FEMENINO Y MASCULINO
Leonardo Boff y Rose M. Mauraro
Recopilación por Joaquín Benito Vallejo
Ha dedicado los últimos treinta años a la enseñanza de la teología, la espiritualidad y la ecología. Durante más de veinte años trabajó en Petrópolis, conjugando los ambientes académicos con los medios populares y pobres.
De esa combinación nació la teología de la liberación, que él, junto con otros, ayudó a formular.
En la actualidad es profesor emérito de la Universidad
del Estado de Río de Janeiro, asesora a comunidades de base, da cursos en universidades brasileñas y extranjeras, y escribe con asiduidad. De entre su prolífica obra, destacamos los libros más recientes publicados en esta misma Editorial: Brasas bajo las cenizas (21998), El despertar del águila (2000), La dignidad de la Tierra (2000), Ética planetaria desde el Gran Sur (2001), Gracia y experiencia humana (2001), Ecología: grito de la Tierra, grito de los pobres, El águila y la gallina, El cuidado esencial (2002),
Mística y espiritualidad (con Frei Betto, 32002) y La voz del arco iris (2003).
Rose Marie Muraro
Escritora, feminista y editora, ha estado desde los años setenta comprometida con la lucha por la igualdad de derechos de la mujer en Brasil, siendo un miembro fundador del Centro de la Mujer Brasileña. Católica, trabajó desde en instituciones de la Iglesia, hasta que en 1986 (al mismo tiempo que Leonardo Boff), fue castigada por el Vaticano por sus trabajos sobre el feminismo y la sexualidad. Su autoridad intelectual quedó consolidada con el libro La sexualidad de la mujer brasileña: cuerpo y clase social en Brasil (1983). De entre sus numerosas publicaciones cabe mencionar los libros: Los seis meses en los que fui hombre (61990), La mujer en el tercer milenio y Memorias de una mujer imposible (2000).
El deseo inmortal – 95-
Lo más primario en el animal humano es, su deseo, no su pensamiento. -instinto de placer-/ de acuerdo, el placer, lo agradable, el bienestar es la esencia del vivir, si la vida no buscara el placer no existiría, el ser vivo siempre buscará lo que le sienta bien, que le gusta, sino lo rechazaría, lo que rechaza es lo que sienta mal y por tanto es desagradable, es displacentero, desagradable, le produce malas sensaciones, lo cual es el test primario, fisiológico, para rechazar una cosa, /
Luego, la especie humana siempre está buscando la felicidad, que es el culmen del placer y del bienestar. Y lo que desea, en su fuero interno, fisiológico, natural, es el placer.
Por lo tanto, el deseo es capaz de movilizar el aparato psíquico como un todo, como un ser que, en su totalidad, anhela el placer. / El placer es fisiológico al principio, cuando las especies están desarrollándose, en el principio de la vida, y por tanto, cuando las especies son más evolucionadas, como el ser humano, donde se ha desarrollado ya el psiquismo, el deseo sigue siendo fundamental, y esto es el placer. /
El pensamiento solamente puede motivarnos, cuando detrás de él hay un deseo mayor. /cuando el pensamiento radica en el deseo, en la emoción, lo que le motiva, le atrae, le llama, porque ahí está lo placentero. /
Toda la historia no es sino la búsqueda inquieta e interminable del placer, / aunque sea por medio de objetos sustitutivos o sustitutos del verdadero placer, enmascarados en ese objeto, creyendo que es ese objeto el auténtico, porque nos hemos sentido engañados por algo. Porque algo era parecido, o nos hacía de simulacro, porque nuestra percepción nos ha engañado, hemos creído ver una cosa que no era tal cosa, era algo parecido, porque tenía algunas similitudes. /
Los hechos humanos adultos no traen la felicidad porque esos hechos son incapaces de llenar el vacío dejado por la vivencia de la infancia, -son un simulacro de ella, no son auténticos- de los días más felices, aquellos, antes de sentir y vivir la represión.
La ambivalencia de la infancia-
La represión es causada por la misma ambivalencia -psíquica- vívida en la infancia.
-1-el Deseo omnipresente y sin límites; / tendría que aprender a sentir los límites y aceptarlos, algo que creo, es biológico, el ser vivo aprende que no todo es placer, que el placer no está en todo, ello es una regla de la vida, en su búsqueda del placer, y que en el niño también debería estar, y que ha de aprender a saberlo y aceptarlo en su vivir, sin ocasionar traumas /
-2-la Total dependencia de la voluntad ajena. -El niño depende de los demás, es completamente desvalido- y siente, lo sabe que depende de los demás para su satisfacción-. El niño se reprime -no expresa sus deseos- para no perder el objeto amado, los padres, que le protegen y le cuidan. -porque teme un castigo, por haber hecho mal a los padres, por estar en contra del deseo de ellos, etc.- Para sentir esto, ya tiene que haber aprendido, que hay algunas cosas o hechos suyos que no gustan a los padres, y debe sentir, y creer, pensar, que lo que no gusta a sus padres va en contra suya, -puede ir-, tiene que aprender y sentir la culpa, el temor de que lo que el siente o hace le va a retirar la protección de sus padres, entonces, sentir, que si sus padres le retiran la protección, él mismo es culpable de ello. Esto es un poco, un embrollo, tiene que haber desarrollado, más conciencia de ello, para llegar a esa conclusión, aunque sea equivocada, en ello tiene que erradicar la actitud de los mismos padres, de rechazo, de mostrar que si hace algo no es atendido. /
Al darse cuenta de que los objetos o actos de la vida adulta, no le dan placer, muestra Un deseo indestructible de retorno inconsciente a la infancia, -cuando nada era reprimido- esa fijación es el deseo de redescubrir el propio cuerpo, -porque el cuerpo y los sentidos es la fuente de placer primigenia-, mucho tiempo después de haber construido un alma -la mente, la imaginación, el deseo- y mucho tiempo después de haber sido obligado a trabajar para sobrevivir, -lo cual le muestra que para vivir hay que trabajar, o lo que es lo mismo, sufrir, cuando el trabajo va en contra del propio deseo y placer primigenio-, entonces le aparece el deseo de volver a jugar, de disfrutar, porque el juego es la forma más placentera de actividad humana, el placer del movimiento.
Este deseo no se adapta a la realidad, que es el displacer, la muerte como antagonista de la vida, que es el placer.
Nuestros deseos son irrealizables, en gran medida, pero el niño los realiza en su imaginación.
El primer pensamiento es mágico, es la fantasía, porque a través de ella se realizan los deseos. El niño se toma a sí mismo, -a su cuerpo- como objeto erótico, como objeto de placer. Pero el placer también, o siempre, viene de fuera, entonces, qué pasa, cuando la necesidad propia viene a satisfacerse por alguien externo a nosotros…
El Eros, o placer, es ante todo narcisista. También lo más primigenio: quererse a sí mismo, y desear que todos le quieran. -Si uno es narcisista de adulto, es porque sigue queriendo que los demás le quieran de miles de formas distintas. -Esto se traduce en lo que conocemos como egoísmo, individualismo, etc. o mostrarse como el ser más importante del mundo, que todo esté a sus pies, según su necesidad o capricho- -96-
El Eros busca, más allá de sí, la satisfacción en el otro, en primer lugar, en la madre y después de ella en todas las fuentes arcaicas del placer, sea poseyéndola, sea volviéndose igual a ella. -una de las formas de unirse a los padres es ser como ellos, imitándolos en todo, es la forma de absorberlos, de incorporarlos a sí, de poseerlos, de ser como ellos, incluso ser ellos-. Esto se hace imitando sus gestos, sus movimientos, sus comportamientos, hasta tenerlos interiorizados, de modo que formen parte de él.
De esta forma también se crea el cuerpo polimórficamente perverso del niño, un cuerpo en el que todo es placer, y en todo busca el placer. Este cuerpo está completamente penetrado de gozo y sexualidad. La sexualidad está en todo su cuerpo —el cuerpo que se deleita en todos sus órganos, -y sentidos- el cuerpo que juega—, cuerpo que se autoacepta, que se autodeleita, transbordante de sí hacia todo su mundo.
La neurosis es la desarmonía entre la mente que construye el mundo y el cuerpo que es deseo de placer, por eso la desarmonía entre el instinto de vida y el deseo de morir. Entre el placer, -el deseo- y la realidad, -displacentera-. -El instinto de muerte aparece, viene, de la represión, -la prohibición del deseo o placer -. De haber matado sus ansias de placer original, con el castigo, la prohibición, y la aparición correspondiente de la culpa, por creer haber realizado algo que contrariaba a sus padres, y, por tanto, el temor de perder su protección y cuidado-.
El dualismo principal aparece entonces entre los instintos de vida y de muerte, entre el placer y el displacer, los deseos propios y los temores de perderlos.
El Eros conduce a la fusión y a la unión— y no se concilia con el instinto de muerte, que lleva a la separación, a la autonomía, a la individualidad y, por lo tanto, a la muerte.
Freud da a ese instinto de muerte tres características: tendencia a negar la actividad cuando es necesaria; renunciar a los propios ideales para volver a la paz de situaciones más fáciles -como los seres vivos vuelven al mundo inanimado—; tendencia a la comodidad y a la mediocridad. Segunda es la compulsión a
la repetición de estos actos destructivos. Aunque sepamos que estamos haciendo algo equivocado o doloroso, seguimos haciéndolo. La tercera es cualquier negatividad, todo tipo de pesimismo, todo deseo de destruir, de negar aquello que se ama o que es placentero, como el sadomasoquismo primitivo.
Toda negación es hija del instinto de muerte.
La compulsión a la repetición fija al individuo en el inconsciente, en las experiencias traumáticas de sufrimiento en la infancia.
La compulsión a la repetición nos arrastra siempre hacia delante en el camino equivocado, buscando la satisfacción en objetos insatisfactorios, -consumo, compras, etc.- no-corpóreos, por ejemplo, en la transformación de la naturaleza.
Por su tendencia a matar o a morir, el ser humano tiene dos caminos a seguir: o defenderse matando a los otros, o matarse a sí mismo para destruirse. -realiza actos de destrucción, masoquistas-. Pero, como es un ser incompleto, la tendencia a matar y a morir tiene también una historia que es la de nuestra misma especie. Y esta tendencia es mucho más intensa en el patriarcado que en cualquier otro periodo histórico.
En todos los organismos, vida y muerte obran en armonía.
El animal, que no es reprimido, muere cuando tiene que morir y la muerte para él es la finalidad de la vida. / No entiendo como un animal, no consciente ni racional, puede integrar la muerte en su vida. Creo que ese animal, no sabe lo que es morir. /
-Una persona insatisfecha no desea morir, tiene miedo a la muerte-, / eso lo entiendo, aunque no se explicarlo /Para el ser maduro, él es todo en un ser satisfecho-. No tiene miedo ni niega la vida peculiar a su especie.
Por la represión, únicamente el humano por ser inacabado es el animal que todavía está buscando la vida peculiar a su especie sin encontrarla. / ¿es inacabado porque no está realizado? / Porque ello es distinto a que nacemos inacabados, y quizá siempre lo estemos, pero podemos estar conscientemente camino de la realización, o aun, sabiendo que no lo estamos, somos conscientes de ello /
Si está inacabado, desrealizado, entra en conflicto consigo mismo y con los otros.
Toda religión no es más que esa dificultad de lidiar con la muerte. Como no es lo suficientemente fuerte para morir, el ser humano inventa para sí una inmortalidad, sea por medio de sus antepasados, sea por una vida inmortal en el cielo.
Del más primitivo al más sofisticado de los modernos, los seres humanos siguen todavía hoy con ese problema.
Hablar de historia es hablar de transformación, de cambio, de proceso. El animal insatisfecho quiere cambiar, quiere herederos para sentirse inmortal. -poder, dinero, fama, etc.- Sólo lo que es pleno no quiere cambiar nada.
Sólo el placer es para siempre.
LAS FASES DE LA LIBIDO: - EL NACIMIENTO DE LO MASCULINO Y DE LO FEMENINO -100-
La gran ley del deseo es extenderse por todo el cuerpo durante todo el tiempo y hacer eterno el éxtasis.
El niño que no es suficientemente maduro ni para vivir ni para morir aprende a concentrar su deseo en las regiones del cuerpo que ve más amenazadas de pérdida.
Podemos cartografiar la libido infantil en tres fases: oral, anal y genital.
En la vida intrauterina— el niño vive inmerso en una perfecta omnipotencia, con todas sus necesidades
satisfechas automáticamente por su madre.
En el momento de nacer el recién nacido es separado de su madre y ésta es la primera experiencia de separación, una dolorosa y traumática experiencia. El niño, que todavía no es suficientemente fuerte ni para vivir ni para morir, sufre entonces su primer miedo a la muerte, su primera ansiedad de ser abandonado. / - a sentirse seguro, protegido, cuidado, amado, valorado…- / Prototipo de todas sus ansiedades futuras y de todos sus futuros miedos—. -miedo a la separación y al abandono-. El niño siente cada separación como una muerte y cada encuentro como un nacimiento. Reprime la muerte porque no puede vivir sin el otro.
La libido infantil, el propio instinto de vida totalmente dirigida hacia la unión y el placer, limitada por el instinto de separación que viene de la ansiedad y del miedo, el instinto de muerte.
Existe en la psique infantil la incapacidad de aceptar cualquier separación; el niño niega la realidad y sobrecarga el proyecto narcisista de unión amorosa con el mundo con el proyecto irreal de transformarse en todo el mundo. – 101-
En la fase anal el dualismo sujeto/objeto se transforma en pasividad/actividad.
