Los sentidos me obligan a entrar en contacto, a sufrir un estremecimiento diferente y particular a lo que sienten los demás ante el mismo objeto: yo puedo experimentar una deliciosa sensación al entrar en relación táctil y otros estremecerse de pavor o sufrir un dolor intenso.
Existe un estado de excitabilidad enfermiza del sentido del tacto, el cual retrocede entonces, temblando ante cualquier contacto.
El tacto crea la sensualidad, la sensitividad del cuerpo: nos hace vernos, sentirnos, y proyectarnos hacia el mundo.
El cuerpo es el sentido de los sentidos.
No es objeto ni sujeto. -O AMBAS COSAS A LA VEZ-
Nunca es el mismo, está haciéndose diferente para existir.
Cuanto más sensibles y gozosos somos, más doloridos y mortales nos sentimos.
Sentirnos corporales es sufrir por todos los poros de nuestra piel. -O disfrutar-.
Vivirse es una efervescencia íntima.
El mundo exterior le incita a agitarse, en un movimiento puro.