos: pulseras, collares, pendientes, etc., Complementos como bolsos, los cuales también ocasionan desviaciones de la columna, al llevarlos siempre excesivamente cargados -con todos los utensilios que la mujer utiliza para su “belleza”- y colgados generalmente sobre un lado.



 Mujeres muñecas exhibicionistas obnubiladas.

 Así quieren los hombres machistas a la mujer como objeto sexual.
Así quieren los mercados a la mujer, por un lado, como objeto señuelo para comprar, por otro, como objeto comprador.


Y vamos con las tiendas. ¿Qué pasaría si las mujeres dejaran de comprar tanta ropa, bolsos, joyas, cosmética, complementos, zapatos, perfumería, maquillajes, pinturas, etc. etc. ¿Se hundiría la economía? Posiblemente.




Aportamos aquí unos datos (adaptación de un texto de Suzanny Melahe)


Los vellos no son asquerosos ni anti-Higiénicos.
Tienen varias funciones como protección física y protección térmica.
Si algo es anti-higiénico es la depilación.
En la depilación (sea con cera o afeitadora) se agrede la piel, causando micro lesiones.
No es por casualidad que duele, no es por casualidad que se hincha, se pone rojo y a menudo sangra Cuando se depila es más vulnerable a enfermedades e infecciones, tanto por quitar el pelo que es una protección, como por herir la piel dejándola más sensible.
La depilación también puede cambiar su flora vaginal, que está compuesta por diversas bacterias que trabajan con el fin de mantener la región sana, con la depilación también corre el riesgo de alergias en la piel y de vellos enterrados, que pueden infectar.
Las toallas femeninas y los tampones desechables son demasiado tóxicos para el cuerpo y el planeta. Hay que optar por alternativas ecológicas, que además de cuidar al planeta, nos acercan a nuestros cuerpos.
No uses toallas sanitarias o papel higiénico con olores o aromas.
Intenta usar siempre calzones blancos 100% algodón, evita la ropa que te apriete la vulva.