Había
un cura gordo
Y
un maestro flaco.
Al
cura le llamaban Don Estanislao
Al
maestro, el “Pachurro” de “Espachurrao”.
Más
que la barriga abultaba la papada.
Como
un pavo encebado.
Sentado
en su sillón,
Papada
y barriga dos en una son.
Con
las manos sobre ellas
agitando los pulgares
hinchadas
las narices
caídos los belfos,
caídos los belfos,
babosa
la boca,
más que respeto miedo verle daba.
Daba hostias el cura como panes
en la cara y al suelo te tiraba.
Daba
hostias a espuertas
Con
sus manos de bestia.
Manos
que después de hostiar
habías de besar.
habías de besar.
El
maestro Pachurro
Ni
a una mosca tocaba.
Los
salvajes muchachos que el cura hostiaba
Se
burlaban de él en su propia cara.
Ni "pa" comer tenía el maestro
Robaba
la leña de la estufa
llevándosela oculta en la raída chaqueta.
llevándosela oculta en la raída chaqueta.
Qué
comía nadie sabía.
Al
cura le daban pesetas y bodigos
por misas, rosarios, entierros y responsos.
Tantos le sobraban que a la burra se los echaba.
por misas, rosarios, entierros y responsos.
Tantos le sobraban que a la burra se los echaba.
Vivía
solo el maestro en una casa del ayuntamiento.
El
cura vivía en un palacio con jardín y huerto
también
del ayuntamiento.
Con
dos sobrinas, decía:
Una,
la Peque, chepuda, paticorta y demoníaca.
La
otra, Aurea, fina, beatífica y virginal.
Ambas al servicio del cura: su majestad.
Que hijas suyas eran
cotilleaban las malas lenguas
en corrales y tabernas.
Ambas al servicio del cura: su majestad.
Que hijas suyas eran
cotilleaban las malas lenguas
en corrales y tabernas.
El
amo del pueblo era.
Más
mandaba que otra autoridad.
A
todos les tenía como velas.
Recorría
los bares sacando a los hombres a la procesión.
Echaba
broncas desde el púlpito a
mozas y mujeres por enseñar brazos y piernas.
mozas y mujeres por enseñar brazos y piernas.
Todos
se reían del maestro como el tonto del pueblo.
Él no pintaba nada.
Él no pintaba nada.
Todos
al cura adulaban en su presencia,
Y
a escondidas, casi todos en él se ensuciaban.
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