sábado, 19 de noviembre de 2022

¿POR QUÉ HOY NO ES POSIBLE NINGUNA REVOLUCIÓN?



¿POR QUÉ HOY NO ES POSIBLE NINGUNA REVOLUCIÓN?

 

Traté de explicarle a Negri por qué hoy ya no es posible hacer ninguna revolución. -Dice Byung Chul-

 

¿Por qué el sistema de gobierno neoliberal es tan estable? 

¿Por qué encuentra tan pocas resistencias? 

¿Por qué todas ellas en seguida resultan ser ineficaces? 

¿Por qué hoy no es posible ninguna revolución a pesar de la desigualdad cada vez mayor entre ricos y pobres? 

 

Para explicarlo es necesario entender con más precisión cómo funcionan hoy el poder y el gobierno.

 

Quien quiere instalar un nuevo sistema de gobierno tiene que eliminar la resistencia.

 

El poder que mantiene el sistema neoliberal no es represivo, sino seductor. 

/ Aparentemente, no es que no sea represivo, es que lo enmascara con la seducción /

 

El neoliberalismo convierte al trabajador oprimido en un empresario libre, en un

empresario de sí mismo. Así, todo el mundo es señor y siervo en una misma persona. Quien fracasa hoy, se culpa a sí mismo y se avergüenza de sí. 

Uno se problematiza a sí mismo en lugar de problematizar a la sociedad.

 

Mucho más eficaz es la técnica de poder que se encarga de que las personas se

subordinen por sí mismas al sistema de gobierno

 

Su peculiar eficacia se debe a que en lugar de actuar con prohibiciones y privaciones lo hace con favores y satisfacciones. / aparentes /

 

En lugar de hacer a las personas dóciles trata de hacerlas dependientes.

Hoy nos desnudamos voluntariamente. 

/ en instagran, en otras redes – y en la calle – se pueden enseñar las tetas, el culo o lo que se quiera, y a eso se le llaman libertad / en una dictadura, se sabe muy claro contra quien hay que protestar – en el neoliberalismo no, porque todo está confuso, con la aparente libertad / 

 

Es justamente esta sensación de libertad la que hace imposible las protestas. 

 

Desnudarse voluntariamente obedece a la misma lógica de la eficacia, que la autoexplotación libre.

 

Es importante distinguir entre la fuerza que instaura y la fuerza que mantiene.

 

La fuerza que mantiene el sistema asume hoy una forma elegante y afable, y gracias a ello se hace invisible

El sujeto sometido ni siquiera es consciente de su sometimiento.

 

La dominación que oprime y ataca la libertad no es estable. 

 

El régimen neoliberal es tan estable y tan inmune a toda resistencia porque, en lugar de oprimir la libertad, la utiliza.

/ el mayor ejemplo de está libertad neoliberal es Ayuso: proclama la libertad y gana por ello, mientras se le mueren 7.000 personas en las residencias e incluso los jueces no la juzgan – la mayoría de los individuos mucho menos / 

 

La opresión de la libertad en seguida provoca una resistencia. 

La explotación de la libertad, por el contrario, no. / porque además, la falsa libertad se asienta sobre la ignorancia – si un@ se cree libre es por su ignorancia /

 

Para Naomi Klein el estado de conmoción social tras catástrofes como la crisis financiera en Corea del Sur o en Grecia es la oportunidad para someter violentamente a la sociedad a una reprogramación radical. 

Corea del Sur tiene hoy el mayor índice de suicidios a nivel mundial. 

Uno aplica la violencia contra sí mismo en lugar de querer cambiar la sociedad. 

/en lugar de utilizar su malestar para protestar por su situación, se suicidan. Con lo cual un problema social de explotación, lo convierten en un problema personal / 

 

La agresión hacia fuera, que causaría una revolución, deja paso a la autoagresión.

 

Hoy no hay una multitud cooperante e interconectada que se alce como una

masa crítica y revolucionaria global. 

Hoy todos compiten contra todos, incluso dentro de una misma empresa. 

Esta competencia absoluta incrementa enormemente la productividad, pero destruye la solidaridad y el civismo. 

Con individuos agotados, depresivos y aislados no se puede formar ninguna masa

revolucionaria.

 

No se puede dar una explicación marxista del neoliberalismo.

En él ni siquiera se produce la famosa «alienación» del trabajo. 

Hoy nos lanzamos eufóricamente a trabajar hasta quedarnos quemados. 

El primer nivel del síndrome de burnout es justamente la euforia.

El burnout y la revolución se excluyen. 

Por eso es un error creer que la multitud derrocará al imperio parasitario e instaurará una sociedad comunista.

 

La economía del compartir debe reemplazar a la economía de la propiedad y de la posesión.

 

También Wunder Movility, la plataforma digital para compartir coche que nos convierte a todos en taxistas, basa su publicidad en la idea de comunidad. Pero es un error creer que la economía del compartir, tal como afirma Jeremy Rifkin en su último libro, la sociedad de coste marginal cero, anuncia el final del capitalismo, una sociedad global de orientación comunitaria en la que compartir tendría más valor que poseer. 

Al contrario: la economía del compartir lleva en último término a una comercialización total de la vida.

 

Quien no tiene dinero tampoco tiene acceso a lo que se comparte.

Airbnb, el mercado comunitario que transforma cada hogar en un hotel, rentabiliza incluso la hospitalidad. La ideología de la comunidad o de los recursos comunes para la colaboración conduce a la capitalización total de la comunidad. 

 

En una sociedad de la valoración recíproca se comercializa incluso la afabilidad. 

Uno se vuelve afable para recibir mejores valoraciones.

Incluso en plena economía colaborativa impera la dura lógica del capitalismo. 

Es paradójico que en este hermoso «compartir» nadie dé nada voluntariamente. 

 

El capitalismo se consuma en el momento en el que vende el comunismo como mercancía. 

 

El comunismo como mercancía es el final de la revolución. 

miércoles, 16 de noviembre de 2022

Capitalismo y pulsión de muerte



Capitalismo y pulsión de muerte

Byung-Chul Han

 

 

Este es un texto pequeño de Byung-Chul. 

Lo que aparece en rojo son mis aportaciones personales al texto del autor. 

 

 

Lo que llamamos hoy crecimiento -referente al capitalismo- es en realidad una proliferación carcinomatosa. 

/ Como un cáncer que crece sin consciencia de hacia dónde ir voluntariamente. - Crecer por crecer, por tener más. - Por comérselo todo. Todo lo de los otros. - La célula que se come a otras células hasta acabar con todo el organismo. - Sin embargo, la célula cree -no cree nada, no tiene consciencia, es un instinto natural de la vida, pero degenerado, algo natural que se ha desnaturalizado- que para vivir ella, tiene que alimentarse sin ningún límite, no se sacia.  – Luego, crece -o vive- para evadir la muerte. - Y con ese ánimo de crecer, de no morir, lo que hace es matar todo cuanto le rodea, incluso a sí mismo -autoagresión-. Capitalismo y cáncer se asemejan. Son una metáfora, una simbología uno del otro. -  /

 

Crecimiento que recuerda a un paroxismo de muerte. Vitalidad que oculta que se está avecinando una catástrofe mortal. 

