Es sorprendente, como estamos sujetos a nuestros esquemas mentales.
No sujetos, más aún, peor, atados.
Atados sin saberlo.
Creyendo que somos los más libres. Los más sapientes.
Cada uno tenemos nuestro esquema, nuestro castillo, de arena, pero todos son parecidos, todos son de piedra.
Piedra dura, compacta, infranqueable, duradera.
Rechazamos lo nuevo, lo distinto, lo que se sale de nuestro esquema.
Porque lo desconocemos y porque no queremos conocerlo, porque nuestro esquema mental, nuestro castillo bajo el que nos protegemos, nos refugiamos y nos escondemos, nos impide verlo.
Cada vez que vemos a alguien acercarse y hablarnos, reaccionamos como si fuera un enemigo.
Antes de escuchar e intentar comprender ya le rechazamos porque nuestro esquema mental, castillo, -de arena- lo impide porque nos da cierta seguridad y nos mantiene en nuestra muralla con nuestra espada dispuesta.
Tenemos siempre una actitud defensiva y de superioridad.
No escuchamos, sino que avasallamos.
No escuchamos y por tanto no entendemos, porque no nos interesa.
Y hablamos, hablamos, hablamos, para demostrar lo que sabemos y que somos más que el otro.
Nos explayamos ampliamente exponiendo lo buenos que somos y lo que sabemos.
Decimos cosas que no vienen a cuento pero que vienen a cuenta para exponer lo que sabemos.
Metemos la pata sin remedio - sería más inteligente y bondadoso- callarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario