sábado, 24 de septiembre de 2022

El proceso ideologico



El proceso ideológico

 

La cuestión de las ideologías y los fenómenos ideológicos es una de las que más literatura científica Y no científica ha inspirado en los últimos cien años.

 

Objetivo del libro: 

construir una teoría propiamente sociológica de losprocesos ideológicos.

 

El propio término “ideología” ha llegado a ser enteramente ideologizado.

 

Se catalogan las características fundamentales de la ideología como:  parcialidad, simplificación exagerada, lenguaje emotivo y adaptación al prejuicio público.

 

La zona —si existe— donde la ideología cesa y comienza la ciencia, ha sido un Enigma de buena parte del pensamiento sociológico moderno.

 

Una persona que cae en una ideología se engaña a sí mismo en su pensamiento íntimo y, si seduce a otros, lo hace involuntariamente.

 

La ideología tiene, por añadidura, la desafortunada cualidad de estar psicológicamente “deformada” (“torcida”, “contaminada”,’ “falsificada”, “distorsionada”, “empañada”) por la presión de emociones personales como el odio, el deseo, la ansiedad o el temor.


Nos enfrentamos con ideas que pueden ser verdaderas sólo por accidente y probablemente están viciadas por prejuicios. 

Quizás no se pueda describir como racional, ni como teñido emocionalmente; el primero como puramente cognoscitivo, el último como evaluativo.

 

Las ideas ideológicas son como un río turbio, barroso y manchado por las impurezas que lo han inundado.


Las ideologías están sujetas a una selectividad adicional, aún más perniciosa desde el punto de vista del conocimiento, consistente en enfatizar ciertos aspectos de la realidad social.

 

El pensamiento ideológico, distorsiona positivamente aquellos aspectos de la realidad social que reconoce, distorsión que se torna aparente solo cuando las aserciones involucradas se comparan con los hallazgos autorizados de la ciencia social.


El criterio de distorsión reside en hacer afirmaciones sobre la sociedad que, por medio de los métodos de la ciencia social, se puede mostrar que están positivamente en el error.

 

El concepto de Parsons de que la ideología se define por sus insuficiencias cognoscitivas vis-a-vis de la ciencia, no está tan lejos como podría parecer, de la concepción Comteana según la cual la religión se caracteriza por una acrítica concepción figurativa de la realidad.

 

El problema tampoco puede descartarse como meramente semántico. Uno es libre, naturalmente, de reducir el referente del término “ideología” a “algo sospechoso” si lo desea.

 

Existen en la actualidad dos aproximaciones fundamentales: la teoría del interés y la teoría de la tensión. 

 

Para la primera, la ideología es una máscara y un arma; para la segunda, un síntoma y un remedio. 


En la teoría del interés, los pronunciamientos ideológicos son vistos contra el fondo de una lucha universal por las ventajas

En la teoría de la tensión, contra el fondo de un esfuerzo crónico por corregir el desequilibrio sociopsicológico.

En una, los hombres persiguen el poder; en la otra, huyen de la ansiedad.

 

Las dos teorías no son necesariamente contradictorias; pero la teoría de la tensión siendo menos simplista, es más penetrante, menos concreta, más comprensiva.

 

La gran ventaja de la teoría del interés era y es, que localiza las raíces de los sistemas de ideas culturales en el sólido terreno de la estructura social.

 

El concepto de “tensión” permite describir en forma más sistemática tanto el trasfondo motivacional como el contexto social estructural, y también las relaciones entre ambos. 

Es la suma de una concepción desarrollada de los sistemas de la personalidad -freudiana-, y una concepción de los sistemas sociales -durkheiniana-. Y de sus modos de interpenetración —el agregado parsoniano— lo que transforma la teoría del interés en la teoría de la tensión.

 

Esta fricción o tensión social aparece al nivel de la personalidad individual

Un sistema mal integrado de deseos conflictivos, sentimientos arcaicos y defensas improvisadas— bajo la forma de tensión psicológica. 


Lo que es colectivamente concebido como inconsistencia estructural, individualmente es percibido como inseguridad personal, pues es en la experiencia donde entran en colisión las imperfecciones de la sociedad y las contradiciones del carácter, exacerbándose mutuamente. 


Las tensiones sociopsicológicas inducidas por ellas son, también, sistemáticas y las ansiedades derivadas de la interacción social tienen una forma y un orden que les son propios. 


La mayoría de los hombres vive una vida de organizada desesperación.


El pensamiento ideológico es entonces considerado como una respuesta a esta desesperación: 

La ideología es una reacción pautada a una tensión pautada de un rol social”. Proporciona una “salida simbólica” a los disturbios emocionales generados por el desequilibrio social. 

El modelo aquí no es militar, sino médico: una ideología es una enfermedad.


Actúan como mecanismos destinados a reducir las perturbaciones que los han generadoLa tensión emocional se diluye al desplazarse hacia enemigos simbólicos.


Al proporcionar objetos legitimados de hostilidad, la ideología puede mitigar el dolor de ser un insignificante.

 

La ideología colma la distancia entre las cosas tal como son y tal como uno quisiera que fuesen, asegurando el desempeño de roles que, de lo contrario, podrían ser abandonados a la desesperación o a la apatía.

Símbolos populares cargados con las emociones de un extendido predicamento social. 


Tanto la teoría de la tensión como la teoría del interés sólo poseen una concepción

rudimentaria de los procesos de formulación simbólica.


Las ideologías transforman el sentimiento en significado.

 

La naturaleza de la relación entre las tensiones sociopsicológicas que incitan las actitudes ideológicas y las elaboradas estructuras simbólicas a través de las cuales se confiere existencia pública a aquellas actitudes, es demasiado complicada como para que se la pueda comprender en términos de una idea vaga y no examinada de resonancia emotiva.

 

La cuestión de cómo los símbolos, simbolizancómo mediatizan los significados, ha sido simplemente dejada de lado.


No existe hoy una ciencia empírica natural de la conducta simbólica como tal.

La ausencia de semejante teoría ha reducido a los sociólogos a concebir las ideologías como elaborados gritos de dolor.


Sin ninguna noción de cómo opera, la metáfora, la analogía, la ironía, la ambigüedad, el retruécano, la paradoja, la hipérbole, el ritmo y todos los otros elementos de lo que defectuosamente llamamos “estilo”, sin ningún reconocimiento de que estos artificios sean de alguna importancia para dar forma pública a las actitudes personales, los sociólogos carecen de recursos simbólicos a partir de los cuales construir una formulación más incisiva.


“La ideología tiende a ser simple y tajante, aun allí donde su simplicidad y claridad no hacen justicia al tema en discusión.


En la metáfora, hay una estratificación del significado, por la cual, una incongruencia en un nivel produce un flujo de significación en otro. 


Ella afirma de una cosa que es otra” o, peor aún, tiende a ser más efectiva cuanto más “equivocada”.


Cuando actúa, una metáfora transforma una identificación falsa  en una analogía apta; cuando fracasa, es una mera extravagancia.


No es la verdad, lo que varía con el contexto social, psicológico y cultural, sino los símbolos que construimos en nuestros intentos, de desigual eficacia, por aprehenderla.


La sociología del conocimiento debiera llamarse sociología del significado, pues lo que está socialmente determinado no es la naturaleza de la concepción sino los vehículos de la concepción.

 

La metáfora, no es, por supuesto, el único recurso estilístico con que cuenta la ideología. La metonimia (“Todo lo que tengo para ofrecer es sangre, sudor y lágrimas”), la hipérbole (“El Reich de milaños”), el litotes (“volveré”), La sinécdoque (“Wall Street”), el oxímoron (“Cortina de hierro”), la personificación  ( “La mano que empuñó la daga la ha hundido en la espalda de su vecino”), y todas las otras figuras que los retóricos clásicos recogieron con esmero y clasificaron cuidadosamente, son utilizadas una y otra vez, como lo son dispositivos sintácticos tales como la antítesis, la inversión, y la repetición; artificios prosódicos como la rima, el ritmo y la aliteración; literarios como la ironía, el panegírico y el sarcasmo. 


No hay que pensar que todas las expresiones ideológicas son figurativas

El grueso de ellas consiste en aserciones casi literales, por no decir achatadas, que dejando a un lado cierta tendencia hacia prima facie, una implausibilidad son difíciles de distinguir de las afirmaciones propiamente científicas: “La Historia de toda sociedad hasta ahora existente es la historia de la lucha de clases”; “el todo de la moralidad de Europa se basa en los valores que son útiles al rebaño”; y así sucesivamente. 

Considerada como sistema cultural, una ideología que se haya desarrollado más allá de la mera elaboración de slogans, consiste en una intrincada estructura de significados interrelacionados —interrelacionados en términos de los mecanismos semánticos que los formulan de la cual la organización en dos niveles de una metáfora aislada no es más que una débil representación.



¿Qué queremos decir, con exactitud, cuando afirmamos que las tensiones socio-psicológicas se expresan en formas simbólicas?


“La teoría extrínseca” consiste en considerar al pensamiento como consistente en la construcción y manipulación de sistemas de símbolos, empleados como modelos de otros sistemas: físico, orgánico, social, psicológico, y así sucesivamente, de tal modo que la estructura de estos otros sistemas (y en el caso favorable, el tipo de comportamiento que puede esperarse de ellos) sean “comprendidos”.

 

El pensamiento, la conceptualización, la formulación, la comprensión, el entendimiento, no consiste en sucesos fantasmales dentro de la cabeza, sino en un apareamiento de los estados y procesos de los modelos simbólicos, con los estados y procesos del mundo más amplio: “El pensamiento por imágenes consiste, ni más ni menos, en construir una imagen del medio, hacer funcionar el modelo más rápido que el ambiente, y predecir que el medio se comportará como lo hace el modelo. El primer paso en la solución de un problema consiste en la construcción de un modelo o imagen de los “rasgos relevantes” del (ambiente).

 

Aquello por lo que se pregunta, es un modelo simbólico bajo el cual se pueda subsumir la “cosa no familiar” y tornarla, de esta manera, familiar.


La teoría extrínseca del pensamiento puede ser aplicada también al aspecto afectivo de la mente humana.


Los ritos básicos de la religión —una misa, un peregrinaje, una procesión— son modelos simbólicos (aquí bajo la forma de actividades más que de palabras) de un sentido particular de lo divino, de cierta especie de estado de ánimo devocional.

 

Lo que habitualmente recibe el nombre de “expresión” (la dicotomía a menudo se exagera y se la interpreta mal casi universalmente) es mediatizado por modelos extraídos de la cultura popular antes que del gran arte y de los rituales religiosos formales.


Ambos símbolos o sistemas de símbolos, los así llamados “cognitivos” y los “ expresivos” tienen, al menos, una cosa en común: son fuentes extrínsecas de información.


Las pautas culturales — religiosas, filosóficas, estéticas, científicas, ideológicas— son “programas”: proporcionan un patrón o heliografía para la organización de los procesos sociales y psicológicos, tal como el sistema genético proporciona un patrón para la organización de los procesos orgánicos.


Estas consideraciones definen los términos en los cuales nos aproximamos al problema del “reduccionismo” en psicología y en la ciencia social. 

Los niveles que provisoriamente hemos discriminado (organismo, personalidad, sistema social, cultura) ... son ... niveles de organización y control; 

Los niveles más bajos “condicionan” y así, en cierto sentido, “determinan” las estructuras dentro de las cuales entran, en el mismo sentido en que la estabilidad de un edificio depende de las propiedades de los materiales de los cuales está construido. 

Pero las propiedades físicas de los materiales no determinan el plan del edificio;

organiza éste, es un factor de otro orden, es un factor de organización.