El narcisismo trae de la fase anterior, el proyecto -la idea- de negar su propia dependencia, colocándola ahora, -transformándola- en el plano de la acción, como pasividad.
Afirma su independencia por la actividad rebelde, procurando transformar la pasividad en actividad, como por ejemplo cuando dice jugando: ahora yo soy la madre y tú el/la hijo/a.
Ese empeño obsesivo en transformar pasividad en actividad es agresión. / Comprendo que, si alguien se siente pasivo, con la actividad tienda a negar la pasividad, y que haga cosas muy variadas para ello, y también comprendo que esa transformación de la pasividad en actividad, pueda convertirse en agresión, a veces. /
El niño exterioriza su instinto de muerte, hasta entonces interiorizado en la negación de la realidad, atacando esa misma realidad. -/ ¿es la agresividad, instinto de muerte, es así? – esto no acabo de comprenderlo. /
La agresión no es más que el instinto de muerte exteriorizado. / ¿en todos los casos? /
La fantasía del niño es volverse su propio padre. Mediante el proyecto de ser al mismo tiempo padre e hijo en su luna de la muerte, transforma la muerte —el principio de negación- en una acción negativa que es la agresión. Y en ese momento tiene que identificarse con el padre, que en el patriarcado es el dueño, el opresor. Si el niño se identifica con el opresor, la niña se identifica con la pasiva, la poseída, la oprimida. Pronto descubre que la madre no es todopoderosa, y esto en el patriarcado traumatiza lo femenino para siempre. / esto no acabo de entenderlo /
El proyecto de volverse padre e hijo al mismo tiempo no lo ejecuta en la realidad, sino en la fantasía, y las fantasías son corpóreas, por ejemplo, se ligan a la parte del cuerpo que puede ser manipulada de modo mágico, como la copia fantástica del Yo: el pene. En esta fase es cuando se inicia el proceso de sexualización del cuerpo. / Y esto lo entiendo menos, no entiendo que la identificación con el padre, sea la identificación con el pene. Lo veo más bien, con el poder simbólico que encarna el padre; el super héroe. /
En la fase fálica la polaridad actividad/pasividad se transforma en la polaridad entre la masculinidad y su opuesto, que no es como parecería obvio lo femenino —que es su complemento— sino la castración. -Actividad=masculino, pasividad=castración-. / la castración la entiendo, no de un modo real, que te corten el pene o los cojones, sino, que te corten la posibilidad y la capacidad de ser y hacer, de crear, de desarrollarte y realizarte, aunque se entiendo la relación entre masculino=actividad y femenino=pasividad, porque nos han inculcado culturalmente esa idea. /
Aunque el niño exprese su reacción contra la pasividad en la rebelión activa, sigue sintiéndose impotente ante su «pasividad» biológica, o sea, por haber nacido de la madre. / Tampoco entiendo que la rebelión sea una reacción contra la pasividad, sino una toma de consciencia de su dependencia irracional, dependencia del padre o del estado, del poder, de la autoridad. /
El niño trata de transformar esta pasividad con el proyecto edípico de querer tener un hijo con su madre, de querer poseer a su madre, o sea, de volverse su propio padre. / sigo sin entender que el niño quiera tener un hijo con su madre, o lo que es similar, que quiera follar con ella. Todo ello podría tener un significado a lo sumo, simbólico, no real /
El niño siente que todos sus instintos podrían ser satisfechos, todos: el amoroso, el agradable, el sensual, el provocador, el auto-afirmativo y el independiente.
La esencia del complejo de Edipo para el niño es convertirse en su propio padre, o sea, volverse Dios.
Esa intuición la tuvieron la mayor parte de los filósofos como Spinoza y Sartre.
Así el narcisismo infantil se pervierte, perversión que nace del miedo y de la fuga de la muerte.
La libido ya no se concentra en la boca ni el ano, sino en el pene, que siente amenazado de pérdida, y ahí quedará localizada para el resto de su vida.
La masculinidad se define como actividad, la actividad narcisista del pene. / el poder, la realización, la autonomía, el ser, ¿¿¿??? /
Sólo quien tiene pene puede convertirse en su propio padre. / ser él mismo, sin nadie por encima, sin nadie que le oprima, sin nadie que le explote…/
La posesión del pene sobrecarga de fantasías de posesión no sólo la relación de hombres con mujeres, sino también la de los padres con sus hijos y la del hombre con el mundo y con los otros hombres.
Los hijos son los herederos del padre y lo perpetúan. / su fuerza, valor, potencia... /
En este momento el hombre crea para sí un alma inmortal —en la concepción freudiana, el alma es el yo— / un ser / Pero queremos enfatizar que esa distribución —esa cartografía— de la libido no nos parece natural.
Es una hipercatexia —hipererotización de una región corpórea en detrimento de las otras—, inducida por el narcisismo humano en fuga de la muerte. Está por lo tanto fabricada por la cultura. / es cultural no biológica /
Todos los problemas de la sexualidad infantil del niño surgen en ese momento, de la castración, momento en el que el niño teme que su padre le de muerte a causa de su deseo de poseer a su madre y por toda su omnipotencia anterior a la represión. / puede ser la toma de consciencia del poder opresor, de la dependencia de esa opresión, autoridad y poder externo, del superyo, de la pérdida de autonomía, de la desrealización, del sometimiento /
Un cuestionamiento: madre rica y madre pobre. -103-
La relación básica, no es la relación madre e hijo sino la relación entre el hijo y el lugar que ocupa la madre en el sistema productivo, lo que cambia toda la teoría de la libido. / la relación del niño con la economía, de la que depende, y la cual le sitúa en el lugar de explotado y oprimido /
Debido a la desnutrición, a su imposibilidad de, aun siendo madre, cuidar del hijo como él lo necesita, éste no puede vivir el placer ni la omnipotencia infantil desde su nacimiento. / sino que está determinado por – es dependiente de los demás /
Esto desarrolla en él las características del oprimido, baja estima, sumisión, e incluso crueldad, que le permiten soportar grandes privaciones y frustraciones, lo que demuestra que lo económico abre y cierra los caminos del deseo conforme a sus intereses.
LA SEXUALIDAD MASCULINA: CÓMO SE FABRICA UN ALMA
Todos los problemas de la sexualidad infantil / del ser / masculina se manifiestan en el complejo de castración, a causa del vínculo de la sexualidad infantil con el comportamiento adulto.
El complejo de Edipo sucumbe ante el complejo de castración, el miedo a perder el pene.
De ahí en adelante se sentirá amenazado hasta el fin de su vida.
De esta forma la teoría de la castración es la llave para comprender toda la psicología del hombre adulto.
El niño se da cuenta de que su madre pertenece al padre y que es éste quien ejerce el poder.
Quiere matar al padre, lo rechaza, pero como no tiene suficiente fuerza, proyecta su deseo en su padre: «mi padre quiere matarme. /oprimirme – está contra mí – contra mi ser – contra mi realización /
El niño queda así completamente solo, porque si ama al padre, muere (imaginariamente), / se somete – amarle es aceptarle, confesar que es superior, que depende de él / y si ama a la madre, también (imaginariamente) morirá.
A partir de aquí el hombre tenderá a deserotizar su energía vital con el miedo a la muerte. / a la castración – al sometimiento ¿? /
Deserotiza su pene y su cuerpo, colocando la mayor parte de su energía sexual en objetos no-corpóreos. / se dedica a hacer otra cosa – pone la atención y la energía en otros objetivos, no sexuales, no edípicos /
El miedo a la castración deja en el niño una gran cantidad de energía que no puede ser transformada en actividad sexual corpórea, y que por lo tanto es desplazada en la práctica, por el mecanismo de la sublimación, hacia los objetos no-corpóreos a los que nos hemos referido, como por ejemplo la construcción del mundo del poder, de la historia y de la cultura. / la escritura, el arte, la creatividad, la política / -el trabajo y lo que representa, lo bueno, lo correcto, la dedicación, la disciplina…-
Pasa a no ser ya fuente de una satisfacción erótica auténtica, pasa a ser fuente de una abstracta satisfacción sustituta, en la cual el Eros corpóreo se une al instinto de muerte, que tiende a no ser corpóreo, porque el miedo a la muerte saca la energía sexual del cuerpo.
Toda cultura tiene como componente estructural la fuga de la muerte, es decir, del instinto de muerte, la mayoría de las veces en lucha con el instinto de vida, el deseo inmortal que sigue subyacente a toda actividad humana. / el placer /
El complejo de castración establece la peculiar capacidad de que los cuerpos humanos vislumbren actividades no corpóreas (sublimaciones) y también la capacidad peculiar de autonegarse del Yo humano (superyó). Hay un momento de este proceso en el que el niño queda radicalmente solo: cuando teme a su padre y rechaza a su madre. Está separado de ambos por miedo a la agresión del padre y al afecto de la madre. Ese cara a cara con la muerte tal vez sea la promesa de inmortalidad.
En este momento el niño se forja un alma inmortal y más tarde proyecta esa inmortalidad en la promesa de todas las religiones, de los sistemas económicos y de los hechos culturales.
Y así de manera desexualizada, haciéndose inmortal, el niño perpetúa la intención edípica de convertirse en su padre —unirse con la madre y autoengendrarse—. / ser él – no depender – crearse su propio mundo /
De este modo el hombre puede adquirir un alma inmortal distinta de su cuerpo y una cultura superorgánica que eternizan al mismo tiempo tanto el proyecto de ser su propio padre, cuanto el horror de la diferencia
orgánica de los sexos, que, de ahí en adelante, será manipulado diversamente por los sistemas económicos y por las culturas de acuerdo a sus intereses. Lo que corresponde al alma en el cuerpo es la parte del deseo
que queda deserotizada.
El complejo de castración, / temor a no ser él mismo / finalmente, acentúa la separación entre el cuerpo del niño y el cuerpo de la madre, entre el yo y el otro, pero lo hace de manera traumática, de modo que la verdadera individualidad —que es una integración y no una oposición entre eros y muerte - nunca podrá ser alcanzada en nuestro sistema patriarcal por ningún hombre.
El complejo de castración establece un dualismo absoluto entre el yo y el otro, / entre el yo que quiere ser libre y el otro que puede ser el opresor – entre el yo y el superyo / por eso el niño tiene que optar entre el amor al yo y el amor al otro.
Por el superyó se subjetiva al padre y el hombre consigue finalmente convertirse en su propio padre, pero a costa de su verdadera autonomía, haciéndose, por el superyó, dependiente de las reglas sociales y de la autoridad moral colectiva mucho más intensamente que la mujer. / ¿? /
La agresión, elemento esencial del proceso de sublimación, es también subjetivada no sólo en la lucha entre yo y superyó, sino también en la eterna lucha entre cuerpo y mente, entre cuerpo y yo, entre cuerpo y alma, que es la represión y que mantiene la desexualización del proyecto edípico y por tanto todas las sublimaciones.
En la vida adulta, esta lucha preparará al niño para la lucha mayor de todas que es la lucha: opresor/oprimido.
En el sistema patriarcal la violencia en el hombre es estructural. Nace exactamente en el momento en que el niño se enfrenta al dilema de castración: o mata o muere. El niño introyecta en ese momento el principio básico de la sociedad competitiva, que se fue solidificando con el pasar del tiempo histórico y que muestra la naturaleza esencialmente violenta de la sublimación.
El mórbido instinto de muerte, transformado ya en principio de negación, florece en negativas del propio cuerpo.
El Eros introvertido y la agresión introvertida constituyen el «yo autónomo», que es lo que sobró en el hombre de la individualidad humana.
Se instalan así todos los dualismos que hacen al hombre apto para el ejercicio del poder, pues a partir de entonces le será negada la capacidad de amar, si llamamos amor al binomio afecto/sexo. Y esto le hará hasta el fin de su vida incompatible con la mujer.
Otra cuestión: cómo se fabrica el poder – 109
¿Qué es exactamente la sublimación? –
La sublimación, la abstracción y la simbolización son funciones del córtex cerebral, por lo tanto, específicas de la condición humana, tanto para los hombres como para las mujeres. – Del uso que hacemos de esa sublimación.
En el sistema patriarcal es usada de manera que lo refuerza, hipertrofiándola en el hombre,
para que se haga apto para ejercer el poder, y disminuyendo esa potencialidad en la mujer para adaptarla a la sumisión.
- El hombre se identifica con el opresor y la mujer con el oprimido a causa de la forma diferente en que uno y otra viven en nuestra cultura este proceso de la sublimación. –
Si la sublimación refuerza el sistema de poder, podemos transformar esa capacidad, dado que conocemos los mecanismos por los que funciona. La sublimación que vivimos hoy puede ser entendida como un desequilibrio entre el cuerpo y la realidad, es decir, se basa en el dualismo mente/cuerpo, en detrimento del cuerpo y con énfasis en la soberanía del alma.
Hay así en la sublimación una insania intrínseca hasta el punto de poder afirmar, sin miedo a equivocarnos,
que en principio la inteligencia pura es locura – la gran alienación humana es la de nuestros propios cuerpos a favor de la mente y la curación consiste en devolver las almas a nuestros cuerpos, o sea, en volver a nosotros mismos. –
Todo ese montaje teórico que «prueba» la superioridad de la mente sobre el cuerpo no es más que una inmensa racionalización de la cultura occidental para justificar la superioridad del hombre sobre la mujer, del señor sobre el esclavo y de los pueblos conquistadores sobre los conquistados.
Hay sublimación cuando el yo (el alma) dispone de la libido (el deseo). La deserotización se da cuando el deseo pasa por la criba del yo y la energía sexual es desencarnada o transformada en energía espiritual.