/ Como el cáncer cuyo final es la muerte. - Fuerza, crecimiento o vitalidad que esconde que se conduce a la muerte.  /

 

La producción cada vez se parece más a una destrucción. 

/ Ese es el objetivo oculto de la producción cancerosa de la célula -o del capital-: la destrucción del organismo que lo sostiene: la humanidad, la tierra, la naturaleza, el ecosistema. /

 

La historia de la humanidad -con el capitalismo- se desarrolla como una enfermedad infecciosa mortal. Crecimiento y autodestrucción se identifican, -avanzan unidos-.

 

En “El malestar en la cultura”, Freud escribe que el hombre, con su «cruel agresividad», es una «bestia salvaje que ni siquiera respeta a los miembros de su propia especie. -cosa que las demás especies si hacen- La humanidad se destruye a sí misma. Freud podría haber afirmado que el capitalismo representa aquella forma económica en la que el hombre puede desfogar mejor su agresividad como bestia salvaje. 

 

En vista de la destructividad del capitalismo no parece descabellado asociarlo

con la pulsión de muerte de la que habla Freud.

 

«La gran astucia del capitalismo consiste en canalizar -y enmascarar- las fuerzas destructivas y la pulsión de muerte, reconduciéndolas hacia el crecimiento.

 

¿Realmente la pulsión de muerte freudiana es apropiada para explicar el proceso

destructivo del capitalismo? ¿O lo que domina el capitalismo es un impulso de

muerte de tipo totalmente distinto, inasequible para la teoría freudiana de las

pulsiones?

 

La idea de la pulsión de muerte fascina tánto a Freud porque se puede aducir

como explicación del impulso humano de destrucción.

 

La primera forma como se manifiesta la pulsión de muerte es la autoagresión.

 

Mientras que la agresividad hacia los demás protege al ser vivo de su autodestrucción.

 / Canalizar la agresividad hacia el entorno y hacia los otros.  – La agresividad es fruto de la frustración– y la frustración es el resultado de la represión de los instintos o fuerzas vitales, del impedimento de la realización de las propias capacidades humanas.  /

 

Freud explica la agresividad en función de la pulsión de muerte. 

Donde la pulsión de muerte emerge sin propósito sexual, incluso en la más ciega furia destructiva, es imposible desconocer que su satisfacción se enlaza con un goce narcisista extraordinariamente elevado, en la medida en que enseña al yo el cumplimiento de sus antiguos deseos de omnipotencia. 

/ El narcisismo radica en la carencia. La necesidad de admiración y aplauso, reside en la carencia de afecto y reconocimiento básico en la infancia. -  Y la acumulación, -de cosas, ropas, joyas, adornos, dinero…- remite al vacío. -Como me siento vacío acumulo cosas para sentirme lleno- - Así que la célula cancerígena, es una metáfora -o simbología- del vacío existencial, que necesita acumular, poseer, producir, etc., para llenarse. - Y esas condiciones nos llevan también al trabajo alienado, o a la necesidad de hacer cosas -trabajar- hasta emborracharse: trabajólicos, la droga del trabajo, y la adicción a otras drogas de una forma compulsiva y neurótica. - La célula cancerosa igual que el capitalismo, necesita de otras células o de otras personas para dejarse arrastrar a lo que el crecimiento necesita. - Necesita que otras personas consuman para él hacerse grande. Si las demás personas no consumieran, el capital no crecería. Necesita de personas arrastradas al consumo, de cosas, prendas, ropa, modas, adornos, cachivaches, utensilios, que a la vez que alimentan su falta de realización y acumulan cosas para ello, hacen que el capital crezca. Son adictas a las tiendas, -y hay que tener en cuenta que las mayorías de las tiendas van dirigidas a las mujeres ofreciéndolas todo tipo de productos. - Y aquí aparece la libertad, libertad de consumir variedad de objetos. –El capital necesita personas que consuman– La célula cancerosa necesita otras células enfermas que se dejan consumir. Una sociedad enferma necesita individuos enfermos para crecer. Luego, alimenta la enfermedad, dándole visos de libertad y de salud.

 

La fuerza motora del capitalismo es la pulsión de muerte puesta al servicio del crecimiento. ¿Qué es lo que engendra aquel irracional imperativo de crecimiento que hace que el capitalismo sea tan destructivo? ¿Qué fuerza al capitalismo a acumular a tontas y a locas? 

El capital se acumula para hacer frente a la muerte como pérdida absoluta. La muerte genera la presión para producir y para crecer. La tesis de que la idea freudiana de la pulsión de muerte representa, en último término, una estrategia inconsciente para reprimir la muerte.

 

La economía de la violencia es dominada por una lógica de la acumulación.

Cuanta más violencia se ejerce, tanto más poderoso se siente uno.

La acumulación de poder para matar genera una sensación de crecimiento, de fuerza, de poder, de invulnerabilidad y de inmortalidad. 

El gozo narcisista que conlleva la violencia sádica se explica justamente por este aumento de poder. Matar protege de morir. Uno se apodera de la muerte matando. Un aumento de poder para matar significa una disminución de la muerte. También la carrera armamentista nuclear obedece a esta economía capitalista de la violencia. Nos imaginamos la capacidad acumulada de matar como capacidad de sobrevivir.

 

/ Muchas veces me he preguntado para qué sirve tener tanto dinero, si no se lo pueden gastar en 3000 años de vida. aquí he encontrado la respuesta. la respuesta está en algo simbólico. - La simbología yace por debajo de la razón y de la consciencia. - Algo que resulta ilógico, irracional. pero que está en nuestro psiquismo y en nuestro comportamiento. - Que es la guía de nuestro comportamiento, explicando lo inexplicable. - Explicando la racionalidad de lo irracional. - Somos lo que no somos, aquello que no pudimos realizar ni hacer manda en nuestro comportamiento. – Manifestamos en todo lo que hacemos aquello más primigenio que nos falta /

 

La violencia sufrida que condujo a la muerte, genera como respuesta otra violencia en sentido contrario.Toda muerte debilita al grupo. El grupo, por tanto, tiene a su vez que matar, para restablecer la sensación de poder. La venganza sangrienta no está orientada contra nadie. Precisamente por eso es tan devastadora. Puede incluso suceder que el grupo decidido a vengarse mate a gente totalmente ajena. 

La frustración causada se satisface agrediendo y matando a otros, a todo lo que se mueve alrededor. El placer reside en realizarse, en realizar las potencialidades ocultas. La no realización de esas potencialidades produce frustración, es un displacer, que se satisface y compensa, descargando su energía vital reprimida, agresivamente, contra lo otro, los otros, o contra sí mismo. / 

 

Aquiles venga la muerte de su amigo Patroclo matando y ordenando matar a discreción. No solo se matan enemigos. También se sacrifican enormes cantidades de animales. 