 

Hay un juego inmensamente complicado de condiciones fisiológicas, de las cuales depende el funcionamiento psicológico. Propiamente entendidas y evaluadas, estas condiciones siempre son auténticos determinantes de los procesos en los sistemas organizados en los niveles inmediatamente superiores.


Como las diversas especies de sistemas de símbolos culturales son fuentes extrínsecas de información, patrones para la organización de los procesos sociales y psicológicos, desempeñan un papel crucial en las situaciones donde falta la clase especial de información que ellos proporcionan donde las guías institucionalizadas de conducta, pensamiento o sentimiento son débiles o están ausentes.


Es en un país con el cual no estamos familiarizados emocional ni topográficamente, donde necesitamos poemas y mapas de caminos. Lo mismo ocurre con la ideología. El rol de la ideología, en sentido explícito, es marginal.

 

En tales sistemas políticos verdaderamente tradicionales, los participantes actúan como hombres de sentimientos rudos; están ganados, emocional e intelectualmente, en sus juicios y actividades, por prejuicios que no han sido objeto de un examen crítico, que no los dejan “vacilando en el momento de la decisión, escépticos, intrigados e irresolutos.


La función de la ideología es hacer posible una política autónoma, suministrándole los conceptos autorizados que la tornen significativa, y las imágenes persuasivas por medio de las cuales pueda ser razonablemente aprehendida. 


Las ideologías formales tienden a emerger y a ejercer influencia precisamente en aquel momento en que un sistema político comienza a liberarse del gobierno inmediato de la tradición recibida.


Hay, por supuesto, ideologías morales, económicas e incluso estéticas, además de las específicamente políticas, pero dado qúe son pocas las ideologías -que teniendo prominencia social carezcan de implicaciones políticas, tal vez resulte aceptable considerar el problema desde este punto de vista más estrecho. Los argumentos desarrollados a propósito de las ideologías políticas se aplican con igual fuerza a las no políticas.


Lo que da origen directamente a la actividad ideológica es una pérdida de orientación.

Es la confluencia de tensión sociopsicológica y de ausencia de recursos culturales por medio de los cuales puede adquirir sentido (político, moral o económico) esa tensión, (y cada factor reforzando al otro), lo que monta el escenario para el surgimiento de ideologías (políticas, morales, económicas) de carácter sistemático, da cuenta de la naturaleza altamente figurativa de las ideologías y de la intensidad con la cual son sostenidas, una vez aceptadas-


Así como la metáfora extiende el lenguaje ampliando su alcance semántico, posibilitando así la expresión de significados, es posible —o no es posible todavía— expresar literalmente, del mismo modo el choque frontal de significados literales en la ideología —la ironía, la hipérbole,la antítesis exagerada— suministra un marco simbólico nuevo al cual acoplar la miríada de “cosas no familiares” que, como un viaje a un país extraño, surgen como resultado de una transformación en la vida política. 

Proyecciones de temores no confesados, disfraces de motivos ulteriores, expresiones páticas de solidaridad grupal— matrices para la creación de una conciencia colectiva.

 

 

“Las Obras críticas e imaginativas son respuestas a cuestiones planteadas por la situación en la cual surgieron.

 

Como ciencia e ideología son, ambas, “obras” críticas e imaginativas (es decir, estructuras simbólicas), parece más probable alcanzar una formulación objetiva de las marcadas diferencias existentes entre ellas y de la naturaleza de sus interrelaciones, si partimos del concepto de estrategias estilísticas, evitando la preocupación angustiosa por dilucidar comparativamente el status axiológico o epistemológico de las dos formas de pensamiento.


Las diferencias entre ciencia e ideología como sistemas culturales han de buscarse en los tipos de estrategia simbólica para abarcar situaciones que respectivamente representan.


La ideología, designa la estructura de las situaciones de modo que la actitud contenida hacia ellas es una actitud de compromiso. Su estilo es adornado, vivido, deliberadamente sugestivo: objetivando el sentimiento moral con el concurso de los mismos artificios que la ciencia elude, busca la acción motivada. 


