Tres aspectos, muy diversos entre sí, a la vez que nacidos de la misma raíz, definen al ser humano. Uno, material o físico: el cuerpo; otro inmaterial y sin embargo capaz de construir objetos materiales: el psiquismo o la mente, cuya cuna se encuentra en el cuerpo y se ubica en el cerebro, -lo inmaterial se asienta en la materia, no existe el psiquismo sin el cuerpo-; el tercero, social, cuya esencia se define en la comunicación entre las personas. Esas tres dimensiones forman una unidad indivisible, si alguna de ellas faltara no podríamos hablar de ser humano.
En cada uno de estos campos concretos, sin embargo sumamente ambiguos, indefinidos y complejos, anidan entrelazadas también, un sinnúmero de parcelas de menor complejidad en sí mismas. En el terreno físico, el más visible, podemos discernir un cuerpo con una estructura anatómica y un conjunto de órganos encargados de llevar a cabo gran diversidad de funciones: metabólica, endocrina, respiratoria, circulatoria, digestiva, nerviosa, cerebral. En el ámbito psíquico, distinguimos la afectividad, el conocimiento, la imaginación, la representación. Por su parte, el medio social, caracterizado por las relaciones y la comunicación establecidas entre las personas, está condicionado a su vez por un marco histórico, cultural, económico, político, ético, religioso, etc.
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