jueves, 23 de mayo de 2024

LOS RITUALES



RITUALES – 

 

Abordar el tema de los rituales, con el objetivo de hablar mal de ellos, o al menos, cuestionarlos, puede ser una tarea fácil, sin problemas, o puede llevar, por el contrario, algún riesgo, ya que suponemos que los rituales son aceptados como algo normal, lógico, tradicional, incluso bueno, y que no puede ser tema de conflicto de ningún modo, luego, cuestionarlos, ponerlos en entredicho, o peor aún, hablar mal de ellos, incluso considerarlos perniciosos, puede entonces resultar conflictivo, más aún muy conflictivo. Porque estamos llenos de rituales que nos adormecen, nos engañan, nos lastran, y nos hacen creer supermanes.

Pues allá vamos. Dediquemos estas líneas a cuestionar los rituales e incluso, considerarlos una costumbre muy perniciosa. -Como toda costumbre-

 

Los rituales son eso que hacemos -o hacen muchas personas- a menudo, seamos religiosos o no, pertenezcamos a alguna congregación, gente o masa, milicia con cuartel o sin él, amemos la guerra o la odiemos, comamos o bebamos en compañía, bailemos o vayamos al Mercadona, todos, unos y otros practicamos nuestros ritos y rutinas, que, aunque estas dos palabras no tengan el mismo significado, una puede casi nacer de la otra.

los ritos se basan en la rutina y ésta se nutre del rito. La rutina es hacer el mismo recorrido -o tarea- todos los días, por costumbre, con algún propósito consciente, o hacer por hacer según sople el viento, o vengan las ganas. 

El rito, los rituales, supone hacer los mismos gestos, los mismos bisbiseos, dar vueltas en círculos cerrados, taparse con el mismo manto, acometer ceremonias creídas importantes, y cosas por el estilo. 

Así rutina y rito se trasmutan y fusionan. Y todos tan felices sin comer perdices. Aunque creamos haber disfrutado comiéndolas. 

 

Los rituales sirven también como una preparación y por eso tiene alguna estima -o mucha- pero realmente ¿sirven para eso o realmente son otra cosa, y tienen un significado encubierto? – En cuanto introducción y cortejo o preparación dan seguridad, y por tanto propician el centramiento la atención, predisponen a ello, y la justificación con razón o no, de que los rituales sean buenos, pero yo lo dudo – focalizar la atención no debe ritualizarse, ello para mí significa mecanizarse, así el ritual te convierte en una máquina programada, lavadora o lavaplatos.

 

Por la rutina, la costumbre y la tradición, que nos mecanizan y atan al pasado, yo no los quiero y me parecen malos. Su propósito, intencionado o no, es anclarnos en el tiempo vetusto, no evolucionar, estar amordazados, comportarnos como autómatas, taponar la capacidad de pensar e inventar algo nuevo, porque nos causa temor, inseguridad nos mantiene con la coyunda en el pescuezo, con las antojeras sin quitar, impide probar, experimentar, gozar o sufrir, buscar, encontrar, avanzar, ser mejores. Porque la ceremonia obnubila, nos deja absortos, embobados, agarrados llorosos añorando las procesiones, los nazarenos, los militares con espadas y trabucos, los capirotes, el teatro espectáculo a lo bestia, mostrando oros y platas, todos asombrados, como si ello fuera real, o quizá atormentados por la falsa realidad peor que la realidad misma. Con la representación y la mascarada, quedan curados, vacunados, y cuando se presenta la realidad a boca jarro, ya lo han vivido, - el “deja vu” y el “como si” reemplaza a la realidad real, no simbólica ni representada, aceptamos lo dicho, lo representado, el teatro, “como si” lo hubiéramos vivido. -Y como nos deja vacunados, no tragamos ningún virus- Es el signo, la apariencia de lo hecho. Suprime al hecho por su simulacro. El ser humano es así, dicen, como una justificación o como desprecio, el ser humano está atrapado entre dos afectos contrarios, entre lo que es y lo que no, entre lo que quiere ser y no puede, entre el ser amo de sí mismo o ser esclavo de sí mismo, ser amo de los demás o ser esclavo de los otros, entre ser libre inseguro o ser atado y seguro, entre hijo obediente o desheredado, entre el tortazo y el beso, a pesar de la seguridad, entre la inseguridad y el abrazo libre.

 

La mujer que aguanta la humillación, ignora o no siente la inseguridad, la incertidumbre de estar fuera, de correr libre. Es al fin y al cabo una persona no hecha, no madura, inmadura, arrastrada por la historia. Que necesita la seguridad antes que la soledad incierta, que goza de la seguridad de pertenecer a otro/s. 