La ciencia es la dimensión diagnóstica, crítica, de la cultura, mientras que la ideología es la dimensión justificadora. 


La ideología puede perder contacto con la realidad en una orgía de fantasía autística e'incluso que tiene una tendencia muy fuerte a seguir ese camino en situaciones donde la ciencia libre no la crítica. 


Por interesantes* que las patologías sean para elucidar el funcionamiento normal (y por común que ello pueda ser empíricamente), son equívocas como prototipos de dicho funcionamiento.


Expresiones ideológicas detestables pueden apoderarse muy agudamente del temperamento de un pueblo o un grupo. Transformando una neurosis personal dominante en una poderosa fuerza social. / ¿LA IDEOLOGÍA COMO NEUROSIS? /


La función social de la ciencia de las ideologías es ante todo entenderlas, y en segundo término, criticarlas, forzarlas a avenirse (pero no necesariamente someterse) a la realidad.

 


La objetividad del conocimiento a la luz de la sociología del conocimiento y del análisis del lenguaje 


La realidad social objetiva que condiciona nuestro conocimiento está constituida no solo por grupos humanos definidos, unidos por relaciones recíprocas definidas y con intereses comunes definidos; está constituida también por las opiniones que expresan esos intereses y modelan en forma de ideología los estereotipos sociales y, en consecuencia, las actitudes y los comportamientos reales de los hombres.

La sociología del conocimiento está estrechamente unida no solo a la teoría de la ideología sino también a la teoría de la sociedad y de su evolución en general y a la problemática gnoseológica.

Nos detendremos sobre todo en ver la influencia que los intereses de clase (que existen bajo la forma de relaciones económicas y sociales objetivas, pero también como manifestaciones subjetivas de las que la principal es la ideología social) ejercen sobre el conocimiento, sobre la percepción del mundo sobre su formulación articulada. 

El conocimiento así condicionado, ¿puede ser calificado de científico y puede considerarse su resultado como una verdad objetiva?

 

Ciertas clases sociales tienen interés en impulsar la evolución de la sociedad en tanto que otras tienen interés en mantener el estado existente o en frenar las transformaciones que se están cumpliendo. El conocimiento sólo se deforma cuando está condicionado por los intereses de las clases interesadas en el mantenimiento del orden existente y amenazadas por su supresión.

 

Todo conocimiento en el campo de los fenómenos sociales, está condicionado por los intereses de los grupos sociales definidos a los cuales pertenecen. 

Cada conocimiento en el dominio de los fenómenos sociales, es conocimiento parcial. 

El conocimiento de los fenómenos sociales está siempre socialmente condicionado y, por consiguiente, no es nunca enteramente imparcial.

El sistema de una lengua dada (por lo tanto, no solamente su léxico sino también su sintaxis) influye sobre el modo de percepción y de articulación del mundo en los miembros de la comunidad lingüística que la hablan, y por consiguiente sobre su modo de pensamiento.

Pensamos como hablamos. El pensamiento conceptual es siempre verbal.

El lenguaje, producto social que refleja una realidad social dada, influye sobre el modo de pensamiento de los hombres en la medida en que influye sobre su percepción y su articulación del mundo y, por consiguiente, sobre su in interpretación mental. 

El sistema de la lengua en la que pensamos influye sobre nuestros contenidos y nuestros modos de pensamiento. El lenguaje puede imponer a nuestros pensamientos límites naturales. Si una lengua es demasiado pobre como para que en su marco se puedan pensar contenidos definidos es indispensable enriquecer adecuadamente esta lengua. 

No sólo “pensamos como hablamos”, sino que también “hablamos como pensamos

El sistema de la lengua es la cristalización y el índice de las adquisiciones históricas del pensamiento humano aprehendido en la escala social

Léxico y sintaxis resultan del desarrollo histórico de las sociedades humanas respectivas, de su práctica concreta (en su acepción social), así como de su categorización mental.