 

La etimología del dinero remite al contexto de sacrificio y de culto. El dinero es

originalmente el medio de intercambio para conseguir animales para el sacrificio. Quien tiene mucho dinero obtiene un poder divino para matar: «En su origen, en el sacrificio cultural, el dinero es una especie de sangre sacrificial congelada

Lanzar dinero alrededor, hacer fluir el dinero y verlo fluir, genera un efecto similar al vertimiento de sangre en el combate o en el ara sacrificial.

El dinero acumulado otorga a su propietario el estatus de un depredador

Lo inmuniza contra la muerte. En el nivel de la psicología profunda perdura la fe arcaica en que la acumulación de capacidad de matar, el aumento de riqueza en forma de capital, protege de morir.

 

La lógica de acumulación del capital se corresponde exactamente con la economía arcaica de la violencia. El capital se comporta como un maná moderno. El maná es aquella misteriosa sustancia poderosa que se obtiene al matar. 

Se acumula maná -capital- para generar una sensación de poder e invulnerabilidad:

Se suponía que el guerrero contenía en su cuerpo el maná -el poder- de todos los que había matado. [...] Con cada muerte que lograba crecía también el maná de su lanza.

[...] Para incorporar directamente su maná comía de su carne;

/ -se cree que se adquieren las cualidades del muerto, comiendo su carne- y se cree que uno se hace rico imitando a los ricos- se da la apariencia de rico teniendo muchas cosas, vistiendo de esta manera u otra, aparentando serlo, portando insignias- /

 

Y para fijar ese crecimiento de poder durante una batalla [...] llevaba sobre su cuerpo, como parte de su equipo de guerra, cualquier parte corporal del enemigo vencido, un

hueso, una mano reseca, a veces incluso un cráneo entero. -una insignia de lo que se cree el poder, de lo que representa el poder-

 

La acumulación de capital tiene el mismo efecto que el maná. El capital creciente significa poder creciente. El aumento de capital significa la disminución de la muerte. Se acumula capital para escapar de la muerte. El capital se puede interpretar también como tiempo coagulado. El capital infinito genera la ilusión de un tiempo infinito. 

El tiempo es dinero. En vista del tiempo de vida limitado se acumula el tiempo del capital. -ilimitado-. 

 

El capitalismo está obsesionado con la muerte. Lo mueve el miedo inconsciente a la muerte. Sus imperativos de acumulación y de crecimiento surgen en vista de la amenaza de muerte. No solo generan catástrofes ecológicas, sino también

catástrofes mentalesLa destructiva presión para aportar rendimiento hace que la

autoafirmación y la autodestrucción se identifiquen. Uno se mata a optimizarse. 

/ la obsesión por crecer y producir más y mejor conduce a la propia muerte. /

 

La autoexplotación sin escrúpulos provoca un colapso mental- y físico - La guerra brutal de la competencia resulta destructiva. Suscita una frialdad y una indiferencia

hacia otros que vienen acompañadas de frialdad e indiferencia hacia sí mismo.

 

En las sociedades capitalistas los muertos y los moribundos son cada vez menos visibles.

Cuando la fábrica ya no existe, el trabajo está por todas partes. Si desaparecen los manicomios es porque la demencia se ha convertido en normalidad.

Cuando los muertos no son visibles, la rigidez cadavérica recubre la vidaLa vida se anquilosa en mera supervivencia. Si la muerte es rechazada en la supervivencia, la vida no es entonces […] más que una supervivencia determinada por la muerte.

 

 

La separación de vida y muerte, que constituye la economía capitalistagenera la

vida no-muerta, la muerte en vida. 

El capitalismo genera una paradójica pulsión de muerte, pues le quita la vida a la vida. Los zombis del rendimiento, del fitness o del bótox son fenómenos de la vida no-muerta. / Para aparentar estar vivos, guapos, fuertes / El no-muerto carece de toda vitalidad. / las gentes se parecen cada vez más a cadáveres bien embalsamados / Solo la vida que asume la muerte es realmente viviente. La histeria por la salud es la manifestación biopolítica del propio capital. / El capitalismo hace de todo, una fiesta, un espectáculo para aplaudir. Así enmascara, lo que ella es en realidad, la productora de la muerte, la muerte en vida. / 

 

En su ambición de una vida sin muerte el capitalismo construye necrópolis,

antisépticos espacios de la muerte que están depurados de ruidos y olores

humanos.

Los procesos vitales son transformados en procesos maquinales. 

El ajuste total de la vida humana a la función -y a la producción y alienación por el trabajo- es ya una cultura de la muerte. 

El principio de rendimiento asimila el hombre a la máquina y lo enajena de sí mismo. / -lo convierte en una máquina de producción, el cuerpo es una herramienta de trabajo- / 

 

El dataísmo -el pensamiento de los datos- y la inteligencia artificial cosifican el propio pensamiento.

Los vivos recuerdos son reemplazados por la memoria maquinal. / conocer muchas cosas que no sirven para nada – el futbol – el chismorreo – el parloteo /

 

Solo los muertos se acuerdan de todo. Las granjas de servidores son lugares de muerte. Para sobrevivir nos enterramos vivosCon la esperanza de sobrevivir acumulamos el valor muerto, el capital. El capital muerto destruye el mundo viviente. En eso consiste la pulsión de muerte del capital

El capitalismo es dominado por una necrofilia que transforma la vida en cosas inertes. Una fatídica dialéctica de la supervivencia hace que la vida se torne algo muerto, o algo no-muerto. 

 

Acerca del mundo dominado por la necrofilia Erich Fromm escribe lo siguiente:

El mundo se convierte en una suma de artefactos sin vida; del alimento sintético

a los órganos sintéticos, el hombre entero se convierte en parte del mecanismo

total, que él controla y que simultáneamente lo controla a él. 

 

El robot apenas se distinguirá de los humanos, el hombre es difícil de distinguir de un robot. / El capitalismo quiere robots a las personas -y las convierte en ello- para poder manejarlas mejor, psíquica y físicamente, porque para poder trabajar como máquinas, han de estar alienados, convertidos ellas mismas en máquinas, que acepten el trabajo, sin rechistar, como un engranaje /

 

La muerte ya no se expresa simbólicamente por heces ni cadáveres malolientes.

Sus símbolos son ahora máquinas limpias y brillantes.

 

La vida de los no-muertos, es una vida cosificada y maquinal.

Por tanto, la inmortalidad solo se podrá alcanzar al precio de la vida

 

Baudrillard: En un sistema que obliga a vivir y a capitalizar la vida, la única alternativa es el impulso de muerte. Baudrillard concibe lo simbólico como aquella esfera en la que la vida y la muerte todavía no están diferenciadas.