 

Alguien se hace a sí mismo desde la fragilidad, desde el dolor, llevando la contra a las normas, es poeta o filosofo porque es débil y roto. Si no, sería futbolista, o rico, o magnate mangante -un cambio de letra-, o atleta, pero como es patizambo se pone a pensar, y así es distinto, y se siente superior a los demás. Momentáneamente, está fuera del rebaño que es la tradición, la rutina y la costumbre, rompe con ello para sentirse diferente y superior. Y con esa representación simbólica se cree mejor, con la representación nos hacemos todos distintos y superiores, los que creemos malos y los que nos creemos buenos, nosotros. 


Los rituales parecen inofensivos, -no matan a nadie- pero no lo son. 

Los rituales son, uno de los medios sociales de manipulación y sojuzgamiento de las masas, de su aborregamiento y obnubilación o hipnotización. 


-Uno de los medios de adoctrinamientos más desapercibidos porque parece neutral, -natural- y es tradicional, usado desde siempre y por todos-. 

Como si lo que hacen todos fuera bueno. 

Las ovejas se sienten unidas, acogidas, protegidas por un rebaño. 

En este contexto, para “ser” hay que “pertenecer al rebaño”.  

La identidad propia, personal, no existe, o es escasa y rara. 

Eres oveja si vas con el rebaño – eres cerdo si vas con la piara, eres lobo si vas en manada, eres hombre si vas donde va Vicente, con la gente, -si llevas un escapulario si vas a misa los domingos y fiestas de guardar-, eres macho si tienes pene, eres hembra si luces tetas, … así es la vida de simple y bella. 


La individualidad y la personalidad no definida ni sólida, encuentra su potencia y seguridad en la pertenencia a alguna congregación, religiosa, política, social, al grupo que la protege. 


En estos casos, ser es pertenecer. 

Y los rituales son esenciales para ello. La pertenencia se asienta sobre una serie de rosarios de movimientos y gestualidades grupales.

 

Los rituales, vistos y oídos, son teatralizaciones simbólicas, representaciones más allá de la realidad, que tienen un significado distinto al que aparentan, como un sueño despierto, con el cual se quiere lograr algo de un ser divino y poderoso, para todos los participantes en el acto teatralizado, que se sienten pertenecientes al grupo que realiza la representación.

 

Se sienten pertenecientes al grupo en cuanto que participan de ello. Su regla de oro es: participar para ser. Quienes asisten a un ritual, sea una boda, una fiesta, aceptan todas sus ceremonias, son en cuanto participan.


Uno no es católico, por ejemplo, si no participa de sus ritos: misas, rosarios, procesiones, sacramentos. Uno no es del ejercito si no porta un uniforme con galones, demostrativo de su grado jerárquico, si no saluda a la bandera y le canta a la patria, si no participa de sus desfiles y de su ideología, si no promulga su amor a la patria. Representaciones y teatros, espectáculos ante las cuales el espectador se queda embobado. Y aunque no pertenezca a esa feligresía se siente arrastrado, y conmocionado por ello. 

 

Los rituales o teatralizaciones, se definen y caracterizan por un conjunto o secuencia estereotipada de acciones, -esta es su esencia- actos que se repiten periódicamente, una vez al día, cada semana, a unas horas determinadas, en unas épocas del año, etc. En general siguen varias de esas periodicidades. 

Los rituales, como teatralizaciones, son a la vez espectáculos, que pueden ser seguidos, admirados, o vistos con curiosidad por quienes no son feligreses, pero que en cuanto participan como espectadores, quedan impregnados de algunas de sus características. 

 

Como todo teatro, está realizado por unos actores, protagonistas unos, secundarios otros, además de los espectadores partícipes del acto teatral, -un teatro o un espectáculo, no puede existir sin espectadores, un ritual tampoco-, sea unas veces trágico, otras cómico, otras esperpéntico, pero el elemento más importante es la masa, la feligresía que le sigue, como espectador y participante, porque esencialmente a ellos va dirigido, y sin ellos no tendría sentido.  


El ritual no tiene ningún valor sin la masa que le sigue, es hecho para la masa. Para su obnubilación, seducción, hipnotización, engaño, como se ha dicho al principio, y para que aplaudan a los actores principales del evento, sea el cura, el político, el gurú, y se sientan subyugados por ellos. 

 

Todo ha de tener un guion escrito previamente, si no en el papel, si en la cabeza. Ha de saberse cuál es el orden de lo escrito, del acto en sí, de la obra literaria o arquitectónica, no puede haber ninguna improvisación que puede llevar al desastre, la casa puede caerse, el libro no ser acabado, lo escrito no tener claro la hoja a seguir. / Hay que tener demostrada experiencia en construir casas o escribir libros, para constatar la resistencia de los materiales, y su uso aconsejado. Hay que seguir alguna escritura escrita por otros, representantes de los dioses, los poderosos, los sabios. Ser obedientes y disciplinados

 

Esa organización está regida, ordenada por jerarquías preparadas para ello como garantes ciertos o encubiertos de que la obra es adecuada, tiene una finalidad, cumple un servicio, sigue el programa dictado para su fin y objetivo

 

Los rituales, depende de cuales sean, gozan de sus jerarquías. Diversos grados de arriba abajo. Mas pomposidad, lujo, poder y espectáculo cuando mayor sea el grado jerárquico, y más obnubilación para el espectador pasivo, que lo mama todo, esté en el pico de la pirámide o en la base rasa.

 

RITUALES ANIMALES – Los animales también tienen sus rituales, puede ser un indicio biológico, ya que son reflejos asentados genéticamente como instintos primarios, como comportamientos que dan seguridad, y preventivos de males mayores, como también ocurre con los humanos, luego podría deducirse que estos actúan, de manera refleja e instintiva, con los mismos objetivos: dar seguridad y prevenir el mal. 

Luego, no son racionales. Quizá el comportamiento animal esté lleno de ellos, -y también el humano-. El CORTEJO es uno de ellos, es como ir acercándose a algo o alguien sin infundir temor, y cuando ya están seguros de ello realizan la acción. Es una aproximación al otro, pedir permiso para entrar en su espacio, a la vez que una precaución ante la duda de que el espacio del otro no sea aceptado incluso agredido por ello. Es lo que puede llamarse entre los humanos un mínimo respeto y buena educación ante los otros, para echarse novia, alguien con quien ligarse de alguna manera, – en estos casos los rituales pueden considerarse buenos – los saludos hacia otras personas cumplen también está función.


 Como además de tener una impronta biológica, suelen tener características culturales, cada pueblo, cada cultura tienen sus particularidades, formas de acercarse y saludarse, besos, abrazos, -o no- más cercanos, lejanos, corporales, fríos, afectivos, etc. – e incluso, particularidades entre los individuos sean personas o animales, dos gatos no se acercan igual, dos personas tampoco. 

Con lo cual queda visto, la existencia de lo biológico, lo cultural, y lo individual. La REPETICION siempre más o menos igual. – Los rituales dan SEGURIDAD, – necesitan su TIEMPO. El ritual, el comportamiento repetitivo, siempre da seguridad – pero impide la creatividad, el avance, la transformación, dentro de un margen, porque siempre se producen variaciones. Otra cosa distinta es que nos dediquemos consciente y voluntariamente a la creatividad, y a desacostumbrarse, a querer romper lo establecido. 

 

Los mayores rituales los ejercen las religiones, los ejércitos, las instituciones de mayor o menor poder, precisamente porque son actos de sometimiento, y también porque en los rituales se despliega un gran lujo que forma parte del espectáculo de poder, seducción, y demostración de fuerza, y sobre todo como acto divino, ante el que todos se sienten seducidos.

 

El protagonista principal del acto ritual, suele ser el sacerdote, -representante o vicario de dios, de quien ejerce el poder, general, rey, ministro, presidente, etc.-, y después la feligresía, masa, pueblo o congregación-, sin los cuales el ritual no tiene sentido, ya que es realizado para ellos, para seducirles- y aparte del sacerdote, co-protagonizado por sus ayudantes, y seguido por feligreses espectadores. 

 

El sacerdote es en general el encargado de realizar el acto, -el maestro de ceremonias- el que lleva la batuta, el que dirige la orquesta, el actor principal. Sacerdote significa eso, representante, vicario, el hacedor del rito. En otras instituciones adopta otros nombres, gurú, chaman. 

 

El acto ritual, teatral, espectáculo goza, de una serie de actos repetitivos, estereotipados, con un “introito”, una historia, un culmen de tensión, un desenlace, y un final. Como una novela o una obra de teatro. Cada pequeño acto de estos goza de la ritualización correspondiente: la presentación, el sermón, la comunión, la despedida.