El gran fracaso del psicoanálisis fue querer reconciliarse con la antigua tradición occidental de sublimación reintroduciendo el dualismo mente/cuerpo, después de desreprimir el deseo (el cuerpo).
El reprimido queda intelectualmente conocido, pero continúa básicamente reprimido, con lo cual está peor
que antes.
Freud, con una visión radicalmente pesimista, decía que dicho proceso era biológico, por tanto, imposible de cambiar. Hoy sabemos que tiene una historia y que es fabricado por la interacción de la psique y del cuerpo humano inacabado, con el medio ambiente, que el ser humano transforma, y que por lo tanto esa psique y esa transformación, repetimos, también pueden cambiar. ¿para qué sirve la sublimación? El gran cuestionamiento sobre la naturaleza de la sublimación viene de la mujer.
Cómo se fabrica la cultura
En el niño, el yo no es lo suficientemente fuerte para vivir y morir. Acepta y niega la vida, o mejor, la diluye al punto de poder ser soportada.
Esa dilución es la desexualización.
Mediante la dialéctica de afirmarse por la negación, las realidades más superiores del cuerpo humano son la negación de las realidades más inferiores y por lo tanto, se ligan entre sí: de esta manera el dinero, al ser negación del excremento, -mierda- se vuelve también excremento, e igualmente el yo, por ser negación del cuerpo, sigue siendo corpóreo - toda abstracción es la proyección sublimada del cuerpo entero.
El hombre que pierde el objeto amado pierde el cuerpo y gana un alma, pues el punto de partida de todo es la no aceptación de la pérdida del objeto amado.
Cuando se pierde el objeto amado (los padres), el amor que se dirigía a ellos se orienta hacia el yo y después hacia los objetos no-corpóreos, donde la energía sexual es deserotizada y reorientada hacia el mundo externo, hacia la realidad.
El propio conocimiento y las facultades cognitivas se desarrollan a partir de esas pérdidas.
El punto de partida de los procesos cognitivos, es la pérdida del ser amado.
El niño comienza a probar la realidad»: trata de procurarse en concreto el mismo placer que verdaderamente sintió y perdió.
Todo pensamiento no es más que la búsqueda de una satisfacción perdida, alcanzada ahora por el atajo de la función motora e intelectual del cerebro humano - la conciencia humana es inseparable del intento de transformar en realidad el deseo perdido, que sólo algunos
consiguen —los que poseen el poder— pero todos lo intentan.
La realidad que el yo percibe y construye es la cultura.
Toda cultura es una satisfacción sucedánea, una pálida imitación del placer del pasado, subyacente al placer de lo abstracto en el presente, y por eso mismo, toda cultura es esencialmente desexualizada. Estamos así en pleno mundo construido por el hombre.
EL MUNDO COMO PROYECCIÓN DEL CUERPO ERÓGENO DEL HOMBRE – 112 -
Como la sublimación en el niño le niega el cuerpo de la infancia y trata de reconstruir ese cuerpo perdido en el mundo externo, su propósito oculto —y por lo tanto el de toda la cultura— es el redescubrimiento del cuerpo infantil perdido.
El inconsciente solamente se vuelve consciente cuando es proyectado de forma concreta.
La sublimación es la vida de un ser que debe descubrir la vida, en vez de vivir y debe saber, en vez de ser.
La característica es conservar para siempre la vida a distancia, porque esa distancia inhibe el dolor y el sufrimiento que conlleva la pérdida de la vida.
Y el mecanismo básico de la sublimación es la negación del sufrimiento. A través de ella el ser humano consigue permanecer vivo y no-vivo al mismo tiempo.
En el patriarcado, la religión es la proyección para después de la vida de la reunificación entre la vida y la muerte, la proyección del éxtasis integral que alcanza el niño en la relación con el cuerpo de su madre.
De todas las proyecciones, esta proyección también es la más manipulada por los sistemas de dominación para mantener sumiso al ser humano.
El arte se vuelve proyección semi abstracta porque es libidinoso de la sexualidad polimorfa. El gozo de la belleza a través de la mirada en la pintura, literatura, etc.; por el gusto en la culinaria; por el oído en la música; por el olfato en la perfumería; por el tacto y hasta por la inteligencia en el gozo espiritual de objetos fragmentados es la vivencia de la forma sustitutiva de la sexualidad infantil polimórficamente perversa, que erotiza todos los sentidos y todas las partes del cuerpo al mismo tiempo.
El arte es un recuerdo de esa vivencia de forma no amenazadora para el yo.
La abstracción es la proyección de todo el cuerpo y las actividades más abstractas, las que nos permiten un conocimiento más profundo del ser humano y del mundo externo al deseo sexual transformado en deseo de conocimiento del alma. Y la curiosidad erótica se transforma en curiosidad científica.
Las heces: cómo se fabrica el dinero.
En el momento que el niño se siente radicalmente solo, con miedo de su padre y terror de su madre, concibe el proyecto de ser autosuficiente.
Ese proyecto viene junto con la desexualización del pene amenazado de castración.
El niño entonces, en su fantasía escinde el pene del cuerpo y lo equipara a las heces.
El excremento es al mismo tiempo alimento e hijo. Y esta fantasía de omnipotencia lo satisface en una fusión inestable entre el Eros y el miedo a la muerte.
Al mismo tiempo que elige el amor a sí, en el momento en que pierde el cuerpo, el niño, en nuestra cultura, escoge también el amor y la posesión de las cosas.
De ahí la naturaleza excremental inconsciente de toda propiedad, de todo, y también del dinero, residuo mágico y símbolo de propiedad y de poder.
En la cultura sublimada no se reprime la sexualidad adulta; por el contrario, a medida que la cultura se hace más sofisticada, y por lo tanto más sublimada, esa sexualidad adulta fragmentada se estimula cada vez más. Pero siendo un fragmento de la sexualidad —pues excluye el resto del cuerpo que para el hombre queda anestesiado, insensible y sublimado—, se ve también manipulada por la cultura.
Así, en nuestra sociedad patriarcal, el niño pierde para siempre el paraíso terrestre: el éxtasis.
LA SEXUALIDAD FEMENINA: CÓMO SE FABRICA UN CUERPO – 116-
Según Freud la sexualidad se forma tradicionalmente en tres fases.
En la primera fase —la oral—, la sexualidad de niños y niñas sería indiferenciada, con el mismo proyecto narcisista de fusión con el mundo y de incorporación del objeto amado.
Solamente en la segunda fase —la anal— se acentuarían las diferencias.
En esta segunda fase, cuando en la niña el principio de pasividad se transforma en principio de actividad, ella también concibe el proyecto de tener un hijo con su madre, es decir, la niña concibe su proyecto edípico sin la presencia del padre.
Y a medida que la niña percibe que la madre está castrada, que no posee pene como el padre y los hermanos, se rebela contra la madre porque se ve también castrada.
Así la niña siente el miedo a la castración antes que el niño.
Después de sentirse castrada se vuelve hacia su padre, queriendo ser como él. Sólo después acepta su feminidad, al querer tener un hijo. Lo que crea en la niña el complejo de castración no es el miedo al padre, sino el descubrimiento de que la madre no tiene pene.
Niños y niñas al darse cuenta de la castración de la madre se vuelven hacia el sexo opuesto, de ahí la preferencia por la masculinidad, entendiendo como opuesto no la feminidad sino la castración. Por lo tanto, según esa misma teoría, la niña está estructuralmente vinculada a la pasividad, a la inferioridad y a la castración.
La fabricación del cuerpo
La niña, aunque detestando a su madre, continúa integrando afecto y sexualidad, porque no ha perdido el objeto de amor arcaico (madre). La niña se identifica con la madre en la comunión, en la fusión, en la relación.
Su cuerpo erógeno se vuelve totalmente diferente del cuerpo masculino. Su sexualidad no está concentrada en el área genital, está dispersa por todo el cuerpo, incluso internamente.
La perversidad polimorfa invade su psique. Ella, que no pasó por un proceso de sublimación tan agudo como el del hombre, no separa mente de cuerpo y por lo tanto tampoco alma de cuerpo. Su alma está en su cuerpo. La mujer entonces desarrolla las cualidades de esa alma que están integradas con el cuerpo y que el hombre reprime: la emoción, la relación con el otro, la comunión, el compartir.
EL MUNDO COMO PROYECCIÓN DEL CUERPO ERÓGENO DE LA MUJER
Todas las cosmogonías no son más que la sacralización de las leyes que rigen los sistemas económicos y culturales de los diversos grupos humanos.
La aparición de dioses masculinos es muy reciente en la historia humana.
Las mujeres gobernaban la sociedad de entonces por linaje femenino porque ni los hombres ni las mujeres sabían quién era el padre de la criatura.
Los hombres se sentían más o menos marginales y las mujeres eran consideradas casi sagradas.
El poder generador de las mujeres originaba su poder económico.
En esas comunidades la vida era gozosa, bastaba recolectar el alimento de los árboles y cazar pequeños animales para tener satisfechas las necesidades físicas.
El resto del tiempo quedaba disponible para las actividades placenteras, que incluían el contacto directo con la
naturaleza y con los otros miembros del grupo. Varios antropólogos describieron algunas de estas actividades y el delicado equilibrio que había entre los seres humanos y la naturaleza, entre padres e hijos, etc.
Era común la propiedad de todas las cosas. La guerra era impensable, pues la muerte de uno o más miembros del grupo amenazaba la supervivencia de todos.
El poder era otra tarea más, un servicio, y por eso pasaba de mano en mano como una patata caliente. Había vez y voz para todos. Como el gobierno lo ejercían las mujeres desprovistas de fuerza física, éstas gobernaban por persuasión, por seducción, de abajo hacia arriba, por consenso. -125-
El grupo tenía primacía sobre los individuos; la palabra «yo» no existía en las lenguas primitivas. El yo se da en los últimos milenios que engloban el periodo histórico de la humanidad.
No había muerte. La muerte física era la reintegración del individuo en la cadena de las generaciones. Pasaba a ser un antepasado que después volvería a reencarnarse. Volvería, por lo tanto, no existía la pérdida irreparable. Vida y muerte eran dos fases complementarias de una misma realidad.
La vida solamente entra en lucha con la muerte en el patriarcado. Por eso mismo realidad y placer estaban más próximos que hoy. El yo y el otro, porque la realidad cotidiana estaba inmersa en lo sagrado.
El contacto de los niños con el cuerpo de su madre era más prolongado e intenso que en los días actuales. La sexualidad genital era también menos intensa y existía la erotización de la vida como un todo. Toda la realidad estaba permeada por una sensualidad que hoy ya no conocemos. Incluso cuando se hacía dolorosa o trágica, ese dolor no se reprimía, se vivía. Las personas sabían gozar y sufrir, vivir y morir.
La envidia del útero
Cuando la exuberancia de la naturaleza va disminuyendo, se hace necesario el uso de la fuerza física. Provocará cazar animales grandes y poco a poco van apareciendo las culturas basadas en la caza. El más fuerte comienza a dominar a los más débiles. Se inicia la rutina de la lucha por un territorio mayor, el género masculino pasa a ser hegemónico y comienza a desreprimir la envidia arcaica del útero, intentando tomar en el plano simbólico el poder reproductivo de la mujer, en rituales como el de la cuvade, en el que el macho, tras el parto, ocupa naturalmente» el lugar de la mujer en el cuidado de la criatura. En Brasil esta práctica se observa en todas las culturas indígenas, que ya no son recolectoras sino cazadoras.
Estas culturas se mantienen hasta el patriarcado, que comienza en la época en que los hombres descubren su papel en la procreación, hace aproximadamente veinte mil años.
Y eso ocurre simultáneamente al descubrimiento de cómo fundir los metales.
Con ellos hacen los primeros instrumentos agrícolas y hace diez mil años comienzan a dividir la tierra entre sí.
La guerra es ya una rutina, así como la invasión de tierras, llevada a cabo mediante el simple procedimiento de la falsificación de títulos y el asesinato.
Los principios masculino y femenino, que hasta entonces gobernaban juntos el mundo, se dividen: la mujer queda recluida en el mundo de la casa —lo privado— y el hombre asume el espacio público.
La ley del más fuerte consolida su poder. Un poder que no es ya más un servicio, sino un privilegio. Predomina la relación señor-esclavo.
El hombre domina y la mujer es dominada. Y esa violencia que poco a poco se va fabricando la introyecta el niño en los días actuales en el proceso de castración.
Y la introyección de la figura del señor —el padre— y del esclavo -el niño— marca el inicio del proceso histórico de sublimación.
La envidia del pene
La envidia del útero es sustituida ahora por la envidia del pene. El parto, condición de la superioridad femenina en los primeros tiempos, pasa a ser descalificado.
En el cristianismo es un Dios macho y guerrero —Yavé, Dios de los ejércitos— el que saca al hombre del barro y a la mujer de su vientre. Y no de la costilla, pues haciendo todavía uso de Freud, por un mecanismo de desplazamiento, mediante una realidad aceptable para el consciente se expresa otra más violenta que el consciente niega, pero el inconsciente entiende y acepta.
Según Aristóteles el feto masculino adquiere un alma a los 40 días y el femenino a los 80. Y esta ideología llega casi hasta nuestros días. Solamente en el siglo XIX se descubre el papel de la mujer en la gestación, pero para entonces la envidia del pene ya estaba instalada desde hacía milenios.
La ruptura entre lo público y lo privado dio inicio a todas las demás: entre lo sagrado y lo profano, entre el hombre y la mujer, entre los grupos humanos, y principalmente entre lo humano y la naturaleza.