 

“ni siquiera el sistema escapa al deber simbólico, y en esta trampa radica la única

posibilidad de provocar su catástrofe. […] Es necesario que el sistema mismo se

suicide en respuesta al múltiple desafío de la muerte y del suicidio”

 

El terrorismo es un fenómeno sintomático del propio sistema capitalista, y no su opuesto. / Es que, él crea el terrorismo con diversos objetivos – para buscar el chivo expiatorio, para despistar, para dirigir la atención a otro punto - / 

 

La brutalidad y la frialdad del terrorista suicida reflejan las de la propia sociedad capitalista. Además, el terrorista tiene el mismo cuadro psicológico que los habitantes de esa sociedad. El suicidio asume la forma de una autoproducción. Es imaginado como un selfie definitivo. El terrorista suicida es consciente de que, tras cometer su acto, su foto circulará en seguida por todos los medios. Se le presta la atención que hasta entonces se le había negado. 

El terrorista suicida es un Narciso con cinturón de explosivos. 

 

La revolución de la muerte no podrá cambiar radicalmente el sistema capitalista.

Se necesita otra forma de vida, que revoque la separación entre la vida y la

muerte y haga que la vida vuelva a participar de la muerte. 

Toda revolución política tiene que ir precedida de una revolución de la conciencia que devuelva la muerte a la vida.

Hay que tomar conciencia de que la vida solo es viviente en un intercambio con la muerte y de que el rechazo de la muerte destruye todo presente vivo: La lucha contra la muerte conduce a un énfasis excesivo del pasado y del futuro, mientras que lo que se pierde es el presente, es decir, justamente la vida

 

La muerte como fin de la vida concebida biológicamente no es el único tipo de

muerte, y ni siquiera el único tipo verdadero. 

La muerte se puede concebir también como un proceso continuo, en el que uno va perdiendo progresivamente su identidad ya mientras vive. 

 

La muerte comienza entonces ya antes de la muerte. La identidad del sujeto es esencialmente más compleja que la del nombre que permanece inalterado. 

El sujeto se aparta cada vez más de sí mismo.

 

La idea moderna de la muerte está definida por aquella noción que se rige por la

función biológica. Localiza la muerte en el cuerpo, que en algún momento deja

de funcionar. / No se localiza en dejar de pensar, no en convertirse en un robot – la muerte es una consecuencia física, mental y social/

 

Bataille concibe la muerte como una forma intensa de vida

La muerte otorga intensidad a la vida. Es un derroche, un exceso, un despilfarro, un desenfreno, una dilapidación. 

El paroxismo causado por la muerte es esencial para la experiencia erótica: «No hay amor si no es en nosotros como la muerte». Bataille comienza su libro “El erotismo” con las palabras: «Se puede definir el erotismo como una afirmación de la vida incluso en la muerte».

Mientras que Freud opone el Eros a la pulsión de muerte, Bataille evoca la vecindad de muerte y Eros. El impulso vital llevado al extremo se parece al impulso de muerte, que a diferencia de la pulsión freudiana de muerte es una expresión de la propia vida.

 

Lo erótico es el medio en el que la vida y la muerte se intercambian

En cuanto que exceso y dilapidación, la muerte representa el principio de la anti-economía. Resulta subversiva frente al sistema capitalista: «En un sistema donde la vida está regida por el valor y la utilidad, la muerte se vuelve un lujo inútil y la única

alternativa»El erotismo es una aventura de la continuidad. Rompe con esa

discontinuidad del individuo aislado en sí mismo en la que se basa la economía.

Da la muerte al yo. La muerte es un perderse en lo distinto, que pone fin al narcisismo.

 

El capitalismo se organiza a través de la necesidad y el deseo, que tienen que

reflejarse en el consumo y la producción. Las pasiones y las intensidades dejan

paso a sensaciones agradables y a excitaciones sin consecuencias. Todo se

reduce a la fórmula del consumo y el disfrute. Negatividades como el dolor son

eliminadas a favor de la positividad de la satisfacción de necesidades. La muerte

es la negatividad por excelencia. La presión para producir la elimina. Incluso el

amor se amolda al proceso capitalista y se atrofia en la sexualidad como necesidad. 

 

El otro se degrada a objeto sexual, con el que el sujeto narcisista satisface sus necesidades. El otro, al que se ha privado de su alteridad, ya solo se puede consumir.

 

Con su negación de la muerte el capitalismo hereda la metafísica. Representa una metafísica materialista que aspira a un capital infinito.

Pero la vida que evita la muerte como si fuera una suciedad tendrá que asfixiarse en sus propias excreciones.

Adorno: Hay que asumir en la conciencia en toda su gravedad aquellas dimensiones de la muerte que hasta ahora se han reprimido. La conciencia humana es mortal. La vida que niega la muerte como algo meramente destructivo acaba desarrollando rasgos destructivos.

 

La preocupación por la salud es una ideología del capital, es más, es una enfermedad. La histeria por sobrevivir distorsiona la vida. La proliferación de lo sano siempre es ya al mismo tiempo, en cuanto tal, la enfermedad.

El antídoto contra ella es la enfermedad en cuanto que consciente de sí misma, consciente de la limitación de la propia vida. 

Esta enfermedad salutífera es la belleza. Refrena la vida, y por tanto su decadencia. Pero si en aras de la vida se niega la enfermedad, entonces la vida hipostasiada, precisamente por haber sido separada a ciegas de su otro componente, se pasa a él, a lo destructivo y maligno, a lo procaz y presuntuoso. Quien odia lo destructivo tiene que odiar también la vida: lo muerto es la única parábola de lo viviente no distorsionado. La vitalidad es afabilidad. Es afable aquella vida que es capaz de morir.

 

Freud es muy consciente de la necesidad de reconciliar la vida con la muerte. 

La represión inconsciente de la muerte debe dar paso a su admisión consciente.

 

¿No sería mejor dejar a la muerte, en la realidad y en nuestros pensamientos, el

lugar que por derecho le corresponde, y sacar a relucir un poco más nuestra actitud inconsciente hacia ella, que hasta el presente hemos sofocado con tanto cuidado? 

 

No parece esto una gran conquista; más bien sería un retroceso en muchos aspectos, una regresión, pero tiene la ventaja de dejar más espacio a la veracidad y hacer que de nuevo la vida nos resulte más soportable.

 

Afirmar la vida significa afirmar también la muerteLa vida que niega la muerte

se niega a sí misma.

 

Lo único que nos libera de la paradoja de una vida sin muerte es una forma de vida que devuelva la muerte a la vida: estamos demasiado vivos para morir y demasiado muertos para vivir.

 

martes, 1 de noviembre de 2022

. . . . . . . . . canto rodado . . . . . . . . . . .: HUERFANO

. . . . . . . . . canto rodado . . . . . . . . . . .: HUERFANO:     HUERFANO   Me quedé huérfano muy pronto, casi era un niño.  Mis padres lo eran todo para mí, no podía vivir sin ellos. Tampoco tuve herm...


Me quedé huérfano muy pronto, casi era un niño. 