  

Pero, además, como todo teatro, tendrá un escenario propio, un edificio dedicado a ello, mostrando su grandeza, unos trajes, vestimentas y adornos, todo ello, mostrando el lujo, la riqueza, la grandeza, el poder-Las iglesias, las catedrales, los altares, los edificios militares, las casullas, los trajes, las condecoracioneslas medallas, los galones, etc., etc.-. Todo esto forma parte de las vestimentas de los rituales, parte del espectáculo, sin lo cual no sería tanto.

 

Y en cada organización de este tipo, existe una pirámide jerárquica, en que cada grado de poder se diferencia por su vestimenta, galones, joyas, etc. 

Aparte y además de que el ritual, forma parte de una demostración y exhibición de fuerza, poder, riqueza, etc., el ritual se ejerce para pedir bondades, bienestar, salud, impedir tragedias y castigos divinos, etc. Para adorar y agradecer a los dioses y conjurar contra los demonios. Se manifiesta como un acto de magia.

  

No olvidemos que los rituales surgieron en la antigüedad como actos mágicos para entender lo inteligible y darle solución a las tragedias reales o temidas. 

 

El temor a lo desconocido está ligado al pecado y la culpa. Se creía -o nos inculcaron- que la tragedia ocurría porque algo habíamos hecho mal -el pecado- algo prohibido por los dioses o por el poder establecido, las normas sociales. 


Y asociada al pecado, nace la culpa, para que nosotros mismos nos sintamos pecadores y nosotros mismos nos castiguemos. 

El pecado está en todo, la culpa también, y el castigo, por el pecado cometido, o como prevención. Las neurosis repiten actos compulsivos para lavar su culpa nunca visible, ni real, actos diversos que no tienen nada que ver, por una jerigonza simbólica

 

 

 En síntesis: secuencia de Actos y gestos repetitivos, compulsivos, adornados con vestimentas especiales, lujos y adornos, realizados en escenarios y edificios especiales, exhibición de fuerza, poder, riqueza, lujo, - por intermediarios o vicarios de los poderes, -realizados para pedir a los dioses beneficios, prevenir los males y las desgracias, solicitar perdones, -mecánicos, sin responder a una lógica-, que conceden seguridad a la persona que los realiza y llenan un vacío.

 

Las instituciones y las religiones están tapizadas de rituales. El ejército, la escuela, la abogacía, el estado. Cada institución y profesión goza de su ritual particular que asienta y consolida su estatus. Les otorga un aspecto ceremonial, de poder, de lujo, de orden, de autoridad, de divinidad incluso, y sobre todo teatralidad. Porque esos rituales mantienen su fuerza y su poder, y convierten a las personas en robots que deben de cumplir un rosario de normas para formar parte de la religión o institución, poder, status, pertenencia, etc. 

 

Si los rituales mantienen a los hombres como si fueran robots, a las instituciones les interesará el fomento de los rituales para mantener el orden y la sujeción a la institución, iglesia, etc. O al menos, no rebelarse contra ella. De una manera indirecta, no obligada. Solo el ritual, ya en sí mismo, adormece, obnubila.

 

Son realizados en lugares aislados, apropiados expresamente para estos eventos, construidos especialmente para ello, como las iglesias, los estadios, los palacios, los templos, los tribunales, denominados por otra parte, lugares sagrados, de prestigio. Porque el lugar también representa en sí mismo, un poder, un lujo, que no puede realizar cualquiera.


Son practicadas para influir en entidades o fuerzas sobrenaturales en favor de los objetivos e intereses de los actores que realizan el ritual -y espectadores, asistentes o participantes más o menos pasivos, aunque los rituales incitan a la participación ordenada y dirigida- que conllevan una serie de gestos y palabras, con el soporte de objetos y vestimentas, según un orden establecido, otorgándoles un valor simbólico además de estar prescritos por alguna tradición.

 

 Un ejemplo claro que puede servir para mostrar el ritual es la misa de la iglesia católica-. Todo sigue un orden establecido, escenificado por un sacerdote, con una vestimenta adecuada, así como un escenario: el altar, los santos, la iglesia, el ayudante, etc., utilizando el cáliz, la hostia, u otros ornamentos, con un principio, una historia, un recorrido y un final.  

También pertenecen a este elenco todo acto de la religión como el rosario, los rezos, las procesiones, el viacrucis, las novenas, los sacramentos: bautismo, comunión, confirmación, matrimonio, confesión, extremaunción, funerales.  

Cada uno de ellos tiene su ritual específico, al que acompañan y del que participan los feligreses, que solo con su participación ya se consideran siervos de esa religión.