Este relativismo es de un género muy particular, pues tiene tanto una génesis social como un carácter social.

El lenguaje es un producto en el doble sentido de la palabra “producto”; sin embargo, este producto socialmente fabricado “crea”, a su vez, desde el momento en que está constituido en sistema: crea en la medida en que condiciona el pensamiento humano, proceso que no se concibe sin el lenguaje y que —por el contrario— se realiza siempre en alguna lengua. Así pues, el lenguaje es, en un sentido, el factor y, en otro sentido, la condición y aun lo que determina el pensamiento.


Esta teoría concierne no a ciertos fenómenos de la realidad sino a todos los fenómenos, a toda la realidad (su articulación y su percepción, condicionadas por el aparato conceptual unido al sistema lingüístico dado) sobre la totalidad de la comunidad lingüística en cuestión.

El condicionamiento del conocimiento debido, por ejemplo, a los intereses de clase, es en un sentido más universal: la lengua no es para él una barrera, y actúa en una escala supranacional y supra-lingüística.

La teoría del relativismo lingüístico no engloba de ninguna manera la sociología del conocimiento.

Las cuestiones que le importan a la sociología del conocimiento no corresponden a la esfera lingüística sino a los intereses sociales de los hombres, en la medida en que condicionan sus opiniones, sus actitudes y sus comportamientos.

La tesis del condicionamiento del conocimiento humano por diferentes factores (por ejemplo, los que dependen de la estructura fisiológica del aparato perceptivo del hombre o de la influencia del medio social, etc.) no obliga por ello a negar la objetividad de ese conocimiento. 

Hay que admitir, si, que el conocimiento no es en ese caso ni pleno ni definitivo, y por lo tanto, que no es absoluto; también hay que admitir que el conocimiento sufre deformaciones (en una acepción definida del término “deformación”), pero de ello no se sigue de ninguna manera que el conocimiento sea una pura construcción de la mente cognoscente ni que desaparezca la relación cognoscitiva específica del sujeto y del objeto que permite calificar al conocimiento de “objetivo.

Una tesis extrema afirma la existencia posible de sistemas lingüísticos “cerrados”, que engendran visiones del mundo no sólo diferentes sino también intraducibies entre sí.

 

Una tesis moderada y fundada sobre la experiencia, que concibe el relativismo lingüístico como la influencia del sistema lingüístico sobre el pensamiento, no implica de ningún modo que el lenguaje determine de una manera exclusiva los modos de pensamiento, ni que este estado de cosas pueda  llevar a visiones del mundo totalmente diferentes e intraducibles entre sí.

El problema que nos interesa en el contexto dado es, en primer lugar, el de saber si el conocimiento objetivo es posible (o si el conocimiento opera con verdades objetivas) cuando hay factores exteriores a este proceso que se insertan en el conocimiento atribuyéndole una forma definida.

 

Examinaremos por lo tanto la posibilidad de alcanzar la verdad objetiva al final del proceso cognoscitivo, el cual está condicionado por intereses de grupos, -sociología del conocimiento- y por la influencia del lenguaje (relativismo lingüístico).

 

La relación de la objetividad en el proceso del conocimiento no implica que el conocimiento sea verdadero.

 

Cuando hablamos del factor subjetivo en el conocimiento, entendemos, en el sentido más general, el aporte del sujeto cognoscente a este proceso, es decir, el papel activo del sujeto en el proceso cognoscitivo. Ello puede encubrir realidades muy diversas: la influencia sobre el conocimiento de la estructura psicológica del sujeto, y por lo tanto, de su aparato perceptivo; la acción de los condicionamientos sociales (por ejemplo, los intereses de grupo) sobre la actitud del individuo; la incidencia del lenguaje sobre la articulación del mundo por el individuo pensante en una lengua dada, etc.