Mis padres lo eran todo para mí, no podía vivir sin ellos. Tampoco tuve hermanos. Una hermana hasta que me quedé huérfano, pero a ella también la perdí. No podría vivir sin ella, ni sin mis padres, ni tampoco sin mis abuelos. Pero a todos los perdí. Antes de perderlos, la vida sin todos ellos era inimaginable.

sábado, 24 de septiembre de 2022

El proceso ideologico



El proceso ideológico

 

La cuestión de las ideologías y los fenómenos ideológicos es una de las que más literatura científica Y no científica ha inspirado en los últimos cien años.

 

Objetivo del libro: 

construir una teoría propiamente sociológica de losprocesos ideológicos.

 

El propio término “ideología” ha llegado a ser enteramente ideologizado.

 

Se catalogan las características fundamentales de la ideología como:  parcialidad, simplificación exagerada, lenguaje emotivo y adaptación al prejuicio público.

 

La zona —si existe— donde la ideología cesa y comienza la ciencia, ha sido un Enigma de buena parte del pensamiento sociológico moderno.

 

Una persona que cae en una ideología se engaña a sí mismo en su pensamiento íntimo y, si seduce a otros, lo hace involuntariamente.

 

La ideología tiene, por añadidura, la desafortunada cualidad de estar psicológicamente “deformada” (“torcida”, “contaminada”,’ “falsificada”, “distorsionada”, “empañada”) por la presión de emociones personales como el odio, el deseo, la ansiedad o el temor.


Nos enfrentamos con ideas que pueden ser verdaderas sólo por accidente y probablemente están viciadas por prejuicios. 

Quizás no se pueda describir como racional, ni como teñido emocionalmente; el primero como puramente cognoscitivo, el último como evaluativo.

 

Las ideas ideológicas son como un río turbio, barroso y manchado por las impurezas que lo han inundado.


Las ideologías están sujetas a una selectividad adicional, aún más perniciosa desde el punto de vista del conocimiento, consistente en enfatizar ciertos aspectos de la realidad social.

 

El pensamiento ideológico, distorsiona positivamente aquellos aspectos de la realidad social que reconoce, distorsión que se torna aparente solo cuando las aserciones involucradas se comparan con los hallazgos autorizados de la ciencia social.


El criterio de distorsión reside en hacer afirmaciones sobre la sociedad que, por medio de los métodos de la ciencia social, se puede mostrar que están positivamente en el error.

 

El concepto de Parsons de que la ideología se define por sus insuficiencias cognoscitivas vis-a-vis de la ciencia, no está tan lejos como podría parecer, de la concepción Comteana según la cual la religión se caracteriza por una acrítica concepción figurativa de la realidad.

 

El problema tampoco puede descartarse como meramente semántico. Uno es libre, naturalmente, de reducir el referente del término “ideología” a “algo sospechoso” si lo desea.

 

Existen en la actualidad dos aproximaciones fundamentales: la teoría del interés y la teoría de la tensión. 

 

Para la primera, la ideología es una máscara y un arma; para la segunda, un síntoma y un remedio. 


En la teoría del interés, los pronunciamientos ideológicos son vistos contra el fondo de una lucha universal por las ventajas

En la teoría de la tensión, contra el fondo de un esfuerzo crónico por corregir el desequilibrio sociopsicológico.

En una, los hombres persiguen el poder; en la otra, huyen de la ansiedad.

 

Las dos teorías no son necesariamente contradictorias; pero la teoría de la tensión siendo menos simplista, es más penetrante, menos concreta, más comprensiva.

 

La gran ventaja de la teoría del interés era y es, que localiza las raíces de los sistemas de ideas culturales en el sólido terreno de la estructura social.

 

El concepto de “tensión” permite describir en forma más sistemática tanto el trasfondo motivacional como el contexto social estructural, y también las relaciones entre ambos. 

Es la suma de una concepción desarrollada de los sistemas de la personalidad -freudiana-, y una concepción de los sistemas sociales -durkheiniana-. Y de sus modos de interpenetración —el agregado parsoniano— lo que transforma la teoría del interés en la teoría de la tensión.

 

Esta fricción o tensión social aparece al nivel de la personalidad individual

Un sistema mal integrado de deseos conflictivos, sentimientos arcaicos y defensas improvisadas— bajo la forma de tensión psicológica. 


Lo que es colectivamente concebido como inconsistencia estructural, individualmente es percibido como inseguridad personal, pues es en la experiencia donde entran en colisión las imperfecciones de la sociedad y las contradiciones del carácter, exacerbándose mutuamente. 


Las tensiones sociopsicológicas inducidas por ellas son, también, sistemáticas y las ansiedades derivadas de la interacción social tienen una forma y un orden que les son propios. 


La mayoría de los hombres vive una vida de organizada desesperación.


El pensamiento ideológico es entonces considerado como una respuesta a esta desesperación: 

La ideología es una reacción pautada a una tensión pautada de un rol social”. Proporciona una “salida simbólica” a los disturbios emocionales generados por el desequilibrio social. 

El modelo aquí no es militar, sino médico: una ideología es una enfermedad.


Actúan como mecanismos destinados a reducir las perturbaciones que los han generadoLa tensión emocional se diluye al desplazarse hacia enemigos simbólicos.


Al proporcionar objetos legitimados de hostilidad, la ideología puede mitigar el dolor de ser un insignificante.

 

La ideología colma la distancia entre las cosas tal como son y tal como uno quisiera que fuesen, asegurando el desempeño de roles que, de lo contrario, podrían ser abandonados a la desesperación o a la apatía.

Símbolos populares cargados con las emociones de un extendido predicamento social. 


Tanto la teoría de la tensión como la teoría del interés sólo poseen una concepción

rudimentaria de los procesos de formulación simbólica.


Las ideologías transforman el sentimiento en significado.

 

La naturaleza de la relación entre las tensiones sociopsicológicas que incitan las actitudes ideológicas y las elaboradas estructuras simbólicas a través de las cuales se confiere existencia pública a aquellas actitudes, es demasiado complicada como para que se la pueda comprender en términos de una idea vaga y no examinada de resonancia emotiva.

 

La cuestión de cómo los símbolos, simbolizancómo mediatizan los significados, ha sido simplemente dejada de lado.


No existe hoy una ciencia empírica natural de la conducta simbólica como tal.

La ausencia de semejante teoría ha reducido a los sociólogos a concebir las ideologías como elaborados gritos de dolor.


Sin ninguna noción de cómo opera, la metáfora, la analogía, la ironía, la ambigüedad, el retruécano, la paradoja, la hipérbole, el ritmo y todos los otros elementos de lo que defectuosamente llamamos “estilo”, sin ningún reconocimiento de que estos artificios sean de alguna importancia para dar forma pública a las actitudes personales, los sociólogos carecen de recursos simbólicos a partir de los cuales construir una formulación más incisiva.


“La ideología tiende a ser simple y tajante, aun allí donde su simplicidad y claridad no hacen justicia al tema en discusión.


