Hay que despertar la curiosidad en todo.
Mejor dicho, no hay que taponarla.
¿No habéis visto a los niños desde la cuna cómo lo observan todo? Miran, tocan, huelen, chupan, escuchan, se mueven, quieren subir, arrastrarse, jugar, compartir, preguntan y no se cansan, siempre abiertos, expectantes, curiosos, exploradores…Pero a medida que van creciendo, y más cuando entran en la escuela, se van apagando, dejan de interesarse, se amuerman, son todos uniformes, han entrado en el redil… se están convirtiendo en autómatas. ¡qué pena! Ya parecen cadáveres. Muertos cuando estaban empezando a nacer.
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