Se puede entonces comprender el “factor subjetivo” por lo menos de dos maneras:

 ccomo la influencia de factores “puramente” subjetivos sobre el conocimiento. Según el cual el espíritu cognoscente “crea” el objeto del conocimiento, siendo este objeto el producto o la construcción de una“pura” subjetividad.

    b)    como el condicionamiento del conocimiento individual por factores sociales, tales como los intereses, del grupo, la lengua, etc., que modelan las actitudes cognitivas del sujeto.

 

El individuo o sujeto cognoscente es un producto social que en cierto sentido es lo que la sociedad es, así como la sociedad, en cierto sentido, es lo que los individuos que la componen le permiten ser.

Aquí está, en realidad, el centro de gravedad de las preocupaciones científicas contemporáneas sobre el factor subjetivo en el conocimiento, el centro de gravedad de la revolución gnoseológica contemporánea contra la dominación del modelo mecanicista del conocimiento.

El sujeto nunca es un elemento pasivo en el conocimiento, sino que desempeña siempre un papel activo; introduce siempre en el conocimiento su Aporte y, por lo tanto, algo de subjetivo.

El papel activo del sujeto en el conocimiento, unido al condicionamiento indudable de su modo de percepción del mundo por la cultura (en sentido amplio) que engloba la influencia del lenguaje, de los intereses de clase, etc. -70-

El proceso cognoscitivo que engendra el conocimiento verdadero, es a la vez objetivo y subjetivo, pero de manera diferente.

Objetivo en la medida en que el objeto, uno de los dos términos de la relación cognoscitiva, que es una parte de la realidad del mundo, existe fuera e independientemente de todo espíritu cognoscente y constituye el factor exterior del conocimiento. 

Subjetivo en la medida en que el sujeto, segundo término de la relación cognoscitiva, posee una función activa y, lejos de ser el receptor pasivo de excitaciones introduce siempre en el conocimiento sus propiedades individuales que son sus objetivos precisamente en este sentido, aunque sean sociales por su génesis (esto también concierne a la estructura psicofísíca hereditaria)

En cierto modo, el conocimiento es siempre subjetivo, y como esta subjetividad está unida al condicionamiento social que es variable, el conocimiento es igualmente variable. Así, se puede también concebir el conocimiento como un proceso que consiste en superar la subjetividad.

Ya que sólo se puede superar la subjetividad del conocimiento con ayuda del conocimiento, que está condicionado socialmente y mantiene su subjetividad, estamos aquí en presencia de un proceso infinito.

El conocimiento que surge del proceso cognoscitivo posee el valor de las verdades relativas. Esto, entre otras razones, porque el conocimiento es subjetivo a causa de los condicionamientos sociales de este proceso y, procediendo a partir de una cierta perspectiva, está unido a un punto de vista definido y por lo tanto limitado, parcial e incompleto.

El problema de las relaciones recíprocas entre la ciencia y la ideología ha sido, en estos últimos años, objeto de múltiples debates que, en la mayoría de los casos, oponían rigurosamente ambos dominios.

La ciencia (más exactamente, el tipo ideal de la ciencia en él sentido weberiano) era concebida como un conjunto de proposiciones verdaderas, de carácter atributivo. 

La ideología, por el contrario, era comprendida como un conjunto de opiniones (y de las actitudes correspondientes) que, sobre la base de un sistema definido de valores, designaban los objetivos de las actividades sociales de los hombres; por lo tanto, en esas discusiones se la presentaba como un campo al que es imposible adjudicar el valor de verdad (las proposiciones descriptivas son verdaderas o falsas, por el contrario las proposiciones normativas no pueden ser deducidas de las primeras y, por lo tanto, sometidas a una calificación de ese género) y que es caracterizado por la subjetividad (en el sentido del condicionamiento social de las diferentes opiniones).

No sólo la ciencia y la ideología se oponen sino que también habría que depurar la ciencia de todo elemento de ideología.

A la tesis que enfrenta fundamentalmente la ciencia y la ideología, oponemos una tesis que admite no solo la relación entre las proposiciones de la ciencia y de la ideología sino también —en ciertos casos— su identidad.

  

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