En la metáfora, hay una estratificación del significado, por la cual, una incongruencia en un nivel produce un flujo de significación en otro. 


Ella afirma de una cosa que es otra” o, peor aún, tiende a ser más efectiva cuanto más “equivocada”.


Cuando actúa, una metáfora transforma una identificación falsa  en una analogía apta; cuando fracasa, es una mera extravagancia.


No es la verdad, lo que varía con el contexto social, psicológico y cultural, sino los símbolos que construimos en nuestros intentos, de desigual eficacia, por aprehenderla.


La sociología del conocimiento debiera llamarse sociología del significado, pues lo que está socialmente determinado no es la naturaleza de la concepción sino los vehículos de la concepción.

 

La metáfora, no es, por supuesto, el único recurso estilístico con que cuenta la ideología. La metonimia (“Todo lo que tengo para ofrecer es sangre, sudor y lágrimas”), la hipérbole (“El Reich de milaños”), el litotes (“volveré”), La sinécdoque (“Wall Street”), el oxímoron (“Cortina de hierro”), la personificación  ( “La mano que empuñó la daga la ha hundido en la espalda de su vecino”), y todas las otras figuras que los retóricos clásicos recogieron con esmero y clasificaron cuidadosamente, son utilizadas una y otra vez, como lo son dispositivos sintácticos tales como la antítesis, la inversión, y la repetición; artificios prosódicos como la rima, el ritmo y la aliteración; literarios como la ironía, el panegírico y el sarcasmo. 


No hay que pensar que todas las expresiones ideológicas son figurativas

El grueso de ellas consiste en aserciones casi literales, por no decir achatadas, que dejando a un lado cierta tendencia hacia prima facie, una implausibilidad son difíciles de distinguir de las afirmaciones propiamente científicas: “La Historia de toda sociedad hasta ahora existente es la historia de la lucha de clases”; “el todo de la moralidad de Europa se basa en los valores que son útiles al rebaño”; y así sucesivamente. 

Considerada como sistema cultural, una ideología que se haya desarrollado más allá de la mera elaboración de slogans, consiste en una intrincada estructura de significados interrelacionados —interrelacionados en términos de los mecanismos semánticos que los formulan de la cual la organización en dos niveles de una metáfora aislada no es más que una débil representación.



¿Qué queremos decir, con exactitud, cuando afirmamos que las tensiones socio-psicológicas se expresan en formas simbólicas?


“La teoría extrínseca” consiste en considerar al pensamiento como consistente en la construcción y manipulación de sistemas de símbolos, empleados como modelos de otros sistemas: físico, orgánico, social, psicológico, y así sucesivamente, de tal modo que la estructura de estos otros sistemas (y en el caso favorable, el tipo de comportamiento que puede esperarse de ellos) sean “comprendidos”.

 

El pensamiento, la conceptualización, la formulación, la comprensión, el entendimiento, no consiste en sucesos fantasmales dentro de la cabeza, sino en un apareamiento de los estados y procesos de los modelos simbólicos, con los estados y procesos del mundo más amplio: “El pensamiento por imágenes consiste, ni más ni menos, en construir una imagen del medio, hacer funcionar el modelo más rápido que el ambiente, y predecir que el medio se comportará como lo hace el modelo. El primer paso en la solución de un problema consiste en la construcción de un modelo o imagen de los “rasgos relevantes” del (ambiente).

 

Aquello por lo que se pregunta, es un modelo simbólico bajo el cual se pueda subsumir la “cosa no familiar” y tornarla, de esta manera, familiar.


La teoría extrínseca del pensamiento puede ser aplicada también al aspecto afectivo de la mente humana.


Los ritos básicos de la religión —una misa, un peregrinaje, una procesión— son modelos simbólicos (aquí bajo la forma de actividades más que de palabras) de un sentido particular de lo divino, de cierta especie de estado de ánimo devocional.

 

Lo que habitualmente recibe el nombre de “expresión” (la dicotomía a menudo se exagera y se la interpreta mal casi universalmente) es mediatizado por modelos extraídos de la cultura popular antes que del gran arte y de los rituales religiosos formales.


Ambos símbolos o sistemas de símbolos, los así llamados “cognitivos” y los “ expresivos” tienen, al menos, una cosa en común: son fuentes extrínsecas de información.


Las pautas culturales — religiosas, filosóficas, estéticas, científicas, ideológicas— son “programas”: proporcionan un patrón o heliografía para la organización de los procesos sociales y psicológicos, tal como el sistema genético proporciona un patrón para la organización de los procesos orgánicos.


Estas consideraciones definen los términos en los cuales nos aproximamos al problema del “reduccionismo” en psicología y en la ciencia social. 

Los niveles que provisoriamente hemos discriminado (organismo, personalidad, sistema social, cultura) ... son ... niveles de organización y control; 

Los niveles más bajos “condicionan” y así, en cierto sentido, “determinan” las estructuras dentro de las cuales entran, en el mismo sentido en que la estabilidad de un edificio depende de las propiedades de los materiales de los cuales está construido. 

Pero las propiedades físicas de los materiales no determinan el plan del edificio;

organiza éste, es un factor de otro orden, es un factor de organización.

 

Hay un juego inmensamente complicado de condiciones fisiológicas, de las cuales depende el funcionamiento psicológico. Propiamente entendidas y evaluadas, estas condiciones siempre son auténticos determinantes de los procesos en los sistemas organizados en los niveles inmediatamente superiores.


Como las diversas especies de sistemas de símbolos culturales son fuentes extrínsecas de información, patrones para la organización de los procesos sociales y psicológicos, desempeñan un papel crucial en las situaciones donde falta la clase especial de información que ellos proporcionan donde las guías institucionalizadas de conducta, pensamiento o sentimiento son débiles o están ausentes.


Es en un país con el cual no estamos familiarizados emocional ni topográficamente, donde necesitamos poemas y mapas de caminos. Lo mismo ocurre con la ideología. El rol de la ideología, en sentido explícito, es marginal.

 

En tales sistemas políticos verdaderamente tradicionales, los participantes actúan como hombres de sentimientos rudos; están ganados, emocional e intelectualmente, en sus juicios y actividades, por prejuicios que no han sido objeto de un examen crítico, que no los dejan “vacilando en el momento de la decisión, escépticos, intrigados e irresolutos.


La función de la ideología es hacer posible una política autónoma, suministrándole los conceptos autorizados que la tornen significativa, y las imágenes persuasivas por medio de las cuales pueda ser razonablemente aprehendida. 


Las ideologías formales tienden a emerger y a ejercer influencia precisamente en aquel momento en que un sistema político comienza a liberarse del gobierno inmediato de la tradición recibida.


Hay, por supuesto, ideologías morales, económicas e incluso estéticas, además de las específicamente políticas, pero dado qúe son pocas las ideologías -que teniendo prominencia social carezcan de implicaciones políticas, tal vez resulte aceptable considerar el problema desde este punto de vista más estrecho. Los argumentos desarrollados a propósito de las ideologías políticas se aplican con igual fuerza a las no políticas.


Lo que da origen directamente a la actividad ideológica es una pérdida de orientación.

Es la confluencia de tensión sociopsicológica y de ausencia de recursos culturales por medio de los cuales puede adquirir sentido (político, moral o económico) esa tensión, (y cada factor reforzando al otro), lo que monta el escenario para el surgimiento de ideologías (políticas, morales, económicas) de carácter sistemático, da cuenta de la naturaleza altamente figurativa de las ideologías y de la intensidad con la cual son sostenidas, una vez aceptadas-


Así como la metáfora extiende el lenguaje ampliando su alcance semántico, posibilitando así la expresión de significados, es posible —o no es posible todavía— expresar literalmente, del mismo modo el choque frontal de significados literales en la ideología —la ironía, la hipérbole,la antítesis exagerada— suministra un marco simbólico nuevo al cual acoplar la miríada de “cosas no familiares” que, como un viaje a un país extraño, surgen como resultado de una transformación en la vida política. 

Proyecciones de temores no confesados, disfraces de motivos ulteriores, expresiones páticas de solidaridad grupal— matrices para la creación de una conciencia colectiva.

 

 

“Las Obras críticas e imaginativas son respuestas a cuestiones planteadas por la situación en la cual surgieron.

 

Como ciencia e ideología son, ambas, “obras” críticas e imaginativas (es decir, estructuras simbólicas), parece más probable alcanzar una formulación objetiva de las marcadas diferencias existentes entre ellas y de la naturaleza de sus interrelaciones, si partimos del concepto de estrategias estilísticas, evitando la preocupación angustiosa por dilucidar comparativamente el status axiológico o epistemológico de las dos formas de pensamiento.


Las diferencias entre ciencia e ideología como sistemas culturales han de buscarse en los tipos de estrategia simbólica para abarcar situaciones que respectivamente representan.


La ideología, designa la estructura de las situaciones de modo que la actitud contenida hacia ellas es una actitud de compromiso. Su estilo es adornado, vivido, deliberadamente sugestivo: objetivando el sentimiento moral con el concurso de los mismos artificios que la ciencia elude, busca la acción motivada. 


La ciencia es la dimensión diagnóstica, crítica, de la cultura, mientras que la ideología es la dimensión justificadora. 


La ideología puede perder contacto con la realidad en una orgía de fantasía autística e'incluso que tiene una tendencia muy fuerte a seguir ese camino en situaciones donde la ciencia libre no la crítica. 


Por interesantes* que las patologías sean para elucidar el funcionamiento normal (y por común que ello pueda ser empíricamente), son equívocas como prototipos de dicho funcionamiento.


Expresiones ideológicas detestables pueden apoderarse muy agudamente del temperamento de un pueblo o un grupo. Transformando una neurosis personal dominante en una poderosa fuerza social. / ¿LA IDEOLOGÍA COMO NEUROSIS? /


La función social de la ciencia de las ideologías es ante todo entenderlas, y en segundo término, criticarlas, forzarlas a avenirse (pero no necesariamente someterse) a la realidad.

 


La objetividad del conocimiento a la luz de la sociología del conocimiento y del análisis del lenguaje 


La realidad social objetiva que condiciona nuestro conocimiento está constituida no solo por grupos humanos definidos, unidos por relaciones recíprocas definidas y con intereses comunes definidos; está constituida también por las opiniones que expresan esos intereses y modelan en forma de ideología los estereotipos sociales y, en consecuencia, las actitudes y los comportamientos reales de los hombres.

La sociología del conocimiento está estrechamente unida no solo a la teoría de la ideología sino también a la teoría de la sociedad y de su evolución en general y a la problemática gnoseológica.

Nos detendremos sobre todo en ver la influencia que los intereses de clase (que existen bajo la forma de relaciones económicas y sociales objetivas, pero también como manifestaciones subjetivas de las que la principal es la ideología social) ejercen sobre el conocimiento, sobre la percepción del mundo sobre su formulación articulada. 

El conocimiento así condicionado, ¿puede ser calificado de científico y puede considerarse su resultado como una verdad objetiva?

 

Ciertas clases sociales tienen interés en impulsar la evolución de la sociedad en tanto que otras tienen interés en mantener el estado existente o en frenar las transformaciones que se están cumpliendo. El conocimiento sólo se deforma cuando está condicionado por los intereses de las clases interesadas en el mantenimiento del orden existente y amenazadas por su supresión.

 

Todo conocimiento en el campo de los fenómenos sociales, está condicionado por los intereses de los grupos sociales definidos a los cuales pertenecen. 

Cada conocimiento en el dominio de los fenómenos sociales, es conocimiento parcial. 

El conocimiento de los fenómenos sociales está siempre socialmente condicionado y, por consiguiente, no es nunca enteramente imparcial.

El sistema de una lengua dada (por lo tanto, no solamente su léxico sino también su sintaxis) influye sobre el modo de percepción y de articulación del mundo en los miembros de la comunidad lingüística que la hablan, y por consiguiente sobre su modo de pensamiento.

Pensamos como hablamos. El pensamiento conceptual es siempre verbal.

El lenguaje, producto social que refleja una realidad social dada, influye sobre el modo de pensamiento de los hombres en la medida en que influye sobre su percepción y su articulación del mundo y, por consiguiente, sobre su in interpretación mental. 

El sistema de la lengua en la que pensamos influye sobre nuestros contenidos y nuestros modos de pensamiento. El lenguaje puede imponer a nuestros pensamientos límites naturales. Si una lengua es demasiado pobre como para que en su marco se puedan pensar contenidos definidos es indispensable enriquecer adecuadamente esta lengua. 

No sólo “pensamos como hablamos”, sino que también “hablamos como pensamos

El sistema de la lengua es la cristalización y el índice de las adquisiciones históricas del pensamiento humano aprehendido en la escala social

Léxico y sintaxis resultan del desarrollo histórico de las sociedades humanas respectivas, de su práctica concreta (en su acepción social), así como de su categorización mental.

Este relativismo es de un género muy particular, pues tiene tanto una génesis social como un carácter social.

El lenguaje es un producto en el doble sentido de la palabra “producto”; sin embargo, este producto socialmente fabricado “crea”, a su vez, desde el momento en que está constituido en sistema: crea en la medida en que condiciona el pensamiento humano, proceso que no se concibe sin el lenguaje y que —por el contrario— se realiza siempre en alguna lengua. Así pues, el lenguaje es, en un sentido, el factor y, en otro sentido, la condición y aun lo que determina el pensamiento.


Esta teoría concierne no a ciertos fenómenos de la realidad sino a todos los fenómenos, a toda la realidad (su articulación y su percepción, condicionadas por el aparato conceptual unido al sistema lingüístico dado) sobre la totalidad de la comunidad lingüística en cuestión.