Ahora las relaciones son relaciones de violencia. La misma violencia que el niño aprende cuando quiere matar al padre para no morir.
En el sistema patriarcal y de clases, creado por la sublimación masculina, todo se separa en categorías, clanes, ciencias e imperios, dividiendo al ser humano dentro de sí y a los dos géneros.
LA INCOMPATIBILIDAD ENTRE EL HOMBRE Y LA MUJER
Individualidad y sexualidad
¿Cómo se da el proceso de identificación sexual de niños y niñas en el sistema patriarcal?
El niño corta la relación con el padre y, por eso, también con la madre. Y cuando se identifica sexualmente lo hace en
solitario y de manera autónoma.
La niña, que no sufre la amenaza de muerte, en vez de identificarse en solitario, lo hace en la relación, reforzando sus lazos con el padre y la madre.
El amor que salva al niño es el amor de sí mismo —egoísmo— y el de la niña, el amor al otro —altruismo.
La consecuencia directa de esta condición de ambos es el tipo de superyó masculino, rígido e impersonal, que se opone al femenino, más flexible y personal.
Esta divergencia entre uno y otra es la tendencia en el hombre a la autonomía, a la soledad y a la separación, mientras que la mujer tiende a la unión, a la relación y a la búsqueda de compañía.
Actividad y agresividad versus pasividad y receptividad son características tradicionales de ambos géneros que actualmente están empezando a sufrir transformaciones rápidas.
Manipulación y control proceden de la característica sádico-anal de nuestra cultura.
Son complementarios de la dependencia afectiva de la mujer tradicional, originada por la sumisión económica.
Cada uno erotiza lo que puede.
El hombre en general erotiza el mando, el control, y la mujer lo «domina» por la ternura, por la fragilidad y hasta por el masoquismo.
En suma, el cuerpo del hombre es fragmentado. Su grandeza trágica proviene de su precoz experiencia de enfrentamiento con la muerte. El, y no la mujer, cae desde la eternidad del niño polimórficamente perverso, sumergido en el placer de su cuerpo, dentro del tiempo fragmentado en horas, minutos y segundos: el tiempo del trabajo, del poder y de la construcción de la historia.
Su cuerpo está construido por su mente masculina. La mujer, no. Ella identifica su mente con el cuerpo y esto hace que permanezca en el mundo del placer, íntegra.
Como la estructura psíquica del hombre lo lleva hacia lo racional, la objetividad y el conocimiento intelectual, esto
tiende a desexualizar su cuerpo erótico volviéndolo un cuerpo abstracto.
Por eso mismo el hombre es más propenso que la mujer a generalizaciones, a la ciencia objetiva y teórica, a la construcción científica y tecnológica y al sistema económico.
La mujer, por otro lado, llega al mundo del conocimiento llevando todo su cuerpo erógeno.
Lo irracional, la emoción, la intuición y principalmente el cuidado. -133-
Los roles estaban bien definidos. La mujer tenía que ser anorgásmica y doméstica. Afecto, sí, pero el deseo era obsceno en casa; en la calle, no. Mientras la mujer cocinaba y cuidaba de los hijos en casa, el hombre se marchaba a la calle en busca de otras mujeres — en general de clase social más baja— con las que tenía sexo disociado de afecto.
Dividido por el hombre, el sexo viene separado del afecto.
Es menos doloroso. En su gran mayoría sienten la intimidad como amenazadora. Para el hombre es sexo o intimidad, para la mujer es casi imposible disociar ambos.
El hombre lo primero que ve en la mujer es la apariencia física. Como él tiene el cuerpo dividido, también ve en ella
un cuerpo dividido. Se casa por los motivos más increíbles. Se casan con senos, traseros, tonos de voz...
LA INCOMPATIBILIDAD ENTRE LA MUJER Y EL HOMBRE
La sublimación es fruto del miedo a la muerte y, por lo tanto, violenta para el niño. Las mujeres y los hombres tienen capacidad de pensar, de simbolizar, pero las primeras han sido tradicionalmente manipuladas por el patriarcado para mantenerlas fuera de lo simbólico masculino.
Las mujeres, actualmente, están siendo educadas y comienzan a entrar en masa en los sistemas simbólicos masculinos sin la super sublimación caracterizadora del proceso psicológico del niño.
La mujer —según las últimas citas de Lacan— es capaz de un gozo más allá del falo o, mejor, de un éxtasis. El gozo fálico es un gozo restringido y cómo el éxtasis incluye el cuerpo y la mente, hasta el punto de que Lacan afirma que ella goza con Dios, y como no se puede reducir el amor a la cópula, lo que hacen los místicos es exactamente lo opuesto a eso.
La mujer, que goza más allá del falo, es incompatible con el hombre, cuyo gozo se agota en el falo.
Entre los hombres, sólo los poetas y los místicos —que integran mente y cuerpo— son los que tienen acceso a la mujer.
Estos no son incompatibles con ella).
El gozo, en último análisis —en cuanto al hecho del silencio sobre el gozo y de no saber nada sobre él—, es aquello que escapa a lo simbólico, siendo incomunicable por medio de palabras a quien no tiene una experiencia semejante, porque no hay forma de explicar el azul a un ciego de nacimiento ni la música a un sordomudo.
La entrada de la mujer en lo simbólico se está dando de modo diferente a la del hombre; ella trae «mezcladas», integradas, razón y emoción, inteligencia e intuición, etc., y así, desde que entró en el mundo público está modificando los sistemas simbólicos masculinos, a nuestro modo de ver fragmentados y esquizofrénicos. Lo que queremos decir es que una vez que la mujer se vuelve un sujeto mayor de la historia, con igual título que el hombre, comienza a trasformar esos sistemas simbólicos —competitivos— en otros totalmente diferentes.
Está empezando a crearse un nuevo orden simbólico, ahora igualmente masculino y femenino.
La sublimación no es el único camino para entrar en lo simbólico, ya que fue construida para ser el fundamento interno de la sociedad competitiva y violenta, fue fabricada para sustentar el poder y no para inaugurar lo simbólico; la simbolización es una función del córtex y su uso es cultural y económico, como hemos venido diciendo exhaustivamente.
Ahora podemos empezar a entender cuál es el tipo simbólico que incluye el gozo y no la frustración y el miedo a la muerte.
En el ámbito epistemológico la lógica básica no podrá ser la lógica «objetiva» aristotélica de causa-efecto.
Tenemos que ir hacia una epistemología que incluya la subjetividad y hacia una educación que se preocupe de la inteligencia emocional.
Lo que llamamos hoy sistemas simbólicos, basados en la palabra y en la razón, no han elaborado ni percibido sus bases inconscientes e irracionales.
Hombre, mujer y poder. -144-
Al comenzar el Tercer Milenio, cuando las mujeres emergen como sujetos de la historia en un mundo tecnológicamente avanzado, empiezan a traer la nueva/arcaica lógica de su cuerpo erógeno hacia el interior del sistema simbólico/económico masculino.
La estructura masculina es una pirámide dividida (que refleja la división del cuerpo masculino.
Las personas de las clases dominantes son educadas para mandar, tener iniciativa, creatividad, y las de la base, para ser pasivas y obedecer. Así ha sido desde hace ocho mil años.
EL CUERPO QUE SUBLIMA VERSUS EL CUERPO QUE GOZA
Dentro del viejo paradigma y forzosamente en el nuevo, hay situaciones patológicas.
Lo son cuando las mujeres asumen los valores masculinos del actual sistema simbólico, y los hombres asumen la posición de «perdedor», o mejor, de «sumisión» a las mujeres.
El tipo más común de la patología de género es la «mujer masculinizada», competitiva, autoritaria, manipuladora, castradora, y que pone sus intereses en primer lugar incluso en detrimento de todos. / la mujer que asume y adopta los valores masculinos, con el mismo propósito que ellos, quizá, porque crea que ello es necesario para triunfar. Las mujeres que asumen el poder son así -más papistas que el papa- más machos que los propios machos, pero asumiendo sus valores y comportamientos – de poder, autoridad, corrupción, dominio - /
Puede ser corrupta sin culpa, como un hombre. Es mandona y bruta, humilla al marido y atemoriza a los hijos.
El hombre complementario de esta mujer es un hombre conformado, emocionalmente inseguro, que necesita de una figura sustituta de la madre castradora, y eso es lo que busca en su futura esposa.
Ella se vuelve masoquista y se adapta a una relación mediocre.
Otro tipo patológico de mujer también muy común es el de la mujer sumisa: una masoquista con poca autoestima, que se ve con los ojos del hombre y por tanto está siempre insatisfecha consigo misma, con su cuerpo.
Su contrapunto aquí, es el hombre sádico, «maleducado» en el mundo público e insensible en el privado, con una sexualidad disociada del afecto.
Corresponde a este hombre la mujer que usa la sexualidad para obtener cargos y favores económicos. Ella sabe manipular la sexualidad de aquellos que elevan esta misma sexualidad a su máximo interés.
Esta mujer, por lo general bonita y apetecible, pero fría y también disociada, en la cama arranca del hombre todo lo que-quiere. Es calculadora y sádica «según se requiera». Y casi siempre queda con una buena vida. Se finge tonta cuando es necesario, para alimentar el caso masculino, pero es muy inteligente.
Todos estos tipos de hombres y mujeres, son muy comunes y contribuyen al funcionamiento de un sistema destructivo, como el capitalista liberal.
No podemos hablar de lo masculino y de lo femenino sin tocar al menos rápidamente sus variantes: la homosexualidad —femenina y masculina— y los casos de transexualidad y de transgéneros.
La homosexualidad y la transexualidad no son en sí patologías sino variantes de la heterosexualidad, pues existen en la mayoría de las especies animales según todo parece indicar, el género o su ambigüedad tiene más fuerza de lo que se pensaba, con o sin los órganos sexuales.
El cuerpo que sublima es el cuerpo fragmentado, el yo dividido. Para él, el amor que salva es el único que queda, el amor de sí.
El cuerpo que goza nunca conoció la amenaza de muerte y por eso está entero, se comunica con otros cuerpos. El cuerpo que sublima se esculpe en solitario, mientas el que goza, en la unión con el otro.
El cuerpo que sublima construye el mundo porque tiene miedo a la muerte. El que goza, y que no tiene miedo a la muerte, también construye el mundo, pero construye un mundo gozoso.
Paradójicamente, en oposición al cuerpo que sublima, el cuerpo que goza no huye de la muerte, la acepta, es capaz de romper las relaciones. Es capaz de morir para vivir plenamente.
El cuerpo que sublima no es capaz de romper nada, por haber tenido una experiencia precoz de la muerte; por eso no tiene fuerza ni para vivir ni para morir.
La sublimación es una deserotización de la energía sexual que se traslada a objetos no-corpóreos. El cuerpo que sigue siendo erótico, pero que el ser humano simboliza, también sabe construir el mundo, aunque no simbolice de la misma manera que el hombre.
El hombre sublima, y la mujer, podríamos decir, contra-sublima, es decir, erotiza. O, mejor, la mujer tiende a erotizar lo que el hombre deserotizó, sin dejar de ser cuerpo y mente.
Ella no separa el cuerpo de la mente.
LA FABRICACIÓN DEL INCONSCIENTE – 155
Nos falta ahora enfocar la relación entre sexualidad y el sistema económico.
Todo lo que el niño percibe en su primer año de vida sensaciones, emociones, abandono o aceptación, etc.— permanece en su interior para el resto de su vida.
Queda impreso en las capas más profundas de su inconsciente, y también de su cuerpo, convirtiéndose en parte estructural de su ser. Esas impresiones muy difícilmente podrán ser modificadas o borradas.
Lo económico abre y cierra los caminos del deseo de acuerdo con sus intereses.
Cómo se fabrica al opresor
En la clase burguesa, niños y niñas, desde que nacen, son cuidadosamente alimentados y su hambre se satisface hasta quedar saciados. Están al cuidado de niñeras e institutrices que, además de satisfacer su hambre, los someten en la mayoría de los casos a una rígida disciplina. Desde muy tierna edad los niños y las niñas se preocupan obsesivamente de la propia higiene, del orden y también de la apariencia física, y así aprenden a seguir los modelos de belleza de la burguesía.
Esta preocupación tiene una importancia mucho mayor de lo que parece.
En El malestar en la cultura Freud afirma que la civilización burguesa está obcecada con la limpieza, el orden y la belleza.
Y según él, éstas son características de una fase específica de la sexualidad infantil, la fase anal, en la que ha quedado fijada nuestra civilización occidental, centrada en la manipulación del control del dinero.
Las mujeres de esta clase social, por ejemplo, aplican a sus
cuerpos, con el fin de embellecerlos según los patrones internacionales, un montón de disciplinas y saberes que ninguna mujer de otra clase social logra por no disponer de tiempo libre ni dinero para imitarlas.
Se trata de masajes, peluqueros, dietas, deportes, gimnasias, danzas y muchos otros tratamientos de la más avanzada tecnología —colágenos, placentas, liposucciones, cirugía plástica, etc.— para embellecer, adelgazar y retrasar la vejez.
Los hombres se preocupan más de la salud que de la apariencia
física estereotipada, pero lo hacen de la misma manera obsesiva que las mujeres. Hablan también con desenvoltura sobre sexo. Para ellos el sexo se localiza estrictamente en las zonas genitales y el cuerpo no es más que una prolongación del pene.
Y si el pene se convierte en el instrumento de placer, el cuerpo pasa a ser el instrumento de poder
Con toda esa disciplina, tanto por parte de los hombres como de
las mujeres, cada uno de ellos aprende inconscientemente a tener control sobre sí mismo y sobre los demás. Aprenden desde temprano a obedecer para después ser obedecidos y a controlarse para después saber controlar a toda la sociedad.
