Como una forma de poder, el sometimiento es paradójico.
Una de las formas en que se manifiesta el poder consiste en ser dominado/a por un poder externo a uno/a.
Descubrir, sin embargo, que lo que uno/a es, que la propia formación como sujeto, depende de algún modo de ese poder, es algo muy distinto.
Estamos acostumbrados a concebir el poder como algo que ejerce presión sobre el sujeto desde fuera, algo que subordina, coloca por debajo y relega a un orden inferior.
Esta es una parte cierta. Pero siguiendo a Foucault, entendemos el poder como algo que también forma al sujeto, y que le proporciona la misma condición de su existencia y la trayectoria de su deseo.
Entonces el poder no es solamente algo a lo que nos oponemos, sino también, de manera muy marcada, algo de lo que dependemos para nuestra existencia y por tanto, que abrigamos y preservamos en los seres que somos.
El poder nos es impuesto y, al ser debilitados por su fuerza, acabamos internalizando o aceptando sus condiciones.