martes, 31 de marzo de 2020

EL MIEDO


EL MIEDO
Joaquín Benito Vallejo


Nuestra vida está orientada en torno a las emociones, definidas éstas como las manifestaciones y expresiones sobre lo que nos causa placer o displacer.

Esta orientación se ha ido configurando en los seres vivos desde la primera célula viviente.

Se puede simplificar como ir hacia la búsqueda del placer, o huir para rechazar el displacer. Dicho de otra manera, tener precaución ante un posible peligro y aceptar aquello que nos da tranquilidad. Las emociones en definitiva se fijan en relación con preservar la vida respecto a la muerte. Lo relacionado con la vida, en principio es bueno y placentero, mientras lo relacionado con la muerte es desagradable y displacentero.

Las emociones son reflejos innatos, aprendizajes, que se han ido generando, fijando y heredando a lo largo de la evolución, como medidas de adaptación al medio entorno y de encontrarse seguros y protegidos en él.

Cada especie ha ido desarrollando la expresión propia de sus emociones de manera concreta, pero en todas las especies hay similitudes.  
Las emociones preventivas ante un posible peligro o displacer activan el sistema nervioso simpático, como un sistema de alerta y de defensa y se manifiestan corporalmente por una serie de características preparatorias para la defensa o el ataque.
Mientras que las emociones relativas al placer son registradas por el sistema nervioso parasimpático, como manifestaciones de tranquilidad y bienestar.

Las emociones no están claramente definidas. Son solamente indicadores, avisos o señales de que algo puede ser bueno o malo para la existencia. 
Por tanto, pueden ser indicadores confusos y falsos incluso. También, cada emoción puede manifestarse como algo positivo o negativo. Tienen la doble vertiente.

Dejemos claro que son solo indicadores, avisos o señales de aquello que puede ser peligroso o placentero.
Por tanto, al ser avisos, han de ser comprobados por la razón y la experiencia, y una vez visto que no encierran peligro, -o felicidad- han de ser desechados sin hacerles caso.

Una de las primeras emociones básicas es el miedo, que es el aviso de que algo puede causar daño. -negativa, por un lado, en cuanto puede asustar sin venir a cuento, pero positiva por otro, en cuanto te cuida y te previene para que no te pase nada malo-.
En contraposición está todo aquello que te anuncia el posible placer y la felicidad, -positiva en principio ya que busca el bienestar absoluto, pero también negativa en cuanto te hace estar en las nubes y no enterarte de la realidad-.

El paradigma de la felicidad es el amor que es disfrutar de la atención, el cuidado, la protección, la seguridad, el respeto, etc., de los demás y del entorno que te rodea.
El paradigma del miedo o el temor es la pérdida de todo aquello considerado bueno para la existencia, señalado anteriormente como el amor.

El miedo es simplemente el aviso de que algo te puede hacer mal y por tanto salvaguardarte de ello. 
Las diferentes especies han fijado el amplio terreno de lo desconocido como algo ante lo que hay que tener prevención. 
Como primer aspecto surge el estar alerta ante lo desconocido. 
En una segunda fase es la reaccionar ente ello.
y la tercera fase aparece la certeza de si es un peligro real o no.  

Ante el miedo se reacciona, o bien escondiéndose, huyendo o atacando, -defensa o ataque-. Cada especie ha desarrollado también su propia estrategia.

Cuando el miedo es grande, paraliza, el animal se queda quieto, escondido, se hace el muerto, etc., etc., todo para pasar desapercibido y que el temido agresor no se entere de tu existencia.

Como un instinto básico biológico, vital, las emociones están ligadas con las necesidades más primarias y todos estamos determinados por ellas.

Las emociones en general, y más el miedo, pueden ser educadas, condicionadas, manipuladas con diferentes intereses. La especie humana aprendió a manipular las emociones y necesidades básicas de los demás, en beneficio de intereses particulares.

El miedo no es libre, lo contrario a lo que se dice generalmente y oímos a todas las horas en los medios de información.
El miedo como base de nuestra propia defensa, igual que otras necesidades básicas, es lo más manipulable que hay.

A todos nos han domesticado con el miedo. Nos han metido el miedo en el cuerpo antes de que el miedo existiera realmente y ni siquiera supiéramos lo que era. –“que viene el coco, la bruja, el hombre del saco”, etc., etc. --, como algo o alguien que nos va a hacer mal, si no obedecemos, si no cumplimos las reglas, si no hacemos lo que los mayores quieren.
Antes de la agresión física, pegarnos, estaba la amenaza verbal. 
Si la amenaza no hacía efecto, se ponía en marcha el castigo físico. 
Y el miedo está muy ligado también con la religión, con el castigo divino y con la culpa, que a todos nos han inculcado.