El llanto en el niño es una señal que indica una necesidad, emocional o física, que debe ser atendida. Y en esa clase
social, el lloro es siempre atendido. Y como saben manejar los controles conscientes e inconscientes, encuentran «natural» manipular a toda la sociedad en beneficio propio.
Cuando los más ricos nacen, también nacen con ellos los embriones de los fundamentos de la psicología de la clase dominante: El autoritarismo, la centralización, pues se habituaron a considerarse desde que nacen los dueños del mundo; por eso en la edad adulta se consideran «naturalmente» los poseedores de la economía y del Estado.
— La manipulación de las instituciones a su favor, principalmente el Estado, la Iglesia, la familia y el sistema económico.
— La resistencia al cambio, el conservadurismo, pues «no hay que tocar al equipo que va ganando».
— La visión circular y exclusiva de clase.
Los ignorantes, los sucios, los feos, la ralea, todos los demás, la casi totalidad de la población que ellos marginan. Los frutos de esta exclusión son el elitismo y el machismo, con todos sus mecanismos de explotación económica y política.
Cómo se fabrica el oprimido
Sin embargo, esta clase no tendría posibilidades de ejercer una opresión tan completa en todos los ámbitos si no hubiese en la sociedad otras clases que inconscientemente la aceptan como «natural». Por tanto, a partir del inconsciente, las clases oprimidas estarían formadas por seres humanos complementarios. Niños y niñas se acostumbran desde que nacen a no tener sus deseos satisfechos y lo encuentran «natural». Los padres, en general, son pobres y tienen muchos hijos. No tienen tiempo de cuidar y alimentar adecuadamente al recién nacido.
El niño pobre se acostumbra desde que nace a recibir solamente parte del alimento que necesita y a encontrarlo «natural». Porque la madre, además de mal alimentada, lleva a cabo una doble jornada de trabajo, en el campo y en la casa, donde en medio de las tareas domésticas cuida también de sus otros hijos.
Este niño pobre tiene dos trabajos: llorar y dejar de llorar, pues su llanto no es señal de una necesidad a ser satisfecha, ya que raramente es atendida. Desde que nace aprende que es cuidado por una voluntad omnipotente y cruel, que es como entiende a su madre. A esa edad el niño no se da cuenta de que la madre no puede cuidar de él y la percibe como quien no quiere cuidarlo, es decir, ve una voluntad que sólo cuida de él (niño) cuando ella (voluntad) quiere y no cuando él (niño) lo necesita.
De esta manera los niños se crían con las características de su clase:
- El hambre. Es natural pasar hambre y no tener satisfechos los deseos.
— El fatalismo. La voluntad humana no se puede oponer al destino todopoderoso. Todo llega cuando tiene que llegar y no cuando queremos que llegue. Los deseos no están para ser satisfechos y, peor aún, desestabilizan el orden eterno. /la resignación – no hay más remedio que aguantar: la vida es así /
— La pasividad. No se puede hacer nada para cambiar esta vida de sufrimiento.
— El clientelismo. El hombre pobre cree que el patrón, por lo
general cruel y controlador, que le satisface apenas parte de sus
deseos y necesidades, debe ser amado y honrado, aunque lo
explote de forma deshumana: «El hombre ayuda al patrón, la
mujer ayuda al hombre y los niños ayudan a la mujer», y con esto escamotea las duras relaciones de explotación y de opresión que hay entre hombre, mujer, niño y patrón.
— El machismo. La mujer ama al hombre que la maltrata y no le
satisface los deseos. El concepto de felicidad de las campesinas es completamente diferente del de las burguesas: «Soy feliz, cuando mi marido no bebe, no tiene otra, no me pega y trae el dinero a casa...». Para la mujer del campo la protección es más importante que el afecto.
— La religiosidad popular. Viviendo en esa realidad cotidiana tan dura, los campesinos crean el caldo de cultivo perfecto para las concepciones tradicionales de la Iglesia. Si saben sacrificarse y cargar con su cruz, es decir, no tener sus deseos satisfechos y
someterse a Dios, que todo lo ve y controla todo con su voluntad.
—La más soberana y cruel de todas—, tendrán su recompensa
después de la muerte. En el cielo todos sus deseos serán satisfechos, mientras que el patrón arderá en el infierno.
El cuerpo de campesinos y campesinas es complementario
del de la burguesía, cuando no se sienten igual a ellos, les parece anormal. Se esbozan aquí dos tipos de cuerpo: el primero, el cuerpo de la burguesía, hecho para el placer, el consumo y el poder, y el segundo, el cuerpo del campesinado, hecho para el sufrimiento, el hambre y la producción.
Es muy diferente ser educado en una clase rica que, en una clase pobre, es muy diferente tener una madre rica que una madre pobre.
Por eso no estamos de acuerdo con los psicólogos cuando dicen que la relación primaria es la relación madre-hijo. Antes de ésta hay otra relación, la del niño con el lugar que su madre ocupa en el sistema productivo, es decir, con el propio sistema económico social en que nace
Los pobres se ven con los ojos con que los ven sus opresores: ignorantes, incompetentes, sin saber propio, sucios, feos, desdentados...; mientras los más ricos se supervaloraban, los más pobres se anulaban.
El ambiente en que el niño nace forja al ser humano a partir de su inconsciente. / se hace una estructura psicológica de dependencia, servil, infravalorada, de ser peores por naturaleza, - y esa estructura es muy difícil romperla en el futuro, aunque ya no exista el amo realmente, porque esa estructura tiene asumido que el amo existe, centrado, en la autoridad, en la desigualdad, en la pobreza, en la injusticia y la única alternativa es recoger las migajas, comportarse como un perro, obediente, y en espera de que le echen algo de comer/ Por ello podemos afirmar que es muy difícil erradicar la sociedad de clases.
Si cada clase tiene un tipo de autopercepción, difícilmente sus miembros cambiarán psicológicamente de clase social: así, un campesino que se hace rico tiende por lo general a volver a ser pobre, mientras que un rico empobrecido, si no es tonto de remate, tiene todas las oportunidades y los contactos que le permiten poco a poco volver a su antigua posición de poder.
Los mecanismos inconscientes / -estructura psicológica- / funcionan como raíces que nos clavan a nuestra clase social. / Son una impronta, están marcados en la carne cerebral /
Son los / impedimentos reales psíquicos que no permiten el cambio de conciencia y de mentalidad / que hacen que la erradicación de la sociedad de clases del ámbito económico y macropolítico, sin esa transformación del inconsciente, sea mucho más lenta, porque las clases sociales tienden a reaparecer con el pasar de las generaciones.
El sustrato del inconsciente nos es dado, pero el imaginario profundo es fabricado. Tal como macho y hembra son dados / biológicamente / pero el género, / los hombres y mujeres son fabricados / socialmente, culturalmente. / Así como el organismo / biológicamente /es dado, pero el cuerpo es producido por el sistema. / culturalmente /-161- Les tratan como niños o tontos, incapacitados, que para que no se sientan mal los engañan o mienten /
LA FABRICACIÓN DE LA SEXUALIDAD
Nuestro cuerpo es el instrumento / la máquina / que hace funcionar al sistema. Nuestra sexualidad / energía / es su combustible. La sexualidad de hombres y mujeres de las distintas clases sociales está tan condicionada como su propio cuerpo.
Los hombres ricos son salvajemente opresivos.
Ellos, los que veneran el poder, aborrecen a los que asumen una posición de fragilidad.
La mujer inteligente que compite con ellos pierde su encanto. Se vuelve fea. Desean para esposa una mujer elegante, fina y seductora, «una señora, igual a mi madre». Una mujer que funcione en las carreras profesionales como una tarjeta de visita y que desempeñe profesionalmente el papel de esposa.
Ellas manipulan al mismo tiempo Iglesia y familia. Su discurso explícito es moralista y conservador, pero en la práctica cotidiana son católicas hasta donde llega su interés personal, y fieles a su marido, también hasta donde llega su interés y su placer. Sus hijas aprenden este mismo comportamiento desde que nacen y los hijos varones aprenden, en su condición masculina, a tener un comportamiento estructuralmente
semejante al de sus madres, es decir, si en el área de la sexualidad, donde son los más fuertes, hacen juego abierto, en el área del trabajo aprenden que es «natural» manipular el Estado y la economía en beneficio propio y de la hegemonía de su clase. Y aprenden a hacer todo tipo de chanchullos bajo la apariencia de una legalidad impecable.
Los ricos rompen sin culpa alguna las reglas que ellos mismos han elaborado para mantener a las clases inferiores dominadas a partir del propio inconsciente.
Las mujeres aceptan el «sufrimiento» y «cargan con la cruz» como parte integrante de sus vidas. Se casan vírgenes y no aceptan el adulterio, por malo que sea su matrimonio, porque es pecado. La masturbación y la homosexualidad les parecen
una desvergüenza. Prefieren morir antes que abortar, porque son católicas y eso sería asesinar un hijo, el peor de los pecados mortales.
La sexualidad del hombre campesino es menos reprimida. Cuando son solteros frecuentan el trato con prostitutas, pero después de casados sólo tienen una vida sexual esporádica fuera de casa, porque su situación económica no les permite sostener esa doble vida. Pero si estos hombres tuviesen la menor sospecha de que su mujer los traiciona, serían capaces de matarla sin que la sociedad los castigase, pues sería un acto «en legítima defensa de su honra».
Por otra parte, difícilmente se rebelan contra los malos tratos del patrón. «El hombre ayuda al patrón, la mujer ayuda al hombre, y los niños ayudan a la mujer.
A la vez que se niegan a ver la opresión que sufren, oprimen
rígidamente a su familia. Más aún, a medida que la clase social va bajando de estatus, los castigos son cada vez más graves, tanto para hombres como para mujeres, en el área de la sexualidad y del trabajo.
Y la mujer campesina es la más oprimida de todos, porque en el
campesinado las sanciones para la mujer son las más duras.
Por estas razones la libido de estas mujeres parece no tener
ninguna salida. Esta mujer se casa virgen, tiende a ser anorgásmica debido al intenso trabajo de su doble jornada, y no puede cometer adulterio ni abortar porque es pecado. La única salida que le queda, el único estatus del que puede gozar, es la procreación. En el campesinado la madre de muchos hijos y la mujer embarazada son más respetadas que las otras. Los hijos son a un mismo tiempo mano de obra barata y amparo para la vejez. El hombre con más hijos tiene más facilidad para conseguir una medianería o una aparcería. El patrón paga casi lo mismo a un hombre soltero que a un jefe de familia, aunque cuantos más hijos tenga, más lucro obtiene de él. En el campo,
quien no se casa se ve obligado a emigrar a las ciudades.
La familia en la clase burguesa es muy fuerte porque es el
lugar de concentración del capital: por eso es preferible una doble moral que romper un matrimonio. En esa clase social cualquier ruptura entre hombre y mujer acarrea graves consecuencias en el plano financiero, ya que puede dividir, por ejemplo, la posesión de las acciones de una gran industria o de un gran banco. Cuando las mujeres quieren realmente separarse de sus maridos, lo hacen renunciando casi siempre a sus privilegios pecuniarios, dejando todo en manos del marido. Descienden de clase social: en general pasan de la clase dominante, detentadora del poder, a la clase media alta. Aunque consigan abultadas pensiones, pierden el derecho a la herencia de los medios de producción, por eso muchas mujeres —y también muchos hombres— prefieren seguir aguantando una mala relación dentro del matrimonio.
En la clase campesina la familia es el lugar de producción y de
reproducción de la fuerza de trabajo. En su pedazo de tierra el
hombre planta lo que come ayudado por la familia que va creando. Por eso las cargas de la mujer son tan pesadas. Es «natural» que ella tenga una cruz más pesada que la del hombre. Ella trabaja en casa y en el campo, pero su trabajo no es considerado productivo, sólo el del marido. Ella misma ve su trabajo en el campo como una extensión de su actividad doméstica. Así ha sido y así seguirá siendo. No hay contra qué rebelarse.
El niño, desde que nace, se identifica con el más fuerte, el dominante, y la niña, con la dominada, y de ahí en adelante ambos encontrarán «natural» esta primera opresión y después todas las demás. Encontrarán natural, a nivel inconsciente,
una sociedad injusta concentradora de renta, centralizadora y
autoritaria, incluso aunque a nivel consciente luchen contra ella.
La sociedad de clases puede perpetuarse porque la sustenta en todo momento el sistema patriarcal —y el racismo, del que no estamos tratando aquí— o, mejor: el patriarcado perpetúa por medio de la familia la sociedad de clases.
No basta erradicar la sociedad de clases sin erradicar de raíz los prejuicios que hacen posible la dominación económica que le es subyacente, en este caso, el patriarcado y el racismo
La dominación de la mujer viene desde antes de la sociedad de clases y es condición previa esencial para ésta, o sea, que es la primera condición para aceptar la relación de opresión económica.
SEXUALIDAD, SABER Y PODER -167-
La clase media moderna es un estrato social que surge con el avance tecnológico. Está compuesta por profesionales liberales, intelectuales, artistas, estudiantes universitarios, comunicadores, profesionales de la informática y de servicios más sofisticados, así como por los ejecutivos medios de las grandes empresas.
La clase media moderna no produce valor, es el «ejército de
reserva de la burguesía». Ella es la encargada de reproducir las
condiciones de producción. El ingeniero repara las máquinas; el
médico, nuestros cuerpos; el abogado mantiene el sistema funcionando mediante sus límites (la ley); los artistas proporcionan condiciones de placer, etc.