El condicionamiento del conocimiento debido, por ejemplo, a los intereses de clase, es en un sentido más universal: la lengua no es para él una barrera, y actúa en una escala supranacional y supra-lingüística.

La teoría del relativismo lingüístico no engloba de ninguna manera la sociología del conocimiento.

Las cuestiones que le importan a la sociología del conocimiento no corresponden a la esfera lingüística sino a los intereses sociales de los hombres, en la medida en que condicionan sus opiniones, sus actitudes y sus comportamientos.

La tesis del condicionamiento del conocimiento humano por diferentes factores (por ejemplo, los que dependen de la estructura fisiológica del aparato perceptivo del hombre o de la influencia del medio social, etc.) no obliga por ello a negar la objetividad de ese conocimiento. 

Hay que admitir, si, que el conocimiento no es en ese caso ni pleno ni definitivo, y por lo tanto, que no es absoluto; también hay que admitir que el conocimiento sufre deformaciones (en una acepción definida del término “deformación”), pero de ello no se sigue de ninguna manera que el conocimiento sea una pura construcción de la mente cognoscente ni que desaparezca la relación cognoscitiva específica del sujeto y del objeto que permite calificar al conocimiento de “objetivo.

Una tesis extrema afirma la existencia posible de sistemas lingüísticos “cerrados”, que engendran visiones del mundo no sólo diferentes sino también intraducibies entre sí.

 

Una tesis moderada y fundada sobre la experiencia, que concibe el relativismo lingüístico como la influencia del sistema lingüístico sobre el pensamiento, no implica de ningún modo que el lenguaje determine de una manera exclusiva los modos de pensamiento, ni que este estado de cosas pueda  llevar a visiones del mundo totalmente diferentes e intraducibles entre sí.

El problema que nos interesa en el contexto dado es, en primer lugar, el de saber si el conocimiento objetivo es posible (o si el conocimiento opera con verdades objetivas) cuando hay factores exteriores a este proceso que se insertan en el conocimiento atribuyéndole una forma definida.

 

Examinaremos por lo tanto la posibilidad de alcanzar la verdad objetiva al final del proceso cognoscitivo, el cual está condicionado por intereses de grupos, -sociología del conocimiento- y por la influencia del lenguaje (relativismo lingüístico).

 

La relación de la objetividad en el proceso del conocimiento no implica que el conocimiento sea verdadero.

 

Cuando hablamos del factor subjetivo en el conocimiento, entendemos, en el sentido más general, el aporte del sujeto cognoscente a este proceso, es decir, el papel activo del sujeto en el proceso cognoscitivo. Ello puede encubrir realidades muy diversas: la influencia sobre el conocimiento de la estructura psicológica del sujeto, y por lo tanto, de su aparato perceptivo; la acción de los condicionamientos sociales (por ejemplo, los intereses de grupo) sobre la actitud del individuo; la incidencia del lenguaje sobre la articulación del mundo por el individuo pensante en una lengua dada, etc.


Se puede entonces comprender el “factor subjetivo” por lo menos de dos maneras:

 ccomo la influencia de factores “puramente” subjetivos sobre el conocimiento. Según el cual el espíritu cognoscente “crea” el objeto del conocimiento, siendo este objeto el producto o la construcción de una“pura” subjetividad.

    b)    como el condicionamiento del conocimiento individual por factores sociales, tales como los intereses, del grupo, la lengua, etc., que modelan las actitudes cognitivas del sujeto.

 

El individuo o sujeto cognoscente es un producto social que en cierto sentido es lo que la sociedad es, así como la sociedad, en cierto sentido, es lo que los individuos que la componen le permiten ser.

Aquí está, en realidad, el centro de gravedad de las preocupaciones científicas contemporáneas sobre el factor subjetivo en el conocimiento, el centro de gravedad de la revolución gnoseológica contemporánea contra la dominación del modelo mecanicista del conocimiento.

El sujeto nunca es un elemento pasivo en el conocimiento, sino que desempeña siempre un papel activo; introduce siempre en el conocimiento su Aporte y, por lo tanto, algo de subjetivo.

El papel activo del sujeto en el conocimiento, unido al condicionamiento indudable de su modo de percepción del mundo por la cultura (en sentido amplio) que engloba la influencia del lenguaje, de los intereses de clase, etc. -70-

El proceso cognoscitivo que engendra el conocimiento verdadero, es a la vez objetivo y subjetivo, pero de manera diferente.

Objetivo en la medida en que el objeto, uno de los dos términos de la relación cognoscitiva, que es una parte de la realidad del mundo, existe fuera e independientemente de todo espíritu cognoscente y constituye el factor exterior del conocimiento. 

Subjetivo en la medida en que el sujeto, segundo término de la relación cognoscitiva, posee una función activa y, lejos de ser el receptor pasivo de excitaciones introduce siempre en el conocimiento sus propiedades individuales que son sus objetivos precisamente en este sentido, aunque sean sociales por su génesis (esto también concierne a la estructura psicofísíca hereditaria)

En cierto modo, el conocimiento es siempre subjetivo, y como esta subjetividad está unida al condicionamiento social que es variable, el conocimiento es igualmente variable. Así, se puede también concebir el conocimiento como un proceso que consiste en superar la subjetividad.

Ya que sólo se puede superar la subjetividad del conocimiento con ayuda del conocimiento, que está condicionado socialmente y mantiene su subjetividad, estamos aquí en presencia de un proceso infinito.

El conocimiento que surge del proceso cognoscitivo posee el valor de las verdades relativas. Esto, entre otras razones, porque el conocimiento es subjetivo a causa de los condicionamientos sociales de este proceso y, procediendo a partir de una cierta perspectiva, está unido a un punto de vista definido y por lo tanto limitado, parcial e incompleto.

El problema de las relaciones recíprocas entre la ciencia y la ideología ha sido, en estos últimos años, objeto de múltiples debates que, en la mayoría de los casos, oponían rigurosamente ambos dominios.

La ciencia (más exactamente, el tipo ideal de la ciencia en él sentido weberiano) era concebida como un conjunto de proposiciones verdaderas, de carácter atributivo. 

La ideología, por el contrario, era comprendida como un conjunto de opiniones (y de las actitudes correspondientes) que, sobre la base de un sistema definido de valores, designaban los objetivos de las actividades sociales de los hombres; por lo tanto, en esas discusiones se la presentaba como un campo al que es imposible adjudicar el valor de verdad (las proposiciones descriptivas son verdaderas o falsas, por el contrario las proposiciones normativas no pueden ser deducidas de las primeras y, por lo tanto, sometidas a una calificación de ese género) y que es caracterizado por la subjetividad (en el sentido del condicionamiento social de las diferentes opiniones).

No sólo la ciencia y la ideología se oponen sino que también habría que depurar la ciencia de todo elemento de ideología.

A la tesis que enfrenta fundamentalmente la ciencia y la ideología, oponemos una tesis que admite no solo la relación entre las proposiciones de la ciencia y de la ideología sino también —en ciertos casos— su identidad.