 

Cada etapa de la vida es convertida en un ritual religioso. Muchos de ellos tienen sus raíces en costumbres paganas que la iglesia católica se ha apropiado y convertido. No perteneciendo antes a ninguna religión concreta, son producto de la imaginería, de la magia, del conjuro que los ancestros hacían de los acontecimientos que no sabían explicarse y se lo achacaban a personas supremas que tenían poderes extraordinarios -los dioses- a los cuales, creían ellos, había que tenerlos contentos para que no produjeran ningún mal. En general, las religiones nacen de estas creencias. 

 

Los magos, gurús, etc., eran los sacerdotes antiguos que ejercían de intermediarios entre los dioses y los humanos.

 

Todos estos actos constan de sus propias secuencias de gestos, palabras, rezos, ornamentos, ceremonias y espectáculos, -teatro-, no solo de los ejecutantes sino también de los espectadores y participantes. Todos han de llevar vestimentas adecuadas, como en una fiesta, que tiene sus características propias. De similar manera en los entierros, las bodas, los bautizos, las comuniones, etc.

Puede servir también cualquier acto de otras religiones, y cualquier otro acto particular que siga el conjunto de estas características, aunque no todas ellas. Y de las instituciones como el ejercito -hermano siempre de la iglesia-, izar la bandera por la mañana, en los cuarteles, bajarla al anochecer, la jura de bandera para los reclutas, con sus desfiles, cantos, himnos, discursos, trajes, hábitos, para distinguirse y ensalzarse, etc.

 

 

Las religiones nacieron por el intento de explicar y dar un sentido a todo aquello que no se entendía, sobre el cielo y la tierra, los fenómenos naturales, y extra naturales. Los rituales fueron sus actos supremos, simbólicos, para pedir bondades, bienestar, salud, impedir tragedias y castigos divinos, etc. Para adorar y agradecer a los dioses y conjurar contra los demonios . En general viven siempre en nosotros quizá o en gran medida impuestos por la religión. Esta nos ha inculcado la culpa de pecar y el castigo por ello. El pecado está en todo, la culpa también, y el castigo, por lo tanto, más de lo mismo. Para evitar el pecado, están los rezos, los rosarios y las misas y otros tantos rituales practicados por las religiones. Pero existen mucho otros actos cotidianos que aparentemente no tienen nada que ver con la religión, y que son rituales que enmascaran culpas y sacrificios para estar en paz con uno mismo.

 

Los rituales cotidianos siguen estando en nuestras vidas, con el mismo sentido o parecido que en el pasado religioso: desde lavar la culpa a llenar el vacío, o creer sin ser conscientes de ello, que nos causan algún beneficio

Durante todo el día, desde levantarse hasta acostarse, puede estar lleno de rituales: la limpieza de la casa o la del cuerpo, las tareas cotidianas, etc., se convierten en rutinas, -quehaceres mecanicistas que ordenan y matan el tiempo-, esconden encubren -creyéndolas superar, las supersticiones-, llenan las carencias y los vacíos, exorciza -expulsa los demonios y las culpas- luego, limpia y desculpabiliza y, por tanto, tranquiliza, relaja y dispersa las preocupaciones, aportando seguridad, tranquilidad en la conciencia del momento, aportando un bienestar psicológico aunque se acabe cansado físicamente. -Ejemplo de muchas “amas de casa”- Por la labor bien hecha, por haber cumplido las normas, por sentirse trabajadora, -y no holgazana-. Los rituales son también anticipatorios de algo, que nos prepara para el acto, para la tarea propuesta o encomendada. Son típicos por otra parte de las neurosis. Conlleva la superstición, porque siempre se utiliza con algún propósito curativo, terapéutico o de bienestar global. En nuestra educación familiar y social nos han impuesto unos valores que realizamos para sentirnos bien, al cumplir bien el papel impuesto por la sociedad, como mujer, como hombre, la primera como ama de casa, el segundo como trabajador honrado.

 

Incluso acciones comunes como los saludos, el apretón de manos, decir "hola", abrazarse o besarse de tal o cual manera al encontrarse, pueden calificarse de rituales, en cuanto que siguen un abecedario, de palabras y gestos, repetidos más o menos igual, siempre. Algunos de estos rituales pueden ser considerados buenos, malos, o no tener ninguna importancia. 

 

Los rituales pueden subdividirse en ceremonias de crisis vital, que se celebran en el momento del nacimiento, la pubertad, el matrimonio, la muerte, etc., o para demarcar el paso de una fase a otra del ciclo vital del individuo, y rituales de aflicción, que se celebran para aplacar o exorcizar a seres o fuerzas preternaturales que se cree que han afligido a los aldeanos con enfermedades, mala suerte, problemas ginecológicos, lesiones físicas graves, etc. 

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