Así, el miedo real a un peligro se convirtió en un miedo ilusorio, inexistente, pero que valía para tenernos atados y controlados. Y se ha utilizado siempre para todo tipo de planes siempre con el objetivo último de tenernos controlados y sumisos.
Repito: antes de utilizar el castigo forzoso, es mejor utilizar el miedo. Es más efectivo, más rentable, más económico porque ahorra la energía que se debería utilizar para castigar, y encubridor, en cuanto esconde que es un castigo sin parecerlo realmente. Al contrario, aparece como una prevención, un consejo, un cuidado, una atención... Y el que lo ejecuta queda desculpabilizado y además agradecido, porque creemos que nos ha salvado de un mal. 

El miedo en general paraliza, -si no se utiliza como ataque preventivo, que también se da y se ha utilizado como manipulación en ese sentido: como atacar a potenciales enemigos inventados, falsos terroristas, falsos virus, etc. -.

 Así pues, se ha utilizado como enemigo, lo desconocido, lo distinto, y esto como algo que no es seguro, y que transmite desconfianza.
En todo caso, el miedo, te mantiene alerta ante un peligro, real o imaginario, conocido o desconocido.

Y como medio preventivo ante un posible peligro, el miedo tapona e impide satisfacer las necesidades psíquicas superiores, anula los deseos, convierte los sueños en pesadillas, mata las ilusiones y las ganas de crecer y desarrollarse, todo ante un posible peligro inventado o ilusorio.

La educación de las emociones debería ser un objetivo básico de aprendizaje desde la más tierna infancia, en contra de esos aprendizajes establecidos en la escuela, que no sirven para nada.

En nuestra infancia debemos tener claras referencias de lo que es malo o bueno para nuestra existencia y la de los demás, sin engaños, sin seducciones, sin amenazas, más allá de lo que nos dice nuestro instinto.

La primera referencia es que cada uno de nosotros no somos nadie sin los demás, nos debemos a ellos, los demás no son enemigos potenciales nuestros, son colaboradores, somos colaboradores unos con otros. 
El otro, el extranjero, el desconocido, el distinto no es un enemigo, es una persona que necesita nuestro reconocimiento y apoyo, igual que nosotros de él. 
Los padres y los maestros deben ser los referentes esenciales, no por lo que dicen sino por lo que hacen. Las emociones se educan en la relación con los demás, viviendo con ellas, hablando sobre ellas claramente, exponiendo y expresando los sentimientos con claridad y empatía.

El miedo se basa en la pérdida de las necesidades básicas, en relación con la supervivencia, tener salud, comer, tener un lugar seguro -casa- tener gente que te cuide y proteja, etc., etc.

Por tanto, la manipulación sobre el miedo es amenazarte con algo que puede quitarte esas necesidades básicas.
Ante eso, ante el miedo de perder esas necesidades, nos volvemos sumisos, hacemos lo que sea para no perder esa seguridad.

La persona que ha superado el miedo ilusorio, irreal, es aquel que ha superado las necesidades básicas de una manera objetiva y racional, ha dado un paso más en su desarrollo, tiene claro que más allá de las necesidades básicas materiales, físicas, existen otras necesidades espirituales, psíquicas, relativas al ser, a la integridad como persona libre psíquica y efectivamente, relacionadas con la dignidad, la verdad, la justicia, el altruismo, no solo respecto a sí mismo sino a todos los demás. 

En nuestra educación debiera estar muy claro, las referencias reales de aquello que puede ser malo para nuestra vida, supervivencia, bienestar y aquello otro, que es ilusorio, temeroso, sin sentido

Nos educaron en el miedo: miedo a sentir, a moverse, a tocar, a hablar, a reír, a llorar, miedo a soñar, a desear, miedo a jugar, miedo al placer y al dolor, a mirar, a ver, a oír, a cantar, miedo a la lluvia, al sol, al día y a la noche, al invierno, a la primavera, a las caras, a las personas, a los animales, al bosque, miedo a la libertad. 


Una persona que se educa en la relación igualitaria con los demás, que tiene satisfechas sus necesidades básicas, que tiende por tanto a una realización superior con los demás, no puede desarrollar patológicamente ningún miedo desmedido e ilusorio. 


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