En los tiempos de expansión la burguesía busca en esa clase sus cuadros fundamentales y, cuando ya no los necesita, se los devuelve.
La clase media moderna se siente dividida entre la clase obrera y la burguesía. Al igual que ésta, posee el saber, pero, como la clase obrera, no tiene el poder de los medios de producción.
Los hombres, veían sus cuerpos como parte integrante de las máquinas que manipulaban, considerándolos buenos cuando funcionaban bien y teniendo como combustible el placer sexual.
Las mujeres en general se consideraban poseedoras de encanto y sexualmente atractivas. Sin embargo, su apariencia física era la de seres humanos maltratados por una vida de trabajo dura y muchas presentaban un envejecimiento prematuro.
Freud hace notar cómo los pobres deliran igual que los niños cuando se les priva de sus deseos nuestras obreras también negaban la dura realidad cotidiana de sus cuerpos estropeados y se juzgaban guapas como las artistas de televisión —en todas las casas, aunque pobres, había una televisión.
Aunque divididas entre los valores tradicionales de las regiones
de donde migraron y los urbanos, no consiguen todavía absorber los patrones de los medios de comunicación.
Los hombres son convencionales en su sexualidad, seguidores
también de la doble moral, aunque sin condiciones para mantener una doble vida. Se sienten amenazados por la entrada de la mujer en el mundo del trabajo. Para ellos las mujeres que trabajan fuera y usan métodos anticonceptivos no valen nada. Están más adaptados a la vida que llevan que las mujeres.
Ellas, al estar más oprimidas, tienen noción de la liberación femenina, pero sienten que todavía no pueden alcanzarla: «ya no se escucha a los padres como antiguamente», o «la madre no dice siempre lo correcto», o también «ya no se necesita sufrir tanto como antes.
En la clase obrera la familia tiene también la función de ser el
lugar de reproducción de la fuerza de trabajo. Un obrero no puede vivir soltero. Necesita una mujer que le críe los hijos y trabaje gratis, estirando hasta fin de mes un sueldo irrisorio y corroído cada vez más por la inflación.
Gracias al trabajo de la mujer, los patronos pueden pagar salarios tan bajos a sus empleados. Las personas de la clase media moderna, que disponen de saber y libertad con relación a su familia, son capaces de asumir una posición política independiente. Son en general de izquierda y apoyan a la clase obrera. Y esto es así porque la única posibilidad que tienen de llegar al poder es aliándose con el proletariado, ya que la clase burguesa manipula a esta clase media moderna. Su saber y su disponibilidad hacen de ella un fenómeno específico del mundo actual.
En su seno nacen la mayoría de los movimientos de renovación de la sociedad. Creadores, artistas, reformadores, revolucionarios, grandes científicos, casi siempre, salen de ella.
En las otras clases es más difícil que suceda esto, pues un campesino con talento generalmente será un buen campesino y nada más, pero un patrón inteligente reforzará su poder.
Es la clase social que, a fin de cuentas, tiene una gran influencia en la opinión pública debido precisamente a su carácter innovador.
La acción de los intelectuales de izquierda es muy importante para ayudar a los obreros a adquirir conciencia de
clase. Obreros y campesinos descalifican su propio saber porque se ven con los ojos de la clase dominante; se juzgan incapaces de gobernarse a sí mismos. Su organización política, asesorada por la clase media moderna, los va convenciendo poco a poco de la fuerza que tienen.
Normalmente el obrero no cree que otro obrero pueda ser un
buen gobernante: / porque cree que no está preparado – esto es el reflejo de psique, no valora al que es como él, valora a quien ha desarrollado un título /vota al «doctor» de otra clase social que juzga que está de su lado. Los campesinos, todavía más explotados, votan directamente por el patrón que los oprime —el «coronel»— y la clase dominante recurre a todo tipo de fraude para mantenerse en el poder, pues a nivel inconsciente considera que todo le pertenece.
La ascensión de los políticos progresistas en Brasil es fruto de la lucha de la clase media moderna, que comenzó con la resistencia contra la dictadura militar en 1964, aliada con los trabajadores.
Así, se viene dando un importante fenómeno. Los movimientos sociales nacen de la clase media moderna y migran después a las clases oprimidas.
Este fenómeno está muy relacionado con el paso de una
identidad refleja a una identidad autónoma. Y justamente aquí entra la articulación del saber con la sexualidad como elemento innovador del poder.
Igual que la clase dominante utiliza el saber para reforzar su
poder, la clase media moderna, que no tiene poder, sino saber, lo usa para transformar la naturaleza del poder y así poder alcanzarlo.
Con el feminismo la mujer aprende a adquirir una identidad autónoma, es decir, deja de verse con los ojos del hombre y pasa a verse con sus propios ojos, tal como milenariamente lo ha hecho el hombre. Con el sindicalismo crítico los obreros pasan a no verse más con los ojos del patrón, a no verse más como ignorantes e incompetentes y a verse con sus propios ojos, recalificando su saber, hasta entonces menospreciado por las clases dominantes, en un proyecto popular nacional.
Lo mismo ocurre con los negros y otros segmentos de la sociedad, que comienzan a no mirarse más con los ojos del blanco dominador, los demás países subdesarrollados, la
visión que éstos tienen de sí mismos pasa por la visión que el Primer Mundo presenta de ellos: países corruptos, incompetentes y atrasados.
Y con esta cultura refleja, basada en libros traducidos, películas
extranjeras y valoración de la producción cultural e industrial internacional en detrimento de la nacional, se forma un caldo de cultivo propicio a la dominación económica.
Las élites nacionales se alinean con las internacionales para asfixiar aún más a los países «inviables».
Migran los capitales a los países ricos, disminuyen las inversiones y, poco a poco, el colonialismo cultural va dando paso a ese colonialismo económico sofisticado de finales del siglo XX.
A medida que los oprimidos se miren con sus propios ojos podrán rechazar al opresor.
Igual que la sociedad patriarcal subyace en la sociedad de clases, crear una cultura original es el mejor medio para transformar lo económico. Los pobres, al adquirir identidad de clase, y las mujeres, adquiriendo identidad de género —y los no-blancos de raza—, pueden producir una identidad nacional autónoma capaz de adelantar a las naciones dominantes y superar el colonialismo.
La cultura es una especie de «criptoestructura» que actúa sobre lo económico y lo político. Y estamos definiendo la cultura como el conjunto de gestos, actitudes, instituciones y dispositivos que organizan nuestra vida cotidiana.
CONCIENCIA Y TRANSFORMACIÓN
Escogimos el modelo freudiano para analizar la parte inicial de este texto por considerarlo el más interesante de todos, pues se aplica de manera bastante adecuada a la psique masculina
y no explica en modo alguno lo femenino, lo que permite a las
mujeres un excelente espacio de creatividad, mostramos cómo el niño omnipotente quiere controlar el mundo exterior, cuando por el contrario es el mundo exterior el que plasma la psique humana desde su nacimiento.
El animal que transforma el mundo es él mismo transformado por ese mundo, y aparentemente, de manera inexorable.
En el mundo campesino el niño, desde que nace, no puede vivir el esquema freudiano de felicidad omnipotente en el seno materno porque su hambre es frustrada y, con ella, todos sus otros deseos desde el nacimiento por tener una madre subnutrida. Y ya hemos visto cómo esa frustración modela el sistema económico, construyendo al oprimido y toda la clase dominada.
Lo económico controla los deseos más básicos.
Los desnutridos están perjudicados desde la fase oral. Parece que toda su vida será plasmada solamente por la lucha entre Eros y el instinto de muerte, con énfasis en este último: baja autoestima, inadaptación, pesimismo, etc.
Las clases dominantes parecen fijadas en la fase anal, tal como
Freud la describe en El malestar en la cultura.
Coincide también con la descripción, hecha por Norman Brown en Apocalipsis y/o metamorfosis, de la ética protestante y de cómo todo el sistema capitalista es una gran fijación en las heces y en el dinero. Para la clase dominante el esquema funciona a la perfección.
La clase obrera, en parte conserva valores de su origen
campesino y en parte copia los de la sociedad de masas, llegando incluso, como hemos visto, hasta identificarse con las máquinas.
La clase media moderna también parece salirse de estos esquemas contando con el saber y el dinero necesarios para vivir, pero sin tener el dominio del poder —y de su disciplina—, vive su deseo de manera más libre —principalmente las mujeres—, más plena, abriendo caminos nuevos que le permiten superar las limitaciones de lo económico.
Ella misma es origen de la creatividad, de nuevas teorías que rebaten las antiguas y de las críticas al sistema dominante. Porque la clase media no produce valor, por eso es más libre, procura liberarse de sus neurosis y vivir una vida más placentera, dentro de lo posible. Quiere también construir un mundo nuevo, hacer saltar los actuales sistemas simbólicos y en ella se inicia la liberación de lo femenino, probablemente por la labor de transformación de las conciencias personal y colectiva.
Siempre que descubrimos una cosa nueva, sea en el ámbito individual sea en el colectivo, la pregunta que refleja nuestro asombro es: ¿qué hacer con esta nueva ampliación de la conciencia?
Nunca pasó por la cabeza de los conservadores que esos deseos pudiesen expresarse externamente en un proyecto de transformar el mundo con el sentido de realizarse.
Si la sublimación lleva siempre al mundo hacia un sentido destructivo, nunca pasó por la cabeza de la clase dominante que fuera posible dar a este mismo mundo un sentido erótico. Los conservadores
son radicalmente pesimistas y, como pesimistas, son personas que no tienen el valor de poner en práctica lo que descubren.
El descubrimiento de lo nuevo libera una enorme cantidad de
energías hasta entonces reprimidas y que ahora quieren realizarse. Por eso, caminar en lo nuevo es tan difícil. Mejor no querer saber de nada, para no tener que volver a reprimir el deseo, ahora consciente. Porque de ahora en adelante las represiones serán construidas a partir de material más sólido.
O, mejor, una vez que descubrimos las líneas no-vividas de nuestra vida, tenemos que olvidarlas, ya que no son compatibles con los objetivos de la sociedad establecida..., pues sus objetivos se vuelven inmutables, porque así ha sido siempre y así será.
Esto significa que la agresión se vuelve de nuevo hacia el interior de nosotros mismos, que sea otra vez subjetivada. Y también la culpa.
Y eso hace que se instale la insatisfacción, y para siempre, tanto
individual como colectivamente. Esta loca conclusión tiene lugar
porque los conservadores toman la cultura como inevitable tal
como existe, y en dos direcciones características: primera, robusteciendo el intelecto, reforzando su control sobre la vida de los instintos, y segunda, subjetivando todos nuestros impulsos agresivos.
La única alternativa, pues, a esta verdadera esquizofrenia del ser humano sería un proyecto de transformación de la realidad diferente del actual proyecto sublimador.
En la concepción conservadora el yo se alía con el principio de realidad contra el inconsciente. Vencen lasexigencias morales contra las exigencias instintivas del inconsciente.
Así, el principio del placer, que reina soberano, en el inconsciente, es substituido sin crítica por el principio de la realidad aceptada sin discusión.
Hay otra alternativa: aliar el yo y el inconsciente contra el principio de realidad.
Claro que el yo racional y maduro debe encarar los hechos como son y evitar el pensamiento basado en el deseo. Reconocer el mundo tal cual es no excluye el deseo o la actividad de modificarlo, en el sentido de hacerlo más
placentero, es decir, de transformar la realidad de acuerdo con el principio de placer, lo que incluye también, y esencialmente, la justicia social y económica.
En la psicosis, el inconsciente vence al yo y crea para sí un mundo propio alejado de la realidad.
En el descubrimiento de lo nuevo no es que ignore la realidad, sino que, como en la psicosis, procura crear un mundo nuevo a partir de la realidad, es decir, transforma esa realidad.
Todo trabajo de transformación, sea de los movimientos
populares, sea individual o política, debe tener como herramienta el deseo de modificar el mundo de manera que coincida con nuestro deseo de placer.
Si no es así, ese trabajo de transformación se convierte también en una psicosis, pues ignora el deseo del agente transformador, y el yo represor vuelve a reinar soberano. Tanto las teorías como el trabajo, a menos que partan de un principio transformador de la realidad, se convierten en psicosis, al hacer que el deseo se introyecte en vez de expandirse.
Todas las personas que trabajan por la transformación colectiva no por placer, sino por obsesión o para huir de sus propios problemas, trabajan en dirección de la fuga de la muerte, de la sublimación y, en último análisis, del instinto de muerte, reforzando así el sistema dominante.
No puede haber transformación en el sentido de la vida sin placer. De esta forma, vemos por qué sólo el deseo tiene fuerza suficiente para transformar la historia que fue hecha por la sublimación que sirve al poder. Sólo la entrada del deseo en la historia y en la cultura es capaz
de reunificar entre sí los instintos en lucha inconsciente.
Así y sólo así, la vida humana podrá dejar de basarse en la represión y, por lo tanto, de autodestruirse.
Esta es la misión que tenemos todos los que nos empeñamos en transformar lo que tenemos.
La reproducción del cuidado materno se origina en la familia nuclear patriarcal solamente por medio de la madre. Las madres cuidan de los hijos y de las hijas con consecuencias diferentes para unos y otras. Las niñas aprenderán con ella su papel de madres y los niños se separarán de ella, creando su identidad masculina, reconociéndose en el padre del que tienen miedo.
Por eso en la cultura patriarcal la madre es rechazada tanto por los niños, porque ella les está prohibida, como por las niñas, por haber nacido iguales a ella, es decir, inferiores.
Lo que puede devenir de esto, al menos a mediano plazo, es muy importante y hasta puede originar un cambio de la estructura psíquica de niños y niñas. En primer lugar la relación simbiótica madre/hijo ahora es compartida. La madre no sería la única donadora de vida; a ella se añade el padre.
La dependencia de niños y niñas no queda ya a merced de una persona del sexo femenino, también hay otra del sexo masculino. De esta manera niños y niñas consiguen desarrollar una intimidad con personas de los dos sexos.
Compartir el cuidado de los hijos, antes solamente materno, iguala a padre y madre a los ojos de los hijos y el pene ya no será supervalorado. El padre se hace tan donador de vida
como la madre, tan amoroso como ella. El pene y la vagina pasan a ser complemento el uno de la otra.
Desaparece también la figura de la madre todopoderosa, la única creadora de amor y vida. Surge la pareja andrógina que supera el segundo obstáculo, el que atormenta la psique inmadura del niño en su deseo infantil de totalidad: la separación de los sexos, la escisión entre hombre y mujer.
Una tercera separación que desaparece es la división de funciones: para la madre el amor, para el padre la rigidez, y esto cambia fundamentalmente la naturaleza del superyó.
En la fase de resolución edípica el niño ya no tenderá a identificarse con alguien que puede querer matarlo, sino con un amigo. Eso haría que disminuya la fijación del niño en la fase anal y su grado de sublimación.
No reprimirá más la emoción ni su inteligencia será tan disociada e impersonal, desarrollará un superyó menos rígido y tal vez semejante al superyó femenino.
Podrá hasta continuar siendo perverso polimórficamente, como la niña, pero sobre todo tendrá un menor miedo a la muerte.
Y en el futuro el propio complejo de Edipo y el de castración perderían su sentido exclusivo, siendo sustituidos, como en las sociedades primitivas, por un amor y una unión más natural y diluida entre muchos.
¿Y la niña? No se identificará ya como un ser castrado y sí como un ser entero, pues la relación entre padre y madre será de iguales, y no ya de opresor/oprimido. No sentirá seguramente envidia del pene. Y el niño tendrá menos miedo de la «mutilación» de la mujer. La madre hará un poco la figura del padre de hoy, que por estar insertada en el mundo del trabajo se convirtió en un modelo creativo con la inteligencia más desarrollada. El pene perderá su valor de falo y habrá que encontrar otros valores para integrar la cadena de los significantes.
En fin, en un futuro tal vez próximo los hombres habrán perdido el miedo a la entrega y a la mujer, y las mujeres, por su parte, no serán tan dependientes del hombre idealizado como las mujeres del matriarcado.
Podrán ejercitar más su identidad mediante la autonomía
integrada en la relación. Los hombres aprenderían a ligar el amor a la vida y a no unirlo con la muerte, por relacionarse sobre mejores bases consigo mismos y con los demás. Desde su nacimiento, «natural» una sociedad en la que la mujer es inferior al hombre, y por lo tanto no verían
«natural» una sociedad jerarquizada, autoritaria y desigual, pues ahora lo natural sería un mundo democrático, no-competitivo y que comparte. En resumen: quedaría superada la relación: oprimido/opresor, fundamental para el sistema competitivo que dura desde hace ocho mil años, y se iniciaría una fase post-patriarcal.
Compartir —no la competencia entre hombres y mujeres— haría las sexualidades masculina y femenina convergentes, no más divergentes, ¡finalmente! La guerra sorda trabada entre hombre y mujer, fruto de una sociedad patriarcal y de clases, conocería su fin.
Esa integración de hombres y mujeres, conservando cada uno su especificidad, podría llevar a una reintegración con el medio ambiente y, principalmente, dentro de cada uno, niño y niña, a una reintegración del yo con el propio cuerpo.
Aceleraríamos la transformación de la realidad no ya en el sentido sublimatorio, sino en el sentido erótico. El propio placer comenzaría por fin a integrarse con el principio de realidad. Al menos hasta donde estuviera a nuestro alcance de hombres y mujeres.
Creemos además que esto ya está ocurriendo, pero es necesario que esa integración tan simple se vaya concretando lo más rápidamente posible, en caso contrario la destrucción que se avecina será inevitable.
EL ANDROGINO -180-
¿Y Cómo serán los nuevos hombres y mujeres que nos traerá la transformación de las relaciones familiares?
En el sistema patriarcal la diferenciación sexual produce en el niño —y lega al inconsciente del hombre adulto— la noción de la mujer como el sexo castrado y del hombre como el sexo completo.
Pero, como ya hemos visto, la dominación del macho no es universal, lo que muestra que la envidia del pene tampoco lo es. Expresa simplemente la rebelión de la hembra contra los privilegios del macho. Pero cualquiera que sea la biología y la cultura, el deseo inmortal de los dos sexos es siempre el mismo: ambos quieren ser omnipotentemente satisfechos.
La sexualidad del niño es infantil, se extiende por todo su cuerpo, y, siendo perversa y polimorfa, también es pansexual y por lo tanto todavía bisexual. El niño, al saber repentinamente que los sexos están divididos, de que hay diferencias entre ellos, ve y siente esto, en el inconsciente más arcaico, como una pérdida de integridad.
Como la sexualidad infantil se vive todavía en la familia humana
y en la organización genital adulta, cada sexo reprime en la heterosexualidad convencional lo que es propio del sexo opuesto. Sin embargo, el inconsciente de cada sexo no acepta esta represión y en contrapartida intenta restaurar la bisexualidad de la infancia.
Freud vio este rechazo fundamental de la separación entre los sexos y de la diferenciación sexual, por parte del inconsciente, como el más profundo y el más obstinado motivo de conflicto neurótico entre la libido y la realidad. Y como Freud veía la organización genital como un dato biológico, llegó a la conclusión de que esa neurosis era incurable. En su inconsciente, se refleja la aspiración del ser humano de superar los dualismos que son su neurosis.
En último término quiere reunificar el Eros con el instinto de muerte. El dualismo masculino/femenino constituye la proyección, para la sexualidad biológica, del dualismo entre actividad/pasividad.
Así debería ser la perfección humana antes de la caída. El ser
humano sería un ser completo, masculino y femenino, y en ese caso el pecado original, la caída, tendría que ver, más allá de lo que hemos analizado, con la división de ese primer ser en dos sexos —y la consiguiente desagregación de lo andrógino—, frutos ambos de la desobediencia a la ley y de la castración patriarcal.
La gran búsqueda de la humanidad no es solamente la reunificación entre los sexos, sino también la reunificación de los sexos dentro de cada uno de nosotros.
El andrógino es aquel heterosexual que no reprime dentro de sí las características que convencionalmente pertenecen al sexo opuesto, por ejemplo, la sensibilidad y la pérdida del miedo al afecto en el hombre y la inteligencia creativa en la mujer.
Andrógino es aquel que es capaz de reunificar los opuestos dentro de sí: el hombre y la mujer, la actividad y la pasividad, mente y cuerpo..., es decir, quien tiende
con todas sus fuerzas a la sexualidad polimorfa de la infancia en la edad adulta.
En este caso el Eros y el instinto de muerte se reunifican en cada uno de nosotros cómo podemos en el cotidiano concreto reunificar vida y muerte, Eros e instinto de muerte, que parecen ser el uno opuesto al otro?
Los animales, que no poseen córtex, y por lo tanto no son capaces de simbolizar, perciben la vida y la muerte de la misma manera, o sea, usan el instinto de vida para vivir y el instinto de muerte para morir. No están atados al pasado como los seres humanos, fijados en la felicidad de una infancia prolongada y por eso con miedo a morir. Sólo son capaces de vivir el-aquí-y-ahora, incorporando simplemente todas las alegrías y todos los miedos a medida que se presentan y olvidándolos después. Ellos viven la vida peculiar de sus especies. Cómo hacer para que el ser humano llegue a la plenitud de su vida, a la plenitud de su satisfacción, y cómo hacerlo menos destructivo para el mundo?
Si pudiésemos imaginar un ser humano irreprimido, que hubiera superado la culpa y la angustia, y de esta forma fuera suficientemente fuerte para vivir y morir, tendría en primer lugar un cuerpo carente de toda organización sexual y de las fantasías sexuales oral, anal y genital de retorno al útero materno. No tendría en sí el complejo del dinero ni las pesadillas de nuestra cultura patriarcal.
Sería un ser libre de la inmundicia que es la hipersublimación, de la que nos nutrimos hoy. Tendría libertad frente a la muerte en vida que vivimos. Pero, paradójicamente, la liberación de la muerte sería la misma fuerza para vivir y morir, porque lo que se volvió perfecto, perfectamente maduro, quiere morir.
El yo humano tendría que ser suficientemente fuerte para deshacerse de la culpa. La conciencia arcaica es lo bastante fuerte para que todos reconozcan la deuda de la culpa. La conciencia cristiana es lo suficientemente vigorosa para reconocer que la culpa era tan grande que sólo Dios podría pagarla; el hombre moderno es extremadamente capaz de convivir con la culpa, pero el cuerpo resucitado será el único capaz de anularla, porque sabe que la culpa es una fantasía
Infantil.
Desaparece la relación: opresor/oprimido, primera condición para el encuentro de dos identidades autónomas a partir de la profundidad de su ser, lo que no es posible en las condiciones normales patriarcales en las que, desde el fondo de su ser, el hombre huye de la relación profunda con la mujer, y la conoce solamente en la contemplación y la acción aislada.
El hombre ya no tendría miedo a «perder», ni miedo a la entrega, ni miedo al amor. Así, las entregas son dos, el instinto de muerte ya no interfiere aquí, pues está unido al Eros. El principio del placer y el principio de realidad son ahora uno solo.
Y esto por definición es el éxtasis: mente y cuerpo finalmente
reunidos. En él saltamos de la finitud de la fragmentación del tiempo al momento eternizado.
Un solo momento de ese éxtasis consigue transformar toda la vida —presente, pasado y futuro—, pues, por superar el miedo a la soledad en el futuro, quien ya vivió puede ya querer morir. Y supera así el miedo a la muerte en vida que es la sublimación. De esta forma comprendemos cómo es posible dar el salto desde la emoción, del inconsciente a lo simbólico, de manera placentera, y no en un movimiento de fuga de la muerte. La culpa y la muerte están ahora canceladas no por un momento, sino para siempre, porque en él el instante y la eternidad se unen.
EL FIN DE LA HISTORIA
Sería muy limitador por nuestra parte afirmar que todos los problemas de las relaciones humanas se transformarían automáticamente con el cambio de la estructura familiar y de las relaciones hombre/ mujer.
Obviamente la reintegración de lo público/privado en el ámbito individual es esencial para la reformulación de la mayor parte de esos problemas.
La alienación es producto del trabajo que transforma al ser humano primero en cosa, después en número.
Lo mismo sucede con toda sociedad que se homogeneiza por abajo. La parafernalia postmoderna con sus faxes y sus ordenadores, sumada a la caída del Este europeo, que no supo superar la alienación humana, fue construida para hacernos creer que en el confort, en el conformismo, superamos
la alienación. La primacía del objeto sobre el sujeto está creando un gravísimo proceso de robotización que lleva la alienación del ser humano hasta sus últimas consecuencias.
Ahí están los medios de comunicación de masas, principalmente la televisión, homogeneizando eficazmente a los seres humanos, a la vez que bloquea la conciencia crítica e instala el reinado de la mediocridad sobre la creatividad. Lo viejo pasa por nuevo y lo caduco por moderno.
Las nuevas generaciones se vuelven conservadoras a partir de su inconsciente más profundo, porque ya no tienen ningún gran problema que resolver.
Ahí está el efecto colateral máximo de esta hiper-robotización: la amenaza de destrucción de la naturaleza. Destrucción que está siendo hecha justamente por seres humanos conformados, homogeneizados.Trabajar únicamente en el ámbito individual para reunificar vida y muerte no es suficiente.
La reunificación de la vida y la muerte, en cada uno de nosotros, tal vez sea la última y más difícil cosa que consigamos. Dependerá, también y fundamentalmente, del trabajo de reunificación de la vida y de la muerte hecho en el ambiente externo al mismo tiempo que de forma silenciosa e interna.
Hemos visto cómo tenemos que trabajar en el ámbito teórico para crear una epistemología a partir de la mujer nueva y del hombre nuevo, que se encuentran en la relación y no en la soledad.
Toda la ciencia actual, la filosofía, la economía, son ciencias de confrontación, de oposición, no de integración y conciliación.
Sus métodos consisten en destruir a los adversarios y no en
unirse a ellos en contextos cada vez mayores.
Son juegos de fuerza y no de atracción. Hoy necesitamos una ciencia que sirva de unión con la naturaleza y no de destrucción de la misma.
Una teoría económica que viabilice lo que está invisible en ella, es decir, la verdadera condición humana, que no tiene matematicidad.
Necesitamos también otro tipo de instituciones, comenzando por el Estado, y pasando por el dinero y p o r el sistema productivo. El Estado nace con la sociedad esclavista. Comienza, como hemos visto, con la pura y simple invasión de tierras —y asesinatos—, con guerras, fijándose en los imperios de la antigüedad y en los modernos.
Todavía hoy el Estado es imperial, hasta en la mayor república del mundo.
Estados Unidos es el más violento y sofisticado imperio económico que existe.
Un Estado con poder más integrado, como se ha visto, sería un Estado en el que la sociedad civil
tomaría, poco a poco, su control de abajo arriba, por consenso,
decidiendo de manera organizada qué hacer con el presupuesto, cuáles son las obras públicas a realizar, etc.
Un Estado así controlado por la nación no puede ser corrupto, y el dinero, hasta ese momento robado para perpetuar en el poder a la clase dominante, vuelve a su primer destino, que es toda la sociedad.
Entonces el Estado cambia de naturaleza y pasa a ser el gestor del desarrollo económico y humano sostenibles, y, con la paulatina erradicación de la pobreza —por medio de la renta mínima, becas escolares, reforma agraria, prioridad de la salud, etc.— no sería más un estado imperial patriarcal, sino otra cosa, un post-Estado o tal vez un anti-Estado.
Es necesario que quitemos al dinero su cualidad de ser la cristalización de la explotación del ser humano.
El Estado del bienestar social trató de prestar dinero de manera diferente a la del capitalismo salvaje y casi consiguió acabar con la lucha de clases a favor del sistema vigente. Pero tenemos que repensar el dinero en su radicalidad.
Si creamos un dinero que sirva solamente para el intercambio, el sistema explota. Y eso es exactamente lo que ya se está haciendo en 23 países del mundo y en especial en los subdesarrollados. Es un dinero inestable usado apenas en las ferias de trueque. En Argentina, en el 2000, en pleno auge de la crisis económica, los pobres movían entre mil y dos mil millones de dólares. El dinero que se creó allí en aquel momento se llama «guaran. El dinero oficial va poco a poco siendo sustituido del día a día y se va concentrando en los grandes negocios. En el sistema financiero el nuevo dinero está creando una diferente y solidaria economía del compartir, aunque todavía en su grado más incipiente.
El dinero así entendido traería el fin del consumo como neurosis
compensatoria de fuga hacia la muerte, porque consumiríamos sólo lo esencial, y por lo tanto, podríamos disfrutar de la vida verdaderamente. El dinero ya no estaría ligado a las heces y sí a la vida Cristalizada. Para que un sistema rompa los principios de la sociedad patriarcal y de clases tendría que ser sustituido de acuerdo con un sistema alternativo constante que podemos tomar del cuadro que hemos visto anteriormente. Deberá tender a la adopción de un dinero libertador y no opresor.
Estamos en un mundo globalizado en el que el sistema financiero ha engullido al sistema productivo.
Quisiéramos que los lectores nos permitiesen una digresión un tanto sorprendente. Se refiere al Imperio Romano. Cuando llegaron los cristianos, comenzaron organizando a los esclavos, dándoles autoestima y sentido de vida. En la siguiente generación les enseñaron a leer para que pudiesen entender la Biblia. Con el pasar de las generaciones fueron consiguiendo cargos subalternos, y después los más importantes del Imperio. Y cuando el emperador Domiciano decretó la última persecución de los cristianos, el imperio cayó y el cristianismo se convirtió en la religión hegemónica.
Es lo que tenemos que hacer ahora, pero en una única generación, si no queremos que la especie se destruya.
Sin embargo, se hace difícil pensar de repente en una economía
mundial no-competitiva, pero sí en países que puedan convertirse en proyectos-piloto de esa intervención de abajo arriba, de dentro hacia fuera, por consenso, en la economía mundializada, sistemática y hegemónica, en el sentido de valorar la vida.
El nuevo Estado, el nuevo dinero y el nuevo sistema productivo están estrechamente ligados a la estructura psíquica de la mujer. Por primera vez en los últimos ocho mil años, las mujeres, al entrar en los sistemas simbólicos masculinos, comienzan a modificarlos de dentro hacia fuera.
Su cuerpo, que no se separó de las fuentes arcaicas de placer, lleva las emociones y la subjetividad hasta el interior de esas estructuras «racionales» disociadas de sus raíces, y por tanto, hijas del instinto de muerte.
Esto consiste básicamente en la victoria del más fuerte sobre el más débil y en la aplicación de la ley de matar o morir que rige la estructura psíquica masculina.
El patriarcado es una gran victoria del instinto de muerte sobre la vida con el opresor no hay negociación posible. Solamente el uso creativo de la correlación de fuerzas a favor de las minorías oprimidas por consenso, en red, etc., dará resultado contra una unidad autoritaria.
Muchas veces esas luchas llevan a enfrentamientos violentos, pero no son rutina como en el sistema competitivo. La reunificación de Eros con el instinto de muerte no es fácil ni pacífica, pero Eros es activo y creador y rompe la pasividad del oprimido.
Nuestro modelo lo gobierna una utopía, una ira sagrada y un deseo de justicia que forman otro tipo de comunidad y dan sentido a la vida. Están incluidas ahí la des represión sexual y las actividades no explotadoras sino libertadoras que, como los problemas de género, están esencialmente ligadas a la economía. Este nuevo comportamiento posibilitaría a hombres y mujeres una relación integral y realmente igualitaria.
El fin de la historia solo puede ser admitido como el fin de la oposición vida/muerte que vivimos y por medio de una sociedad regulada por todos y no por el más fuerte. Y esto tiene gratas consecuencias.
Si la represión fuera abolida al menos en parte, la inquietud del hombre faustiano también terminaría, porque estaría satisfecho. Sublimaría menos, tendría menos obsesión por el trabajo y se comunicaría más con los otros, erotizando la realidad como un todo.
Así podríamos superar la alienación yo/otro, sujeto/objeto, hombre/mujer y, por fin, la alienación mente/cuerpo.
El alma tendría que ser plenamente devuelta a su cuerpo. Y la actividad, ya fuera en la acción práctica o intelectual, sería placentera.
EN FIN, POR UN NUEVO ORDEN SIMB.LICO
En estos ocho mil años de cristalización y arraigo de los sistemas simbólicos masculinos hemos destruido más la naturaleza que durante los dos millones de años anteriores, especialmente con la Revolución Industrial de los últimos trescientos años. Y, más aún, la gran destrucción se ha acelerado en estos últimos cincuenta años de la Segunda Revolución Industrial, hasta el punto de amenazar seriamente a la especie humana y al planeta.
Al iniciar este siglo XXI podemos hacer una lista de algunos d e esos elementos de destrucción que hay que considerar con preocupación.
1) La explosión demográfica: la población mundial ha ascendido de mil millones de habitantes en 1850 a seis mil millones en el año 2000. Crecimos en 50 años más que en el resto del tiempo de vida de nuestra especie.
2) El progreso de la tecnología fue mayor en el transcurso del siglo XX que en el total del resto del tiempo anterior.
3) Ya no hay agua en 80 países.
4) Según cálculos de los ecólogos en el año 2050 se habrán agotado las reservas de petróleo.
5) Hacia ese año, 2050, el calentamiento global habrá derretido gran parte de los casquetes polares. Muchas islas de la Micronesia habrán desaparecido y otras del Pacífico Sur se inundarán.
6) El número de los excluidos del mundo tecnológico es ya del 20% en Europa y el desempleo en América Latina llega al 17% de la fuerza de trabajo. Por no mencionar el agujero en la capa de ozono, la basura nuclear, las crisis de energía, etc.
Los sistemas simbólicos masculinos tienen como principio organizador el poder —el falo, en la jerga lacaniana—, que es hijo a su vez de la manera violenta por la que el niño es introducido en el orden simbólico.
Esperamos haber dejado claro que la capacidad de sublimar —es decir, de simbolizar, de hablar, de redirigir parte del deseo hacia objetos no-corpóreos— es una función del córtex cerebral, propio de hombres y mujeres. Y también por eso mismo, la sublimación no está necesariamente basada en «matar o morir» —la fuga perversa de la muerte—, puede estar empezando a incorporar un deseo de más vida, que erotice la realidad, haciéndola menos brutal y más próxima al principio del placer. Esto debe suceder en los campos político y económico principalmente, para hacerla más justa y solidaria. La sublimación como la viven los hombres no sirve más que para posibilitar la instauración de la ley del más fuerte.
Para deconstruir la sociedad actual es necesario instaurar una familia en la que hombres y mujeres se completen en vez de ser incompatibles. Los hombres y mujeres que salgan de esa familia nueva tendrán menos miedo al afecto, vivirán —o empezarán a vivir— más ampliamente todas las líneas de su cuerpo y de su ser, y por eso crearán otro Estado, otro sistema productivo. Y esta vez teniendo la vida como principio organizador. No más matar o morir, sino vivir y hacer vivir.
TAREAS CULTURALES DE CARA A UN NUEVO PARADIGMA
DE RELACIONES DE GÉNERO
El gran reto propuesto a la humanidad y a cada persona es de orden práctico.
Cómo pasar de las visiones a las acciones —a las acciones fundadoras de lo nuevo— que dejen definitivamente atrás la historia de la dominación entre los géneros e inauguren el alborear de la cooperación y de la solidaridad en la diferencia las revoluciones moleculares, tal como las entendía Félix Guattari, revoluciones paradigmáticas que se inician en los sujetos personales para abrirse después a las demás esferas de la sociedad —recordemos el famoso eslogan «Lo político es personal y lo personal es político»—.
Estos sujetos no esperan la llegada de la gran aurora anunciando el cambio para todos. El cambio no ocurrirá si los actores personales, hombres y mujeres concretos, no empiezan, donde quiera que se encuentren, a vivir a partir de lo nuevo y a consolidar alternativas implementadas.
¿Y cómo debemos actuar de forma concreta e inmediata para llevar adelante esta propuesta?
Simplemente teniendo en cuenta los siguientes puntos:
1) A medio plazo, creando condiciones eficaces para la entrada
del hombre en el espacio privado, que, como hemos visto, al proporcionar cuidado materno a los hijos, puede revertir la relación dominante/dominado, origen de toda la violencia del patriarcado.
2) Teniendo en cuenta las consideraciones de las Naciones Unidas, contenidas en el informe oficial para 2001 del FNUAP —Fondo de las Naciones Unidas para la Población—. Las citas de ese informe reconocen todo lo que, intuitivamente, los movimientos de mujeres vienen repitiendo insistentemente desde la década de 1970. Este reconocimiento lo hacen ahora las más altas instancias de las organizaciones mundiales: Estamos mirando el mundo desde la cima de una roca. Es una crisis global de amplias proporciones que merece ser afrontada con urgencia.
En 1960 la población mundial era de 1.600 millones de personas, la mayoría en los países pobres. En 2050 serán 9.300 millones de personas.
El gasto en consumo se ha duplicado desde 1970, con un aumento significativo en los países más ricos, pero la mitad del mundo sobrevive con menos de 2 dólares diarios.
Un recién nacido de un país industrializado consumirá y contaminará durante toda su vida más que entre treinta y cincuenta recién nacidos de un país en desarrollo.
A medida que la población aumenta y la globalización prosigue,
surgen preguntas cruciales: ¿Cómo utilizar los recursos disponibles de agua y suelo para producir alimentos para todos? ¿Cómo promover el desarrollo económico y poner fin a la pobreza de forma que todos tengan que comer?
¿Cómo enfrentarse a las consecuencias humanas y ambientales de la industrialización y los temores por el calentamiento global, el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad?
Las mujeres representan más de la mitad de la fuerza de trabajo agrícola mundial y saben administrar los recursos domésticos de alimentos, agua y energía.
Eliminar los obstáculos al ejercicio del poder económico y político de las mujeres es también una de las formas de poner fin a la pobreza.
La igualdad de los derechos entre los dos sexos, el derecho a la salud reproductiva, incluido el derecho a determinar el tamaño de la familia, ayudará a disminuir el crecimiento de la población, a reducir su tamaño y la presión sobre el medio ambiente.
La raza humana / algunos humanos / viene saqueando la Tierra de forma insostenible, y dar a las mujeres mayor poder de decisión sobre su futuro puede salvar al planeta de la autodestrucción.
La mediación necesaria para esa revolución es el compromiso. El compromiso implica decisión. Y la decisión se hace en función de una obra constructora de lo nuevo. El compromiso-obra son actos fundadores. Son expresión de la creatividad (poiesis).
La creatividad es una energía cósmica. Todo el proceso de la evolución, especialmente el camino de la vida, se organizó gracias a tres causas concomitantes: la mutación genética, la selección natural y la creatividad (autopoiesis).
El universo es fruto de la fuerza creadora, misteriosa y cargada de propósito. Un día, un pez primitivo «decidió», en un acto creador y fundador, dejar el agua y explorar la tierra firme.
De esa «decisión» vinieron los anfibios, luego los reptiles, después los pájaros y finalmente los mamíferos, entre los cuales nos situamos nosotros, los seres humanos.
Esa creatividad produjo cambios fundamentales en el proceso cosmogénico y biogénico.
Lo que caracteriza al ser humano, portador de espíritu y de libertad, es la creatividad.
Por más que las incrustaciones cósmicas, biológicas y culturales determinen la naturaleza humana, nunca llegan a destruir su creatividad intrínseca.
Por eso, el ser humano, hombre y mujer, posee un futuro abierto, todavía no ensayado, que puede hacerse presente por su creatividad, expresada en el compromiso y en la decisión de actuar.
En otras palabras, él no es definitivamente rehén de las instituciones del pasado, especialmente del patriarcado, que marcaron la historia de sufrimiento y de opresión de miles de generaciones y de la mitad de la humanidad (que son las mujeres). Lo que históricamente fue construido, también puede ser históricamente deconstruido. Esta es la esperanza subyacente a las luchas de las mujeres oprimidas y de sus aliados —y de los hombres deshumanizados por el patriarcalismo— , esperanza de un nuevo estadio de civilización ya nunca más estigmatizada por la dominación de género.
Debemos ser realistas: las estructuras opresivas y represivas de larga duración, que penetraron en el inconsciente colectivo de las personas y también de las instituciones, son difíciles de desalojar. Pero no imposible. La fuerza de las prácticas alternativas va poco a poco invalidando y desmontando, lentamente, esas estructuras.
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